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Más metáforas de la Práctica

Mindfulness es prestar atención de manera intencional al momento presente, desde una actitud de aceptación, curiosidad y no juicio.Jon Kabat Zinn

Las instrucciones básicas para meditar son sencillas: Observa atentamente lo que aparece en tu mente y vuelve al objeto de tu atención una y otra vez. Pero la práctica no es fácil, aparecen obstáculos y actitudes mentales que interfieren en ella.
Recogemos una metáfora de Kabat-Zinn, otra de Vicente Simón y un cuento de la tradición budista, que se han creado para facilitarnos la comprensión del camino, que están relacionadas con el agua de un arroyo que fluye, con la superficie del mar y con el fondo de un lago.

El viento en la superficie del mar.

177 AGUSTINEn el agua siempre hay olas, de mayor o menor intensidad. Las olas surgen en la superficie del agua porque la agitan los vientos o las corrientes marinas que vienen y van, cambiando de dirección y de fuerza tal y como lo hacen los vientos del estrés y del cambio en nuestras vidas, que forman olas en nuestra mente. Hay personas que piensan que la meditación es una manipulación interna especial que acabará con las olas para que la superficie de la mente quede lisa, tranquila. Pero así como no podemos calmar las olas sobre la superficie del agua, tampoco podemos eliminar las olas de nuestra mente, e intentarlo creará más lucha y tensión interna en vez de calma. Tampoco significa que sea imposible conseguir la calma, lo único que ocurre es que no podemos conseguirla con intentos no realistas de eliminar la actividad natural de la mente. En relación con esto, dice Kabat-Zinn, no puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear.

Gracias a la meditación nos resguardamos de los vientos que agitan la mente, y con el tiempo es posible que gran parte de las turbulencias se vayan calmando, al no alimentarlas continuamente. Aunque a la larga, los vientos de la vida y de la mente soplarán hagamos lo que hagamos, la meditación nos ayuda a ser conscientes de esto y a saber afrontarlo.

Las aguas de un estanque o lago

Cuando la superficie de un estanque está agitada no se puede ver el fondo y se refleja el exterior distorsionado. Como define Vicente Simón, meditar es calmar la mente para ver con claridad. Si las aguas del estanque están revueltas el fango las enturbia y no nos permite ver su fondo. Si conseguimos que las aguas se serenen, la tierra se sedimenta y el agua se hace más limpia y clara. Simplemente observando las fluctuaciones mentales llegará un punto en que la mente se serena y podamos ver más claro. Este el significado de Vipassana (visión clara). Frecuentemente en nuestras vidas la actividad turbulenta de nuestras mentes hiperactivas no nos deja distinguir con claridad lo que es importante y lo que es accesorio y, en general, andamos persiguiendo objetivos que nos crean todavía más problemas y tensiones de los que ya tenemos. Al apaciguar la mente, vamos desvelando lo que realmente importa, acabamos vislumbrando cual es el camino hacia la verdadera felicidad.

Sentarse a la orilla del arroyo

La mente sería como un arroyo, en ella discurren  los contenidos mentales, como son los pensamientos, estados emocionales, etc. Normalmente nos identificamos con estos contenidos, es decir que el flujo mental nos arrastra, los pensamientos y emociones nos dirigen.

Meditar es como sentarse a la orilla de la mente y observar ese flujo que aparece en la psique; al poner consciencia y distancia nos damos cuenta que son solo productos de la mente, les podemos restar fuerza e importancia.

El siguiente cuento de Buda y Ananda refleja muy bien esta metáfora y la anterior
Un día Buda caminaba con Ananda, su principal discípulo a través de un bosque. Era un largo día de verano y el calor apretaba cuando se dirigió a Ananda:
Ananda, cuatro o cinco kilómetros más atrás hemos pasado por un pequeño arroyo, regresa y tráeme un poco de agua. Llévate mi cuenco de mendicante. Tengo mucha sed y estoy cansado.
Ananda volvió hacia atrás... pero cuando llegó al arroyo, acababan de cruzarlo unas carretas tiradas por bueyes que habían enturbiado toda el agua. Las hojas muertas, que estaban reposando en el fondo, habían subido a la superficie, esta agua ya no se podía beber; estaba demasiado sucia. Regresó con las manos vacías y le dijo al maestro:
Tendrás que esperar un poco. Iré por delante. He oído que a sólo cuatro o cinco kilómetros de aquí hay un gran río. Traeré el agua de allí.
 Pero Buda insistió:
Regresa y tráeme el agua de ese arroyo.
Ananda no podía entender la insistencia, pero si el Maestro lo dice, el discípulo tiene que obedecer. A pesar de lo absurdo de la situación - de nuevo tenía que caminar cuatro o cinco kilómetros para recoger esa agua que no merece la pena beber - él va.
Cuando empezaba a irse, Buda le dijo:
Y no regreses si el agua sigue estando sucia. Si está sucia, siéntate en la orilla en silencio. No hagas nada, no te metas en el arroyo. Siéntate en la orilla en silencio y observa. Antes o después el agua volverá a aclararse, entonces llena el cuenco y regresa.
Ananda volvió hasta allí. El agua estaba casi clara, las hojas se habían desplazado, la tierra se había asentado. Pero todavía no estaba totalmente transparente, de modo que se sentó en la orilla y observó cómo fluía el río.
Poco a poco se volvió cristalina y pudo recoger el agua. Después regresó bailando. Había comprendido por qué Buda había insistido tanto. Le dio el cuenco al Maestro y se postró a sus pies dándole las gracias.
Ananda  se explicó:
Ahora lo puedo entender. Primero me enfadé. No lo mostré, pero estaba enfadado porque me parecía absurdo regresar. Pero he comprendido el mensaje.
Sentado en la orilla de ese pequeño arroyo me hice consciente de que pasa lo mismo con la mente.  Si me meto en el arroyo lo volveré a ensuciar. Si me dejo arrastrar por la mente, con sus pensamientos y emociones, provocaré más ruido, empezarán a aparecer más problemas. Sentado a un lado del arroyo he aprendido la técnica.
Ahora me sentaré también al lado de la mente, observándola con todos sus contenidos, problemas, hojas muertas, dolores y heridas, recuerdos y deseos. Me sentaré indiferente en la orilla y esperaré el momento en que todo esté claro.

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