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Caligrafía Japonesa... el arte sutíl y misterioso...

203 JINHHE

El shodō o 書道, traducido como el camino de la escritura, es el arte de la caligrafía japonesa. Se considera un arte y una disciplina muy difícil de perfeccionar, un camino en sí mismo. Por lo tanto, se enseña como una materia más durante la educación primaria.
Proviene de la caligrafía china, y se practica a la usanza milenaria: con un pincel –o actualmente con un fudepen–, un tintero donde se prepara la tinta china, un pisapapeles y un pliego de papel de arroz.

El shodō practica la escritura de caracteres japoneses hiragana y katakana–los dos alfabetos del japonés–, así como caracteres kanji derivados de la escritura china. Para los japoneses, la caligrafía es un arte y una fuerza espiritual, por lo que actualmente existen calígrafos que son contratados para la redacción de documentos importantes.

El arte
Las obras caligráficas valen no menos que las obras de pintura. Éstas deben reflejar armonía y belleza como uno de los principios básicos de la estética japonesa llamado wabi-sabi. Tal principio refiere a la proporcionalidad de todas las cosas.
A diferencia de Occidente, para el shodō cada línea y punto debe considerar cinco cosas: su inicio, dirección, forma y término, así como el balance entre todos sus elementos –incluso el espacio vacío cobra significado–.
La escritura como camino espiritual.
Las líneas de este arte nos transmiten la sabiduría de una cultura milenaria, ya que los japoneses –en general casi todos los orientales– creen que la escritura es el mensaje de los cielos, y por esta razón cada signo lleva en sí mismo una pequeña reserva de energía sagrada que puede ser transmitida a través de la palabra. La caligrafía japonesa es una de las prácticas dzen al igual que el arte de la ceremonia de té, el ikebana (arreglo floral), la esgrima japonesa (kendo), u otras artes bélicas (budo).

Las técnicas tradicionales de escribir símbolos son sencillas: se escriben en papel blanco –que simboliza en la filosofía zen el vacío– y los signos significan los principios femenino y masculino (o el ying y el yang). Por tal razón, este arte es considerado un camino espiritual desde su nombre: shodō viene de sho (caligrafía) y do (el camino).
Se cree que este camino lleva a la comprensión del sentido de la vida y las verdades eternas debido a que en el zen sólo existe la meditación en el tiempo presente, por lo que en cualquier actividad que se realice se debe tener presencia. Es por esto que incluso se puede aspirar a la iluminación en las artes bélicas o tomando el té.
De hecho, la caligrafía es un atributo integrante de la ceremonia de té, y es sabido que los maestros de las artes bélicas también escribían para reflejar su fuerza.
Ahora podemos entender que el arte de escribir no es meramente saber usar un pincel o un lápiz, sino lo contrario: es poder estar consciente de las formas y de cómo afectan a nuestro entorno y mente.
A lo largo de la historia, la caligrafía japonesa se ha desarrollado como una forma de arte creativo que expresa la profundidad espiritual y la belleza.
Con más de 1500 años de historia, la caligrafía japonesa cuenta con muchos aficionados y forma parte de la vida cotidiana. "Es la manera de expresar bellamente no solamente un concepto o una idea, sino también un sentimiento", en opinión de Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional.

El Arte de Escribir Caligrafía…
La pintura que surge en este estado de concentración y de abandono de sí mismo, no pretende imitar las formas de la naturaleza, sino que busca imitar los gestos de la naturaleza, y actuar como ella lo hace, libre y espontáneamente, revelando los sentimientos y emociones que nacen en el espíritu del hombre.
Gracias al trabajo de preparación mental y al trabajo de desarrollo espiritual de búsqueda de armonía y de equilibrio con las leyes de la naturaleza, y a la disciplina y al trabajo constante que conlleva, la práctica de la pintura es considerada así como un medio curativo, que sirve para expulsar las obsesiones y ansiedades que acechan la mente del pintor y que le impiden encontrar la serenidad.
"Antes de escribir, has de dejarlo crecer dentro de ti. Entonces, el pincel en la mano, la mirada concentrada, la visión aparece de pronto ante los ojos. Y atrapémosla cuanto antes con nuestras pinceladas, porque puede desaparecer tan súbitamente como la liebre ante los pasos del cazador”.
Así como la preparación espiritual y la búsqueda de un estado mental sereno y tranquilo, la preparación técnica y el trabajo constante forman parte de la disciplina del escritor.
Éste ha de practicar la técnica continuamente, tiene que ejercitar su mano y practicar día tras día la pincelada, y ha de hacer que el pincel sea como una extensión de su mente, y que sea como un canal por el que se exprese el Chi, la fuerza vital que se entiende cómo la manifestación sensible del Tao en su eterno proceso de transformación.
El momento de la creación se venera tal como un acto sagrado y se preparan el lugar, la mesa y los instrumentos de trabajo con mucho cuidado y delicadeza, como en un ritual, creando un espacio donde el espíritu del arte pueda hacer su epifanía a través de los gestos del pincel y el cromatismo de la tinta…

El artista de sumi-e utiliza pastillas de tinta hecha con carbón que se mezcla con cola y se perfuma con borneol. El borneol, parecido al alcanfor, es muy apreciado en Asia pues despeja las vías respiratorias y aclara la mente. Ciertas barras se guardan celosamente pues la tinta, con el tiempo, adquiere un hermoso tono imposible de imitar.
La tinta se frota sobre la piedra con un poco de agua, pacientemente, durante unos 25 minutos en sentido circular o trazando ochos. Se trabaja hasta formar una pasta cremosa. La tinta se usa más o menos aguada según el tono que se desee. El tiempo que exige la preparación de la tinta es también tiempo de meditación: el artista aquieta su mente y se concentra en el chi para integrar cuerpo y mente con la postura correcta y la respiración.
Se usa un pincel de pelo fino que se sostiene entre el índice y el pulgar, perpendicular al papel. La muñeca debe permanecer inmóvil y el brazo no debe apoyarse. La espontaneidad y la agilidad del ademán proporcionan la belleza de la línea, que no acusa la menor vacilación.
La esencia del tema se ha de lograr con pocos trazos. Esto es fundamental para generar mu, espacios vacíos, que tan importantes son en el arte oriental.

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