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JUAN MANZANERA

JUANMEDITACIÓN
Licenciado en Psicología Clínica y diplomado en Psicoterapia Gestalt. Se formó en filosofía y meditación budistas en Asia y Europa. Imparte cursos desde hace 25 años. Fundador y director de la Escuela de Meditación en Madrid.

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Señales del despertar

252 JUANUna vez que estamos interesados en evolucionar y despertar, es preciso tener claro el camino. Ocasionalmente, conviene hacer una revisión de donde nos encontramos y hacia dónde vamos.
El proceso espiritual se fundamenta en cuatro cosas, a saber: reconocer lo esencial que es aprovechar la vida, ser consciente de que todo es efímero y pasajero, saber que todo lo que hacemos tiene consecuencias y todo lo que experimentamos es producto de algún comportamiento pasado, y por último, tener claro que viviendo en ignorancia es inevitable una vida de sufrimiento.

En consecuencia, sin tener claro estos fundamentos, cualquier ejercicio espiritual suele resultar improductivo o poco transformador. Así pues, evaluemos nuestras actividades a la luz de estos cuatro aspectos.

RENUNCIAR A LA MENTE

Con esta base lo siguiente es entender que vivimos atrapados en la mente. Un maestro decía:

“Considera todos los fenómenos como un sueño”. Saber desentenderse de las emociones y pensamientos negativos es un importante indicador de lo avanzados que estamos. Cuando usamos la palabra despertar al referirnos al proceso espiritual, estamos señalando que vivimos en una especie de sueño fabricado por nuestra mente, un mundo mental en el que sucede mucho sufrimiento. Así buscamos cada día evitar que los pensamientos, emociones y estados mentales nos engañen.

EL CAMINO ES SOLTAR EL YO

Otra referencia para saber lo avanzados que estamos es la idea de Yo. Es decir, la intensidad con la que sentimos la convicción de ser alguien que experimenta placer y dolor, que hace planes y resuelve problemas, que pasa por la vida siendo algo (seguro, tímido, atrevido, seductor, controlador, víctima, tenaz, orgulloso, compasivo, etc.) Cuando avanzamos en lucidez, se modifica la idea que tenemos de nosotros mismos y la auto-imagen es menos convincente. Nos volvemos más flexibles, somos más capaces de adaptarnos a las situaciones y tenemos una mayor diversidad de respuestas ante los problemas.

TODAS LAS SITUACIONES FORMAN PARTE DEL CAMINO

Al principio sólo somos capaces de ser positivos en algunas situaciones de la vida. Sin embargo, conforme somos más conscientes, aprendemos que cada situación nos brinda una oportunidad para evolucionar; especialmente las situaciones difíciles y las relaciones con personas conflictivas. Cuando sentimos que ninguna experiencia que se presente puede impedirnos continuar y cuando sabemos que todo sirve para cultivar cualidades y sabiduría, podemos confirmar que la práctica que realizamos nos está sirviendo.

TODAS LAS RELACIONES SON POSITIVAS

Una de las medidas más claras de que nuestra práctica es efectiva se halla en las relaciones con los demás. Básicamente nos encontramos con tres tipos de personas, amigos, enemigos y extraños. En las etapas más evolucionadas cualquier ser se considera valioso, en palabras de un antiguo maestro: “Los demás son como una joya que concede los deseos”. De hecho, los demás son imprescindibles para desarrollar cualidades, pero además sin ellos jamás podríamos conocer los estados positivos más evolucionados.

LA LLAVE RESIDE EN LO QUE MÁS NOS IMPORTA

Cuando empezamos el camino espiritual tenemos diversos intereses con lo cual ponemos nuestra vitalidad en múltiples cosas. Conforme la práctica nos va depurando y sanando, la relevancia de evolucionar y despertar se torna más patente. Con el trabajo interior descubrimos que sólo si somos capaces de encarnar nuestras cualidades y de trascender los pensamientos engañosos podremos vivir con plenitud cualquier otro objetivo en la vida. Sin eso, los demás logros acaban siendo fuente de problemas, frustraciones e insatisfacción.

SIN PRISA SIN PAUSA

A menudo realizamos una práctica espiritual como quien hace una oposición, es decir, con el deseo de acabar pronto para pasar a otra cosa. Cuando estamos más despiertos sabemos que el camino no tiene fin, que no se trata de llegar a ningún sitio sino de desplegar al máximo nuestro potencial, y sabemos que necesitamos ser constantes y evitar los altibajos. No podemos forzar el proceso, pero sí podemos mantenernos en él a pesar de los contratiempos, resistencias y dificultades. Como dice el proverbio: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”. Nos esforzamos al máximo, sabiendo que desenredarse de la mente y adquirir cualidades lleva tiempo. Nos implicamos cada día sabiendo que cada momento es una oportunidad.

AVANZAMOS AÚN DISTRAÍDOS

Cualquiera que haya emprendido el camino espiritual ha vivido momentos de impotencia y ha tenido la sensación de que es imposible cambiar; uno se ve lleno de respuestas automáticas que parece imposible evitar y cae una y otra vez en las mismas actitudes infantiles. Sin embargo, cuando la práctica funciona empezamos a descubrir que tenemos el control sobre nuestra mente y que podemos cambiar las reacciones emocionales. Pero, además, si al principio teníamos que estar muy atentos todo el tiempo, conforme avanzamos nos resulta más natural y espontáneo manejar las emociones y pensamientos negativos. Deja de ser una lucha contra la mente y se convierte en una nutrición de los aspectos positivos con suavidad y naturalidad.

LA IMPORTANCIA DE LOS DEMÁS

En un momento del despliegue de nuestro potencial empezamos a sentir la importancia de la felicidad en el mundo. Si al principio lo que nos impulsa a emprender el camino es algo personal y privado, conforme la práctica va produciendo efectos surge el deseo de aportar algo positivo. “Que mi paso por la vida sea beneficioso para los demás”, es una de las fórmulas que empleamos para empezar cualquier práctica espiritual. El anhelo de despertar deja de ser algo individual y se transforma en una manera de dejar una huella positiva en el mundo. Ahora la razón para practicar y avanzar no es una persona sino muchas, el motivo para despertar cuanto antes es aliviar el sufrimiento de los innumerables seres que existen. Por consiguiente, cuánto nos importa la felicidad de los demás es un gran indicador de que estamos practicando bien y de lo evolucionados que estamos.

DEVOLVER BIEN POR DAÑO

La otra cara de lo anterior es que dejamos de hacer daño a los demás. Nos volvemos muy cuidadosos en nuestro comportamiento para nunca perjudicar a nadie. Deja de importarnos tanto lo que los demás piensen de nosotros y dejamos de buscar tanta aprobación y reconocimiento, porque estamos muy pendientes de evitar herir a los demás. El centro de gravedad de una relación es que sea lo más positiva posible. Por ejemplo, cuando alguien nos hiere y nos agrede, nos esforzamos en buscar la respuesta que menos daño le cause a esa persona. Nuestro nivel de evolución es tal que podemos considerar que las personas dañinas son maestros. Como dice una enseñanza: “Cuando alguien a quien haya ayudado y en quien haya puesto mis esperanzas, me inflija mucho daño, lo veré como mi compañero espiritual”.

ABANDONO EL EGOCENTRISMO

Finalmente, podemos señalar que un buen indicador de que la práctica es adecuada y de que estamos avanzando es dejar atrás actitudes centradas en nosotros mismos. Entre ellas las más comunes y las que debemos vigilar son, hasta qué punto nos creemos mejores que los demás; buscamos agradecimiento y reconocimiento por nuestros gestos positivos; esperamos que nos recompensen lo que hacemos o dirigimos nuestras buenas intenciones exclusivamente a las personas que nos gustan.

También, en qué medida: juzgamos y culpabilizamos a los demás; buscamos siempre hacernos notar; esperamos que se vea lo especiales que somos; somos rencorosos e incapaces de perdonar; solemos hablar de los defectos de los demás; le damos mucha importancia a las críticas y ataques de otras personas o -esto es especialmente significativo- todavía causamos dolor para lograr algo.

Todas estas actitudes denotan que estamos muy atrapados en prejuicios, expectativas y actitudes egoístas, y que por tanto todavía estamos cegados por el mundo de la mente. Cuando son menos frecuentes y más débiles son una buena señal de que estamos despertando.

CONCLUSIÓN

En resumen, hoy en día mucha gente hace meditación, yoga, desarrollo personal, pero desgraciadamente no siempre conocemos lo que nos lleva a evolucionar. Para quienes desean hacer su vida más rica es importante acceder a métodos genuinos y saber aplicarlos. La práctica espiritual no nos aleja de la vida, sino que la hace más rica y satisfactoria.

Juan Manzanera

¿Cuánto vale tu vida?

251 JUANHay algo muy ambicioso en el camino de la meditación, queremos hacer que nuestra vida tenga un valor incalculable. Pretendemos desplegar todo el potencial contenido en la existencia que somos. En términos más concretos queremos evolucionar al máximo y alcanzar la mayor lucidez posible.

Este planteamiento indica una forma particular de vernos en la vida. Primero nos reconocemos de un modo sumamente positivo y luego señala una actitud activa en que nos hacemos cargo de lo que tenemos entre manos. En lugar de esperar pasivamente a que nos sucedan cosas, tomamos la energía vital y la empleamos en evolucionar y despertar.

Para conseguir esto, una de las primeras reflexiones de este camino es hacernos conscientes de la oportunidad que nos ofrece haber nacido. Expresarlo con la palabra oportunidad es muy importante, pues no se trata tan solo de reconocer el milagro de estar vivo o lo maravilloso y sagrado de la vida en sí misma, sino de consumar algo que sólo es una posibilidad. Es decir, de un potencial por desarrollar y un camino a recorrer para que suceda. En este sentido, aunque, obviamente, la vida es valiosa en sí misma queremos hacer que todavía lo sea más. Buscamos hacer lo mejor de ella.

La reflexión sobre la oportunidad que tenemos comienza haciéndonos conscientes de la suerte que hemos tenido naciendo humanos. Hay cientos de miles de criaturas y seres en el mundo; en el momento que nacimos estaban naciendo millones de insectos, larvas y demás, había muchas más posibilidades de nacer así, sin embargo, nos tocó nacer como un tipo de ser con cierta inteligencia y libertad, con una capacidad clara de crear y aprender, y con una lucidez especial. Hemos nacido con una gran ventaja sobre la mayoría de los demás seres vivos. Si nos hacemos conscientes de esto, queremos usar nuestras capacidades especiales que otros no tienen de la mejor forma posible. Sin embargo, tenemos un grave problema, esa misma capacidad nos puede llevar a crear muchísimo sufrimiento e infelicidad en nuestras vidas. Si no sabemos encauzarla nos convertimos en nuestro peor enemigo.

Como hemos oído muchas veces, el universo se formó hace 13.500 millones de años. Pero la vida apareció muchísimos millones de años más tarde - hace unos 4.000 millones de años - y aún más, la vida compleja y lúcida de un ser humano sólo empezó a iniciarse hace seis millones de años con los primeros homínidos. Han ocurrido millones de procesos y muchísimo tiempo para que se produjera un ser humano. Los Homo sapiens empezamos a existir sólo hace unos trescientos mil años. Si lo pensamos, de haber nacido hace diez millones de años, por ejemplo, hubiéramos tenido la posibilidad de ser una bacteria, algún tipo de lagarto o algo similar; pero nunca un ser humano con las capacidades que tenemos.

Entonces, desde este punto de vista, si somos conscientes del privilegio de haber nacido con esta ventaja, lo coherente sería hacernos responsables de usar la vida de un modo diferente a la mayoría de las criaturas. Sin embargo, en este punto clave está la dificultad. No tenemos suficiente perspectiva para vernos así, sentimos la vida como algo en lo que estamos inmersos y no nos damos cuenta de otras dimensiones.

A menudo, la vida se convierte en poner energía para tener bienestar y seguridad, y evitar a toda costa el sufrimiento, la inseguridad y la incertidumbre. En lugar de orientarnos a despertar nuestro potencial nos movemos por los impulsos básicos de búsqueda de placer y huida del dolor. Actuando así no somos muy distintos de los animales o, dicho de otro modo, para eso no era necesario que el proceso evolutivo hubiera llegado a producirnos como seres humanos.

Queremos llegar muy lejos, y para ello es preciso sentir profundamente lo valiosa que puede llegar a ser la vida y la posibilidad que uno tiene de conseguirlo. Es un tipo de sensibilidad que nos lleva a captar con claridad el privilegio que tenemos y la exigencia que se nos demanda.

Es bien conocida la tremenda la cantidad de depresión que hay hoy en día. Pero lo verdaderamente preocupante son los motivos que la gente da para explicar su depresión. “No tengo pareja”, “no tengo el trabajo que quiero”, “las cosas no salen como yo quiero”, “me han abandonado”, “no valgo nada”, etc. Es muy fácil olvidarse del verdadero propósito de la vida y desconectarse de uno mismo. Nos quedamos atrapados en el mundo de nuestro deseos, ideales y quimeras, y cuando las cosas no salen como esperamos nos hundimos.

La vida tiene otra dimensión, y es algo que es imprescindible reconocer. Para poder llegar lejos es preciso creer en uno mismo, y verse de otra manera. En lugar de percibirse como una persona llena de necesidades e inseguridades, reconocerse como alguien capaz de trascender y despertar.

Ahora bien, no se trata de creer en esto sino de contactar con uno mismo. Sin duda para la mayoría de las personas empieza siendo un acto de fe. Para muchos, esta comprensión comienza cuando se cruzan con un mentor que les dice lo valiosos que son. “No pongas límites a lo que puedas llegar a conseguir, no importa cómo haya ido tu vida hasta ahora”, decía mi maestro tibetano Lama Yeshe. Llenos de ofuscación e incapaces de escucharnos a nosotros mismos, empezamos teniendo fe en los maestros. Gracias a eso empezamos a avanzar y salir de la nube de pensamientos falsos que nos ciega.

La necesidad de hacer valiosa la vida nos acompaña todo el proceso. De manera que no buscamos estar bien, ni siquiera ser felices o tener paz. Perseguimos alcanzar un valor incalculable como seres vivos. Estamos llenos de autoengaños, prejuicios y distorsiones, llenos de tendencias emocionales nocivas y pensamientos tóxicos. Tener fe en nuestro potencial y emprender la tarea de emplear cada minuto de la vida en avanzar nos lleva a eludir la influencia negativa de nuestra mente.

Todos hemos tenido momentos de mucha claridad, o mucho amor, momentos de conexión, momentos de una profunda paz, momentos de apreciar la belleza, momentos de lucidez y comprensión. Para la mayoría de nosotros han sido breves y fugaces, pero esos momentos señalan nuestro potencial. Podríamos asegurar que son vislumbres de nuestro futuro, de lo que podemos llegar a ser y vivenciar. Escuchar esos momentos y entenderlos como mensajes del potencial que encerramos es lo que nos ayuda a desplegarlo y hacerlo real.

Esta perspectiva, esta visión del valor que puede alcanzar la vida, deja de lado la búsqueda de la felicidad y el placer, pero sobre todo relega a algo secundario la huida del sufrimiento. “No te des importancia a ti mismo, dale importancia a la vida, dale importancia a Dios”, dijo un santo cristiano. Los problemas de la vida, las frustraciones y los momentos de indefensión y fracaso dejan de tener importancia y empiezan a utilizarse como combustible para estar más despierto, para ser más consciente, para vivir más cualidades. Todo lo que sucede es un ingrediente para despertar, nada se desecha.

¿Cómo apreciar el valor que puede alcanzar la vida? ¿Cómo sentir el impulso de evolucionar y despertar? ¿Cómo aprovechar la vida al máximo? En realidad, la respuesta es muy simple pero muy difícil para la mayoría de nosotros. Es simple porque sólo tenemos que conectar con nosotros mismos. En cada persona hay un impulso a ser más consciente, a ser más amoroso y compasivo, a tener más lucidez y claridad. Hay un anhelo de poseer cualidades, de ser virtuoso, de tener paciencia, de ser justo, de ser amable, de saber perdonar, de dar con generosidad, de ser ecuánime, de ser sabio y humilde, de poder ayudar, de aprender y evolucionar, etc. Está en nosotros, no requiere adquirirlo ni desarrollarlo. En el budismo se llama la Naturaleza de Buda, pero todas las tradiciones espirituales lo reconocen con distintos nombres.

Sin embargo, es muy difícil porque vivimos separados de nosotros, vivimos encapsulados en un mundo de prejuicios, opiniones, ideas y conceptos, estamos secuestrados por nuestra mente a la que rendimos pleitesía. Nos ata nuestra búsqueda de control y seguridad, nuestra búsqueda de reconocimiento y nuestra necesidad de autonomía. Nos ata nuestra mente y nuestras tendencias.

Empezar a evolucionar depende de creer en nosotros mismos, y para hacerlo tenemos que dejar a un lado todas las ideas preconcebidas que nos atan. Solo desde la intuición y el reconocimiento de esos momentos más despiertos que hemos vivido, y también ser testigos de otras personas más evolucionadas, puede ayudarnos a creer en el potencial que tiene la vida y asumir el compromiso de aprovecharlo.

Antes de terminar de leer este artículo y pasar a otra cosa, detente un momento. Dedica sólo unos minutos de tu tiempo a indagar. Intenta ser sincera(o) y honesta(o), no tienes que demostrarle nada a nadie, es algo privado, íntimo. Contempla:

  • ¿Qué es lo más importante para mí en la vida?
  • ¿Qué es lo que realmente quiero?
  • ¿En qué lugar de mis valores pongo llegar a ser mejor persona?
  • ¿En qué lugar pongo estar más despierta(o) y desarrollar sabiduría?
  • ¿Hasta qué punto quiero evolucionar y ser más consciente?
  • ¿Es mi deseo de ser más consciente más importante que nada en el mundo, o es una de las muchas opciones que tengo?

Cuando tengas las respuestas (y recuerda que todas las respuestas son correctas, no tienes que ser de ninguna manera), analiza:

  • ¿Mi vida, mi forma de vivir, refleja mis valores y lo que es más importante para mí?

Ahora busca ser consecuente contigo misma(o) y aprovechar el privilegio que te ofrece estar viva(o)..

Juan Manzanera

Frente al conoravirus

245 ILUS JUANUna antigua enseñanza para tiempos de Pandemia
Ante una situación conflictiva, las personas damos respuestas diferentes. Hay quienes niegan la situación, otros reaccionan con indiferencia, algunos se vuelven muy emocionales, otros buscan toda la información posible; muchos se distraen consumiendo algo, ya sea comida, tabaco, televisión, internet o lo que sea que les mantenga ausentes. También hay quienes buscan apoyo en los demás y quienes se acercan a sus seres queridos, y quienes se aíslan o se encierran.Todas estas respuestas y muchas otras tienen su función y utilidad.

Entender el problema

El problema surge cuando a pesar todo lo que hacemos acabamos en estados negativos. A menudo, en lugar de manejar la situación experimentamos ansiedad, desánimo, irritación, desesperanza, miedo, apatía, etc., de forma que al conflicto se suma a nuestro estado emocional, con lo que todavía nos sentimos peor. Entonces es cuando necesitamos tomar cartas en el asunto y entender lo que sucede. Si comprendemos cómo se produce la negatividad tendremos más capacidad de trascenderla.

Todas estas emociones son en general una reacción a la frustración que sentimos. Es decir, nos encontramos en una situación en que carecemos de muchas cosas que necesitamos. Necesitamos independencia y libertad de acción, y estamos confinados; necesitamos realizar nuestros planes y proyectos, y nos vemos impedidos a ello; necesitamos relacionarnos con nuestros amigos y seres queridos, y nos encontramos aislados; necesitamos sentirnos seguros y controlando nuestras vidas, y nos vemos expuestos sin ninguna certeza; necesitamos compartir, vivir experiencias nuevas, celebrar, viajar, etc. y todo eso está limitado o bloqueado. Hay una larga lista de necesidades que no podemos satisfacer y, ante eso reaccionamos mal.

Los estados mentales negativos son reacciones emocionales ante el dolor que la vida nos trae. La mayoría de las personas enfocamos la atención en lo que nos falta y en tratar de tenerlo, pero además cuando la situación lo impide, somos incapaces de parar y seguimos deseando tenerlo. Esa ansiedad por tener algo que no podemos conseguir a corto plazo se convierte en una emoción negativa.

Empoderarse

En un antiguo texto escrito por un maestro tibetano (del siglo XI) podemos leer: Cuando el mundo y los seres se llenen de maldad, transforma las circunstancias adversas en el camino del despertar.

Hay algo muy interesante aquí. Lo que el maestro nos está señalando es un cambio radical de enfoque. Esto es, en lugar de seguir empeñado en buscar bienestar y satisfacción, en lugar de rechazar las frustraciones y la insatisfacción, el maestro nos propone que aprovechemos las circunstancias para avanzar en el camino espiritual.

La cuestión clave es dejar de darle tanta importancia a acabar con el malestar, de enfocarse tanto en la infelicidad, y poner energía en evolucionar y despertar. Es un enfoque muy radical que hoy en día, diez siglos después, sigue estando vigente y sin embargo resulta muy complicado para muchos de nosotros.

Algunas personas critican al budismo porque habla demasiado de sufrimiento; sin embargo, si leemos bien esta instrucción puede apreciarse todo lo contrario. Nos invita a dejar de hacer tanto caso a nuestras miserias y poner más energía en despertar.

Ahora bien ¿qué significa el camino al despertar?

En la práctica quiere decir cultivar cualidades. Quiere decir que cuando las cosas van mal nada nos impide seguir desarrollando sabiduría y compasión. Podemos seguir avanzando en el camino.

La cuestión esencial es definir nuestro propósito vital. Con todo esto que está sucediendo se habla de cambiar, de que a partir de ahora las cosas van a ser diferentes. Pero las cosas no cambian simplemente porque lo necesitemos o nos apetezca. Somos nosotros los que tenemos que hacer algo para evitar que vuelva la inercia y caer en los mismos comportamientos de siempre. El cambio fundamental viene de la motivación. Cuando nuestros intereses y motivos cambian, la vida cambia.

Desde la perspectiva de la meditación nuestra vida se transforma cuando nos hacemos conscientes de qué es lo importante. Cuando descubrimos que sólo desplegando nuestro potencial de cualidades y fortalezas podemos encontrar satisfacción y plenitud en la vida. Las situaciones difíciles y las crisis forman parte de los ciclos de la vida. Sólo si tenemos recursos podemos afrontarlas con equilibrio y sentido. Un conocido aforismo dice que sólo podemos atravesar un largo desierto si llevamos suficiente agua, del mismo modo, sólo saldremos airados de la experiencia vital si tenemos suficiente generosidad, gratitud, amor y el resto de cualidades del camino del despertar.

Las instrucciones del maestro nos animan a empoderarnos y a dejar atrás el papel de víctimas. Es decir, en lugar de caer en la indefensión y el victimismo (las críticas destructivas, señalar los defectos y errores, culpabilizar, enfadarse con quienes hacen lo que pueden por sacarnos de esta crisis también son formas de victimismo), en lugar de la actitud infantil de seguir empeñados en tener lo que hemos perdido, el maestro nos propone que hagamos un cambio radical en la dirección hacia la que nos dirigimos en la vida.

Debemos confiar en nuestra fuerza interior y sentirnos capaces de aprovechar las circunstancias. En vez de encogernos esperando con impaciencia a que pase lo malo, lo abordamos para sacar lo mejor de nosotros mismos. Descubrimos que el objetivo en la vida no es estar a salvo de la maldad sino ser más humildes, sabios y compasivos.

Con nuestra forma de reaccionar afectamos a los demás. Siempre influimos en los demás. Así que no está de más preguntarnos qué queremos aportar; cuál queremos que sea nuestro legado tras pasar por la vida. Reaccionar con enfados, quejas y demás sólo resta, sin embargo, evolucionar y despertar en una situación complicada es lo que más suma.

¿Cómo se hace?

La siguiente instrucción del maestro, en el mismo texto dice: Pon toda la responsabilidad en lo mismo. Es un mensaje un tanto ambiguo que sin embargo nos invita a indagar en profundidad. La cuestión es que si hubiera una sola cosa responsable de nuestra infelicidad y de que nuestra evolución se encuentre paralizada, ¿qué sería? Nos sentimos frustrados, inseguros, inquietos, desanimados, etc. ¿cuál es el verdadero responsable de todo esto?

La respuesta rápida, habitual, es culpabilizar a algo o alguien (una epidemia, una persona, etc.), es lo que hacemos siempre, y lo que impide algún cambio. Tenemos que ser más honestos y llegar al fondo de la cuestión.

El maestro nos dice que el responsable último es el ego. Dicho de otro modo, el problema son nuestras expectativas, creencias erróneas, hábitos emocionales, inseguridades, deseos y sombras. Todo esto en su conjunto es lo que se denomina el ego. El problema no está fuera sino que lo tenemos muy cerca, está en nuestra mente.

La infelicidad y la frustración vienen del ego, pero también las interferencias a evolucionar y despertar. Sólo si soltamos nuestras tendencias, podremos seguir avanzando y llegar al despertar.
Hacer que las situaciones difíciles sirvan para despertar viene de abandonar la idea distorsionada de uno mismo. Si no lo hacemos, nos convertimos en la diana para que sigan llegando problemas. La única manera de resolver muchas de las experiencias difíciles que nos encontramos en la vida es abandonando algún grado de egoísmo y poseer suficientes cualidades.
Cuando hacemos esto, cuando reparamos nuestro ser eliminando el ego, también eliminamos el desequilibrio de quienes nos rodean. Sanamos el mundo. De modo que, ¿cuál sería la experiencia en una situación de crisis si dejáramos a un lado inseguridades, expectativas, opiniones, creencias, deseos, tendencias emocionales negativas, y todo lo que constituye el ego?

¿Cuál sería la experiencia si viviéramos la crisis con compasión, gratitud, regocijo, amor, ecuanimidad, paciencia, humildad y todas las cualidades del despertar?

Es fácil apreciar que la diferencia es enorme. Así pues, concretando, ante la frustración, en lugar de reacciones basadas en el ego, buscamos vivirla con el mayor número posible de cualidades. Podemos usar la meditación o cualquier otra técnica, la cuestión es hacer que la respuesta a la situación sea una emoción positiva.

Resistencias

No nos resulta fácil enfocarlo así, pero hemos de tomarlo como un aprendizaje. A menudo nuestro punto de partida ha sido complicado y estamos muy dañados. Nos hemos criado con tendencias a la envidia, a la mentira, a depender de la aprobación de los demás, a ser falsos, a ir con una máscara, a luchar por más poder, a querer agradar, a ser caprichosos e impulsivos, a fijarnos en los defectos de los demás y un largo etcétera. Soltar estos egos de toda la vida es complicado.

De modo que en la siguiente frase de nuestro texto el maestro dice: Usa cualquier circunstancia inmediata para meditar. Un verdadero maestro tiene más fe en nosotros que nosotros mismos. Aquí, el maestro no responde a nuestras quejas de impotencia y dificultad. Simplemente nos dice que practiquemos. Hazlo, practica, medita en lo que te está pasando. Sin postergarlo, sin dudas. La instrucción es vivir la experiencia con lucidez y compasión.

Lo que nos libera es hacernos conscientes de lo que sentimos en el cuerpo y la mente, hacernos conscientes del malestar, la ansiedad, la indefensión y demás, y poner ahí mismo amor, gratitud, generosidad, regocijo o cualquier otra cualidad. La práctica es hacerse consciente de la vivencia y ahí mismo, en esa inmediatez de la vivencia permitir que se desvele lo que realmente somos. La tarea es dejar de escaparnos del malestar y vivirlo con sabiduría y compasión.

Práctica

Una forma de conseguirlo es usar la meditación. Meditar en ecuanimidad, meditar en amor, meditar en compasión, meditar en la vacuidad del yo, meditar en la lucidez que siempre hay aquí, meditar en la impermanencia, meditar en atención plena, meditar en la interdependencia de todo, meditar en gratitud, meditar en regocijo, etc.

Miramos al futuro, a cuando esto acabe. Queremos que termine cuanto antes. Tenemos motivos de salud, pero también económicos, necesidades, metas, planes. No obstante, es vital añadir también otra perspectiva. En meditación, buscamos la forma más evolucionada de vivir esta experiencia. Cada momento de la vida está lleno de significado, querer que pase pronto, querer que llegue otra cosa es azuzar el bucle del sufrimiento.

La vida es muy corta. Para algunas personas el día es muy largo y para otros pasa demasiado rápido. Si el objetivo es cambiar la mente, la vida es demasiado corta, si el propósito es evolucionar y despertar apenas tenemos tiempo.

Sólo si abordamos las experiencias con valentía y decisión, cambiará algo en nuestras vidas. De lo contrario, está crisis pasará pero vendrá otra y después otra, así hasta que sepamos vivirla con apertura, humildad, lucidez y compasión.

Juan Manzanera

Nota: El texto tibetano se llama Lo-Yong Don-dun-ma, fue compuesto por el Lama Gueshe Chekawa. Hay numerosas versiones comentadas en español.

COLABORADORES Revista Verdemente