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Entrevista a Alexis Racionero: La Actualidad del Orientalismo (I)

219 ENTREVISTA1BYNGran parte de nuestro encuentro personal con la Espiritualidad y el Orientalismo, se ha producido a través del viaje. Éste se ha convertido per se en una forma de crecimiento personal. Luis Racionero es uno de los más interesantes narradores sobre el Sureste Asiático en los últimos años. Recientemente ha publicado (Ed. Kairós), que es una invitación al viaje interior, a través de paisajes y gentes del Sudeste Asiático..

¿Por qué tu acercamiento a Asia?

 Mi conexión con Asia viene de mi infancia. Mis padres venían de haberse hecho hippies en California y sus casas estaban llenas de telas indias, sofás zen y motivos orientalistas. Después llegó Star Wars y las lecciones de Owi Wan Kenobi y Joda. El cine de samuráis de Kurosawa y la lectura de libros de mi padre como Textos de estética taoísta u Oriente y Occidente. De ahí ya me adentré en lectura de clásicos como la Bhagavad Gita, los Yoga Sutras de Patanjali o el Tao Te King, además de autores como Alan Watts, Krishnamurti y D.T. Suzuki. 

Con treinta años estaba saturado de lecturas y conocimientos, estaba a mitad de mi tesis doctoral sobre la Contracultura americana y el cine de Hollywood de los 70. Llevaba una década de profesor de cine. Necesitaba experiencia. Salir y airearme de tanto mundo académico. Así llegué a la India, en el 2004 y desde entonces no he parado de viajar a Asia.
Mi acercamiento es desde esas lecturas, filtrado por la sabiduría ancestral de aquel continente que ofrece cosas que nosotros perdimos. También hay una fascinación por sus paisajes, sus colores y sus ruinas o templos.

 En tu libro, realizas un viaje a distintos territorios, ¿por qué decidiste esta visión global? ¿Qué pretendías con ello?

Quería recoger todos mis viajes en un solo viaje, dando una visión global y de conjunto, con el riesgo de querer abarcar mucho y caer en lo superficial. Aún así he querido ofrecer al lector una introducción a las filosofías orientales desde enseñanzas muy simples que pueden mejorar nuestra vida cotidiana. A lo largo de los diferentes capítulos abordo un país o territorio con su aprendizaje y mis experiencias de viajes, vinculadas al mismo. 

Como viajero siempre me faltó tener algo más que una guía de viaje. Buscaba tener unas nociones religiosas, culturales y filosóficas de los lugares que iba visitando. Mi libro busca llenar ese hueco aunque por encima de todo cubre una cuestión vital personal: la de querer contar todo lo aprendido durante años de lecturas y viajes. Lo he escrito más de una década después de mi primer viaje a Asia, después de haber recorrido lugares como Myanmar, Tailandia, Nepal, Tïbet, Laos, Camboya, Japón o Sri Lanka.
Estructuro el libro en diez capítulos. Cada uno de ellos contiene un aprendizaje vinculado a un territorio y las experiencias de viaje correspondientes. De esta manera trato de ofrecer una guía clara para esta visión global de Asia, en la que el lector no pueda perderse. Además, por lo que me comentan algunos lectores, esto permite leer el libro por capítulos, sin necesidad de seguir un orden cronológico.

 Planteas un discurso antitético entre Occidente, y los elementos que perviven y caracterizan a Oriente. De hecho, el libro tiene mucho de búsqueda. ¿Crees que la pérdida de determinados valores y percepciones en nuestra sociedad es irremediable?

 En este mundo global todo se iguala, se unifica, bajo un monopolio comercial común, es esa gigante Matrix que nos envuelve y que también ha llegado a Oriente. Sin embargo, en mi discurso me interesaba indagar en las diferencias o en aquello que tiene Oriente que un día perdimos o que procede de su antigua tradición. He querido recuperarlo para complementar y mejorar nuestra vida cotidiana. Para mí la gran pérdida occidental es la espiritualidad, producto de haber confundido o equiparado a ésta con la religión. Uno puede estar al margen de una religión como el catolicismo u otra, sin embargo, no puede negar su dimensión espiritual. Parece como si desde principios del siglo XX con el nihilismo de Nietszche matáramos a Dios y nos fascinamos con el culto a la razón, pero ya sabemos que ésta puede producir monstruos. Hoy vivimos en una sociedad urbana industrial bastante neurotizada, pensando que sólo somos nuestra mente pero somos mucho más. El hombre como predican el yoga u otras creencias orientales es cuerpo, mente y alma. 

Como me dijo Raimón Pannikar en una entrevista para mi documental Rubbersoul, “el hombre sin espiritualidad se ahoga”. Me temo que esto es lo que nos está pasando. Pese a ello, no pienso que sea algo irremediable, ni esto ni la pérdida de contacto con la naturaleza, ni la falta de comunicación con nosotros mismos. Simplemente, se trata de reaprender, de ser conscientes de ello, buscando el camino que nos lleve a tener vidas más plenas, más alineadas con nuestro dharma o propósito vital, algo que no se trata sólo de ganar dinero.
Hoy existe un gran interés por la meditación Vipassana o Mindfulness, por el yoga, el Tai chi y todo eso que englobamos en la llamada autoayuda o terapias de transformación y crecimiento personal. Ya sucedió al final de los sesenta con el New Age y ahora retorna con mucha fuerza al igual que el ecologismo.

En tu construcción literaria, tiene un enorme peso la imagen, fruto de tu experiencia vital y profesional. De hecho, no es posible concebir tu hilo narrativo sin esas imágenes, casi diapositivas. ¿Dentro de ese fotograma fijo, cuáles son las diferencias entre los diferentes países que has recorrido?

 Es cierto escribo en imágenes, porque mi memoria es visual. Puedo olvidar un nombre o confundirlo con facilidad pero en cambio sé volver a un lugar diez años después, gracias a mis coordenadas visuales. Me gusta observar, fijar en imágenes y le doy mucha importancia a la naturaleza y los templos. No sólo es conocimiento sino placer estético. 

Hay países como Camboya, Laos y partes de Vietnam que son países del agua, muy fluviales, imbuidos por el gran Mekong. Frondosidad, selva tropical, verdes palmeras, campos de arroz, con lugares mágicos como Tam Coc, Luang Prabang o Kep. Otros son lugares de alta montaña con bosques frondosos como el Kashmir o el valle de Parvati en la India. Y también hay territorios lunares como la alta meseta Tibetana que también puede conocerse desde el extremo hindú de Laddak.
A los países que he recorrido les diferencia el paisaje y en ocasiones el entorno más rural o urbano, y les iguala el hecho de ser países de religión budista o hinduisto. 

¿Y las semejanzas?

 Como decía les iguala la raíz común de la que proceden: la gran tradición cultural y religiosa surgida de la India que se extendió por todo el Sudesteasiático, el Nepal, el Tíbet o Sri Lanka. Algunos países 219 ENTRE alexismonjescomo China y Japón quedan más lejanos de estos orígenes pero conservar formas de espiritualidad budistas o elementos comunes entre religiones como el sintoísmo japonés y el taoísmo chino que veneran a los espíritus de la naturaleza o a su energía inaprensible. 

Asia tiene una luz dorada muy especial que se repite en muchos lugares como India, Myanmar, Laos, Sri Lanka o Vietnam, algo que los templos tratan de emular con sus grandes pagodas doradas.
Igualmente, las distintas religiones dejan imágenes e iconos comunes, como sucede con el arte budista o los números dioses hinduistas.
Los mercados de ciudades como Bangkok, Yangoon, Delhi o Hanoi pueden ser igual de bulliciosos, compartiendo productos y puestos o tenderos de misma arquitectura, textura y olores. Ahí un elemento común son las omnipresentes especias, al igual que los campos de arroz tienden a igualar los paisajes.

 ¿Qué entiendes por “Saber Fluir”? ¿Y cómo podemos conseguirlo?

 Dejarse llevar, wu wei, seguir la línea de menor resistencia. Podemos conseguirlo no aferrándonos al personaje que hemos construido y liberándonos de la agenda que parece dar sentido a nuestras vidas. Improvisa, libérate y deja que las cosas vengan a ti en vez de correr tras ellas. 

Aprende a observar lo que se te presenta sin apenas buscarlo y no te empeñes en ir en la dirección que te presenta obstáculos continuos. Si te dejas llevar y fluyes es más fácil que conectes con tu ser verdadero, libre de introyectos familiares y creencias establecidas.
Una práctica para comprender el fluir y la impermanencia de las cosas es meditar delante de un gran río. Perder la mirada en el gran caudal de las aguas que descienden hacia el mar. Asia posee grandes ríos como el Mekong, el Ganges o el Indo.

 Tus libros tienen mucho de grandes relatos de viajes escritos por autores como Thubron. Entiendo que en ese sentido, buscas trascender más allá del mero componente descriptivo. De hecho, tu nuevo libro está muy marcado por ese “Yo” constante, que sirve de referencia. ¿En qué medida ese “Yo” ha sido transformado por Asia?

 Como me dijo Mark Dyckcowski, profesor de tantra que vive en Benarés desde hace décadas, viajamos para conocer al otro y acabamos descubriéndonos a nosotros mismos. Él fue a la India como joven hippie, procedente de Inglaterra y se quedó para siempre. Después de aquel viaje, no volvió a ser el mismo. El viaje le cambió. Eran los primeros años sesenta, cuando muchos jóvenes huían en busca de formas de vidas ajenas al modelo de la sociedad del bienestar occidental. Para mí, el viaje también es una forma de autoprendizaje y conocimiento. Por eso admiro a los autores que como Thubron, Norman Lewis o la increíble Alexandra David Néel hicieron de su vida el viaje, sin que podamos separar su persona y forma de entender la vida con sus experiencias de viaje. Admiro a quienes como el beat Gary Snyder o tantos otros de aquella generación u anteriores fueron vagabundos del dharma (como se titula una de las novelas de Jack Kerouac) que se adentraron en países desconocidos con ningún camino o ruta pre establecida. Ellos son los héroes del viaje interior que nos abren el camino a los que venimos después. Como dice Josep Campbell, no estás solo en el viaje del héroe porque todos los que han transitado antes el camino, te acompañan. Lo mismo puede aplicarse a una crisis personal a superar. Nos sentimos solos pero muchos han tenido que pasar por ahí y a toda esa gente a los que llamo viajeros de la conciencia, en busca de encontrar mayor plenitud en sus vidas es a quien dedico este libro. 

Mi yo fue transformado en Asia porque allí me di cuenta de todo el dolor que llevaba reprimido por diversas muertes de seres queridos. Fui consciente de mi soledad como hijo único de padres separados. Sentí la gratitud por los abuelos que me criaron y los lloré como nunca antes. De otra parte, la inmensidad de los Himalayas me convenció de lo importante que es contactar con la naturaleza. La espiritualidad oriental hizo vibrar mi alma y la despertó de tanto racionalismo acumulado. Sin duda, le debo mucho a Asia, y sin todos estos viajes no sería quien soy hoy en día.
Para mí viajar es autoaprendizaje y un medio para conocerte mejor.

En tu descubrimiento de Asia, fue fundamental el cine… ¿Cuáles fueron tus principales influencias?

Conocí Asia desde el cine de Hollywood que vi de niño con títulos como saga de Star Wars o Blade Runner que me descubrió el cyberpunk japonés y un paisaje urbano fascinante que después reencontré en Bangkok, Tokyo u Osaka. 

Más adelante llegó Kurosawa y Rashomon, Yojimbo y Los siete samuráis, para seguir con Kwaidan o Harakiri de Kobayashi y ya más reciente el cine de animación de Miyazaki que me parece un creador impresionante. Me gustó mucho también el primer Kim Ki Duk con Primavera, Verano, Otoño, Invierno.

Hace años estuviste en Cuba. He vivido una larga temporada en Sudamérica, y es difícil no tener algunas imágenes y reflexiones parecidas a las que tú has vivido en Asia. A veces tengo la sensación que nos encontramos en una dialéctica relativamente simple, entre espacios en los que la modernidad salvaje ha roto muchos elementos de entronque vital, y otros en los que es posible encontrar unas relaciones humanas, muy desiguales, pero unidas. Uno de los elementos que siempre nos sorprende más, es la presencia de la muerte, y cómo forma parte del día día, desde una óptica optimista ¿Cuál ha sido tu percepción sobre ella en Asia?

El miedo a la muerte es el gran tabú de las sociedades industrializadas, acompañada del culto a la eterna juventud. Sentimos el tiempo de una manera lineal, como principio y final. En Asia, la percepción del tiempo es cíclica. Nacimiento y muerte son una misma cosa. Allí la muerte conlleva dolor por la pérdida pero se vive como un punto y seguido, no final. Cuando presencias los rituales funerarios, tanto en Benarés como en poblados del Sudeste asiático ves naturalidad, el muerto a hombros de los familiares, colores, cantos y emociones sentidas, no sólo tristeza y oscuridad. Así mismo, el anciano siente que es hora de iniciar un viaje a otro lugar.

219 ILUS ENTRcalientasopaPensabas titular tu libro “El país de las Sonrisas” ¿Por qué?

De inicio iba a ser un libro concentrado en el Sudeste asiático, en concreto en países como Birmania y Tailandia, de incidencia budista. Tuve una mala experiencia con un editor que me prometió la publicación del libro y otro que debía seguirle, pero nunca se llegó a firmar el contrato. 

Me sentí decepcionado y colapsado, así que me lancé a escribir el libro que siempre quise hacer, sin tener en cuenta nada que mi propia voluntad. No como encargo sino del tirón. Se lo llevé a un editor de mayor prestigio con el que había tenido relación anteriormente y por suerte, le gustó el libro. A partir del acuerdo con Agustín Paniker de Kairós, todo fue muy fácil. Me siento muy agradecido por el trato recibido y orgulloso de poder publicar donde publicaron mis padres hace cuarenta años cuando yo nací. Mi madre publicó California Trip y mi padre Ensayos sobre el apocalipsis, ambos en clave contracultural. 

¿Cuáles son tus nuevos proyectos?

En este momento estoy escribiendo mi primera novela, sobre mi relación con la generación de los sesenta, pasando por mis etapas de crecimiento, con momentos de rechazo e integración. Siento que he tengo cosas que contar de todas esas gentes que conocí de niño y adolescente. Ahora que estoy a la mitad de la vida, veo cuánto de todo aquello he integrado y puede servir para pensar que el sueño es posible y que es bonito creer en la utopía, la naturaleza y la espiritualidad. John Lennon dijo que el sueño se había acabado pero luego nos invitó a soñar en un mundo mejor. Mi novela va en esa línea, desde una perspectiva irónica y sentida que combina la memoria histórica. Es bueno saber quién fue Timothy Leary, Gary Snyder, Alan Watts, Terenci Moix o muchos personajes anónimos de un tiempo lleno de flores y buenas conversaciones. Después me gustaría recuperar un proyecto que aparqué sobre El camino del samurái, mezclando la vía del samurái con los antiguos caminos medievales de Japón y el cine clásico japonés. 

¿Cuándo volverás a Asia, y cuál será tu destino?

Pienso volver a Japón muy pronto para desarrollar el libro que comentaba y para cumplir una promesa que le hice a mi hija Alicia. Ella viene de allí, donde mi mujer quedó embarazada. Desde entonces, tenemos una bonita historia de amor con este país al que admiro por su armonía y combinación de modernidad y tradición. Me encanta perderme por los viejos bosques de inmensos árboles, contemplar los bellos jardines zen, dormir en ryyokans tradicionales con puertas correderas de papel de arroz, sentir la madera del suelo y toda esa tradición vinculada al budismo zen, de espacios minimalistas, organicistas bajo sombras y vacíos. Igualmente, no tardaré mucho en volver a la India, donde tengo pendiente todo el sur y meterme en un retiro de yoga o ayurveda. 

Acerca de Alexis Racionero

Es Doctor en Historia del Cine, y profesor de cinematografía en la ESCAC de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde ha impartido clases de análisis fílmico, estética cinematográfica, estilos visuales o sobre cómo el cine puede mostrar la historia, sociedad y cultura del reciente siglo XX. Ha publicado espléndidos libros sobre el quehacer cinematográfico, como El Documental y El Lenguaje Cinematográfico (UOC Ediciones). Su línea de investigación ha girado en torno a la Contracultura y las filosofías orientales. En sus libros reproduce el esquema narrativo cinematográfico y documental en las descripciones paisajísticas y sociales. Entre sus obras destacan, Shanti, shanti. Viaje al norte de la India rodando un documental (UOC Editorial) o El Ansia de Vagar, junto a L. Racionero (RBA, Editores).

Entrevista: Manuel Castro Priego

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