Buscar

Cuando Yo no estoy se acabó el problema

El pequeño y esclerótico yo interfiere enojosamente a cada momento y nos hace demasiado egocéntricos, personalistas y posesivos. Por estar enamorado de sí mismo Narciso halla la muerte. Por estar fascinados y dominados por ese pequeño pero voraz yo es como si estuviéramos muertos, viviendo en una obsesión por alimentar la autoimagen. Y así de lo que neciamente no nos percatamos es de que la auto-importancia nos debilita, nos hace frágiles e incluso ñoños, nos ofusca y nos crea una disfunción. Ese pequeño yo o ego hace el juego a la pequeña mente, a esa mente neurótica y egocéntrica que frustra la manifestación de la mente grande y menos encapsulada en la imagen y las tendencias egoístas.

El término egocéntrico es muy significativo: centrarse en el ego, o sea en ese gran falsario que tantas dificultades causa. Es la fijación en el narcisismo que nos impide crecer interiormente, evolucionar conscientemente. Sin embargo, cuando yo no estoy, cuando no se presenta ese gran farsante, se acabó el problema, porque ya no hay dardos que puedan dar en una diana interna, como no hay flechas que puedan herir el cielo.

En mis clases de meditación hago referencia a dos historias muy elocuentes al respecto.

Una de ellas:Un amigo se encuentra con otro y le pregunta: "¿Qué tal estás?". El amigo responde: Muy bien, querido amigo. Antes tenía un defecto y es que me creía el mejor. Ahora lo he superado y soy perfecto.

La otra: Un escritor se encuentra con un amigo y durante dos horas comienza, implacablemente, a hablar de sí mismo. De repente se detiene y dice: Bueno, amigo mío, ya hemos hablado bastante de mí. Ahora hablemos de tí. ¿Qué te ha parecido mi última novela?

El pequeño y ladino yo que a menudo a uno se le impone. El repertorio de papeles del ego es extraordinario, por lo que tiene de variado pero también de perverso. Hay que explorar su naturaleza y observar sus reacciones. Por cualquier rendija de nuestro comportamiento puede aparecer y siempre que toma las riendas, el problema está presente. Los feos rostros del ego no son pocos: alardear, envanecerse, dominar, competir a toda costa, adornarse con la altivez y la soberbia, manipular y tantos otros.

El pequeño yo es un gran tirano y se requiere un trabajo interior de gran envergadura para irlo debilitando y expulsando finalmente de su reino. Cuando se va consiguiendo, uno se siente aliviado y es como si recuperara después de mucho tiempo su hogar interior. Pero esta sociedad en descomposición se caracteriza por valorar y abonar ese pequeño yo que divide y crea constante sufrimiento social. Por eso el trabajo para desenmascarar el ego y desmantelarlo aún es mayor. Hemos construido una estructura falsa que hay que cuestionarse y empezar a desarmar. Es esa muerte iniciática a la que hacen referencia muchos maestros espirituales, para poder abandonar la vieja psicología y que pueda nacer la mente a una dimensión de consciencia más lúcida y generosa.

Sirva saber, aliente saber, motive saber que cuando yo no estoy se acabó el problema. Entonces, ¿por qué lo perpetuamos siendo fuente de desamor, desdicha, conflicto y amargura?

Tagged under: Ramiro Calle

COLABORADORES Revista Verdemente