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Yoga como ciencia de la salud integral

179 RAMIRO

El yoga nace hace miles de años como una técnica espiritual, que favorece la evolución consciente, para hacer posible estados superiores de consciencia que puedan reportar un conocimiento intuitivo que le está vedado a la mente ordinaria. Esa es una de sus vertientes primigenias, pero en su posterior evolución se convierte también el yoga en una ciencia de la salud integral y, por supuesto, el precursor indiscutible de la ciencia psicosomática. Como un ser humano es una entidad biopsicosocial, la verdadera salud o salud integral consistirá en el bienestar físico, psíquico y afectivo. Aunque éste sea un ideal de salud no fácilmente alcanzable -pues implica armonía en todos los planos-, sí puede uno aproximarse al mismo siguiendo determinadas actitudes, normas de vida, ejercicios psicofísicos y prácticas e higiene psicomental.

A lo largo de este viaje existencial disponemos de unos instrumentos vitales que son el cuerpo, la mente y la energía o hálito vital. Aunque todo lo compuesto tiende a descomponerse y lo constituido -antes o después- a declinar, podemos hacer mucho por el equilibrio de nuestros instrumentos vitales. El equilibrio de salud y bienestar, del mismo modo que la ruptura del mismo desencadena desórdenes o trastornos. El equilibrio tiene que conducirse, también, como indica el yoga, a la bioquímica, los elementos vitales y el sistema endocrino, así como a la mente y a las emociones. El yoga descubrió desde sus orígenes la estrecha interrelación que hay entre el cuerpo y la mente, y cómo uno afecta inevitablemente a la otra, y viceversa. Solo cuando el cuerpo está equilibrado y la mente permanece armónica, podemos hablar de salud integral o total.

Cuando la mente está agitada y los estados mentales conflictivos prevalecen, esas tensiones se somatizan y perjudican al cuerpo, de la misma manera que cuando el cuerpo no opera armónicamente también resiente la actividad y el buen funcionamiento mental. Las enseñanzas y prácticas del yoga pretenden que haya cooperación entre las distintas funciones del organismo, que los aparatos y sistemas vitales cursen equilibradamente y, con respecto a la mente, que prevalezcan actitudes y estados mentales sanos. Así, el cuerpo se pone al servicio de la mente y la mente del cuerpo, para cooperar recíprocamente y actualizar todos los potenciales psicosomáticos. No cabe duda de que muchas de las técnicas del yoga (sobre todo del hatha-yoga) son de control psicosomático, y el practicante va aprendiendo a valerse de los medios para que su organización psicosomática funcione mejor, evita la dispersión de energías y el desequilibrio, y se convierta en una aliada en su tránsito por la vida.

Como ciencia integral de la salud, el yoga procura a la persona:
•    Prácticas de higiene tanto somática como mental.
•    Técnicas de ejercitamiento muscular.
•    Procedimientos de control respiratorio.
•    Técnicas de relajación y tranquilización.
•    Ejercicios para aprender a pensar y dejar de pensar.
•    Técnicas de meditación para reorganizar la psique y modificar los modelos de pensamiento negativos.
•    Enseñanzas y actitudes para mejorar la afectividad.

Se presta atención a la purificación de los nervios, la pacificación del sistema nervioso y el perfecto equilibrio de los principios vitales, que son la función linfática, la energía nerviosa y el metabolismo. Se promueven los hábitos saludables de vida y se cuida y desarrolla de modo especial esa preciosa función de la mente que es la consciencia. No hay rama del yoga ni ninguna de sus técnicas que no deba ser observada a la luz de la consciencia. La consciencia misma es salud, y el metódico desarrollo de la atención mental integra la mente, desalienta y ayuda a prevenir trastornos psíquicos y psicosomáticos. Hay innumerables ejercicios para el entrenamiento de la atención y la intensificación de la consciencia.

Todo lo referido es con respecto al auténtico yoga, y no a todo tipo de "yoga" fitness, pseudoyogas o yogas falseados y distorsionados, que se han vuelto un culto al cuerpo, a la competición y a la estampa del contorsionista, o sea justo a todo aquello contrario al yoga. Paradójicamente, y hasta este grado puede el ser humano distorsionar las genuinas enseñanzas, el yoga, que surgió como técnica espiritual y para reportar desapego y sosiego, se ha convertido hoy en los neo-yogas en métodos falsarios para apegarse, agitarse y estresarse. Aquí se cumple le viejo adagio de cómo poder convertir el cebo en un anzuelo envenenado, donde en lugar de pretenderse menguar el ego, se hace todo lo posible por afirmarlo narcisisticamente.

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