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Comer con atencion plena -Mindful eating*-

180 AGUSTIN

Mindfulness o atención plena- es prestar atención de manera deliberada, ser totalmente consciente de lo que sucede tanto en tu interior – en el cuerpo, el corazón y la mente- como fuera, en tu entorno. Mindfulness es consciencia sin juicio de valor ni crítica. Jan Chozen Bays

La cultura de la comida rápida, el desarrollo de la industria alimentaria y otros factores sociales han afectado a nuestros hábitos alimenticios. Hay una epidemia de sobrepeso (y obesidad), de trastornos alimentarios y enfermedades producto de una relación desequilibrada con la comida. Se está intentado solventar esta situación con una lucha contra la acumulación de grasa en nuestros cuerpos, a través de dietas diversas (muchas veces insanas), ejercicio compulsivo, liposucción, cirugía digestiva, etc. Pero estas soluciones han resultado poco duraderas, presentan muchas veces complicaciones y efectos secundarios negativos. No van a la raíz del problema.
El problema no está en los alimentos ni en nuestras células. El origen está en nuestra mente y corazón. Necesitamos un trabajo interior con nosotros mismos. Necesitamos otras maneras de afrontar el asunto de comer.
Mindfulness podría ser la herramienta apropiada, accesible, profunda y que además produce efectos duraderos, sin causar daños colaterales. Comer atentos significa observar las sensaciones, pensamientos y emociones que surgen relacionadas con la comida y el hecho de comer. Podemos aprender a estar presentes al comer, mejorar la relación con la comida y disfrutar más.
Comer con atención no significa seguir a un experto o una dieta, ni a las últimas novedades de la ciencia, sino a tus propias experiencias del momento. Significa sustituir la autocrítica y la culpa en relación con la comida por respeto a ti mismo y tomar conciencia de tu visión interior. Aunque no tengamos problemas con la comida podemos ampliar nuestra práctica meditativa poniendo atención en el acto cotidiano de comer.
Cuando eramos niños teníamos una relación natural con la comida, y con las sensaciones de hambre y satisfacción. Al ir creciendo nuestra mente se complicó con todo tipo de aprendizajes y emociones, quizá llegando quizá a convertir el hecho de comer en un problema. Al mismo tiempo nuestro entorno nos fue enseñando hábitos insanos en relación con la comida. Quizá nuestros educadores nos transmitieron su angustia menoscabando nuestra sabiduría innata y el placer natural al alimentarnos.  Como resultado muchos hemos desarrollado hábitos reactivos.
La práctica de mindfulness tiene el potencial de liberarnos de estos hábitos reactivos que llevamos con nosotros. Puede liberarnos de las voces y emociones indeseadas que se han apoderado de nuestra comida y que nos han alejado del hecho natural de comer y disfrutar de ello. Ciertamente es un camino de consciencia: necesitamos coraje en la práctica, apoyo y comprensión.

Observar el hambre
Un primer paso es darnos cuenta de lo que nos lleva a comer. La mayoría dirá que porque tienen hambre. Pero cuando se pregunta a las personas como saben que tienen hambre, se quedan desconcertadas. La causa de este desconcierto es que vivimos un complejo conjunto de sensaciones, pensamientos y emociones, que podemos considerar como distintas clases de hambre.
Con mindfulnes podemos aclarar y separar estas distintas experiencias. Poniendo consciencia, observando con cuidado lo que sucede en nuestro interior, en lugar de reaccionar de forma automática llevándonos la comida a la boca, podemos crear un espacio para el cambio, J. Chozen Bays, (autora del libro Mindful Eating) diferencia 7 clases de hambre:
Hambre visual. Es el que desarrollamos a través de la vista de la comida, de su presentación y atractivo, o del tamaño de los recipientes. Se satisface con la belleza
Hambre olfativa. El olor ejerce un efecto potente en la mente subconsciente. Está muy relacionado con el gusto. Se satisface con el aroma.
Hambre bucal. Es el deseo de la boca de sensaciones placenteras, que varía con cada persona. Para satisfacerlo necesitamos estar conscientes que lo que sucede en la boca. No basta con masticar y tragar, sino experimentar los diferentes sabores y texturas del alimento.
Hambre estomacal. Engloba las diferentes sensaciones que experimenta cada persona en el estómago, que son percibidas como desagradables y que inducen a comer. Dependiendo de nuestros hábitos el estómago se condiciona a esperar comida a ciertas horas, lo cual no significa que haya hambre real.
Puede inducir a confusión cuando sentimos ansiedad, que también produce sensaciones en el estómago, y que solemos confundir con el hambre estomacal, induciéndonos a comer. La práctica de mindfulness ayuda a tomar consciencia de la ansiedad y diferenciarla del hambre. En lugar de comer podemos darnos cuenta de nuestras necesidades reales, que pueden ser relajarse o descansar.
Muchas personas no son conscientes del hambre estomacal y les cuesta saber si están vacíos, llenos o a medias. Es una buena noticia saber que podemos empezar a escuchar a este órgano digestivo y actuar siguiendo su inteligencia.
Hambre celular. Es la consciencia instintiva de las necesidades del cuerpo respecto de sus necesidades de alimentos y cantidad para su satisfacción. Escuchar este hambre es la principal destreza del comer atentos.
Según la temperatura y la actividad realizada nuestro cuerpo puede necesitar más o menos cantidad de alimentos. La escucha atenta y cuidadosa nos va afinando la intuición de los nutrientes que necesitamos. También podemos diferenciar más claramente entre hambre y sed, que muchas veces se confunde.
Hambre mental. Se basa en pensamientos. Está condicionada por lo que leemos y escuchamos, por las modas dietéticas y recomendaciones de expertos, por nuestras creencias del momento. La mente nos puede crear ansiedad cuando comemos siguiendo unos criterios, “esto debería o no debería comer”, y nos podemos olvidar de disfrutar y de escuchar la sabiduría del cuerpo.
Es difícil aplacar la mente, las voces contradictorias que hablan sobre la comida dentro de la cabeza, o el crítico interior que enjuicia lo que comemos y bebemos. Necesitamos calmar la mente con la práctica de mindfulness, entonces la actividad de la consciencia prevalece sobre la pensante. Cuando estamos presentes al comer nos llenamos de satisfacción.
Hambre de corazón. Muchas personas reconocen que comen para llenar un vacío en el corazón, cuando se sienten solas o están tristes, cuando sienten frustración, aburrimiento, disgusto, u otras emociones negativas, como si el fin fuera cambiar el estado de ánimo.
La comida no sirve para llenar vacíos o insatisfacción emocionales. Necesitamos otro tipo de alimento El corazón necesita alimentarse de conexión, intimidad y comprensión. La verdadera presencia al comer nos da satisfacción y nos conecta con el momento. El preparar la comida con cariño, el detalle en la presentación, y el comer con gratitud son también buenas maneras de alimentar el corazón.
Poner presencia al comer
Mindfulness es una capacidad que todos pueden desarrollar. Los resultados son evidentes sin esperar demasiado. Podemos transformar las emociones dolorosas y desarrollar más aceptación y satisfacción con la vida.
Practicando, aprendemos a ser conscientes antes de comer y podemos evaluar cada tipo de hambre para descubrir ¿de dónde viene el hambre? Aprendemos a estar conscientes mientras comemos, nos damos cuenta de lo fácil que es irse a la distracción y al automatismo. Aprendemos a darnos cuenta de cuando estamos satisfechos de alimentos, y de las necesidades que la comida no satisface. Al principio puede resultar difícil, pero con la práctica de comer atento se aprende a desarrollar esta capacidad.
La atención plena va a poner luz en nuestras emociones y pensamientos asociados al comer, desvelar los hábitos reactivos que nos gobiernan, un autoconocimiento necesario para poder ser más libres. Por otro lado, esta presencia nos aporta un mayor disfrute de la fiesta en nuestra boca, y una mayor conexión con el presente que llevará paz y gozo a nuestra mente y corazón.

*Este artículo está inspirado en el libro Comer atentos, de Editorial Kairós. La autora Jan Chozen Bays es pediatra y profesora de meditación. Fundó un monasterio zen donde imparte cursos sobre comer atentos y otras prácticas de mindfulness.

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