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Viaje de Sonido: Un baño de Mantras

241 ILUS RITUALwCada mantra está compuesto por sílabas que en algún lugar y en algún momento fueron regalados al ser humano para ayudarlo a su transformación individual. Su significado es etéreo, pero su poder, inconmensurable. En el acto de repetirlo una y otra vez, gira la consciencia en una doble espiral: hacia dentro y hacia el cosmos. Palabras venidas de lugares lejanos que por no ser nuestras, las incorporamos como ideas sin nombre al espíritu hambriento de verdad que viaja con nosotros. Un mantra, palabra que no habla con el consciente sino con el anhelo de ser tan natural, como la vida misma.

Quizás el mantra y por extensión el rezo, sea el primer baño sonoro que se inventó. Cuando de pequeño visitaba a mis tíos del pueblo, recuerdo las tardes alrededor de una mesa camilla con brasero de carbón y la radio encendida. Esto significaba estar tres rosarios de avemarías y doce padrenuestros, calladitos y sin liarla. Mi abuela Piedad y mi tía Bene eran las que guiaban la salmodia, mientras que mi hermana y yo nos dedicábamos a darnos patadas…. pero sin liarla. Sin embargo, al rato nos solíamos tumbar en la gloria – suelo calentado con leña fina – y muchas veces caíamos en un sueño bendito de paz.

Sí, aquel recuerdo me acerca a Tíbet y a sus monasterios de alta montaña, a India y las escalinatas del Ganges, a Myanmar y sus templos de madera. Lugares donde se sabe que la realidad que tenemos delante está escondida tras una mente que no se detiene nunca. Decía Claudio Naranjo que andamos con un velo que nos impide ver la realidad que tenemos delante, porque la vemos a través de los pensamientos, no de la mirada espontánea y limpia del corazón.

INSTRUMENTOS SAGRADOS

Además del mantra u oraciones repetitivas, existen una serie de instrumentos sonoros que tienen el poder de frenar el discurso continuo de la mente. Ya hemos hablado aquí de ellos en otras ocasiones: cuencos, gongs, didgeridoos y un larguísimo etc. que seguimos descubriendo cada día.

Desde este pequeño altavoz literario, me gustaría animar a personas que estén especialmente atraídas por el sonido, a utilizar estos instrumentos para de alguna forma, ayudar a otros a ser más felices calmando su mente. Para ello no es necesario tener una gran colección de instrumentos. Si hacemos un set de pocos elementos, pero con elegidos contrastes, los resultados pueden ser estupendos.

Para ello bastarían dos o tres cuencos tibetanos para relajar la mente con sus hipnóticos armónicos; algún sonido de la naturaleza como un palo de lluvia, tambor oceánico o tambor tormenta. Cualquiera de ellos o una combinación de todos, serviría para desconectarnos del escenario creado por el hombre y acercarnos a la madre tierra. Un Gong, que no tiene por qué ser especialmente grande, atravesará la mente del viajero con sus innumerables armónicos, dejando que su mente flote en un espacio- tiempo interno. Un didgeridoo requiere una técnica que no todo el mundo posee, pero sus resultados son inmediatos: te clava en la tierra, petrifica el tiempo, vuelves a la cueva donde pintaste aquel bisonte.

SECUENCIA DEL VIAJE

La sensación que tenemos que causar en el viajero es de total relajación y paz interior. Para ello, todo el viaje ha de desarrollarse sin altibajos, como un baile de sonidos que se van intercambiando sin rupturas, con sutiles cambios para que la mente no se amolde a un sonido y se escape de nuevo al pensamiento. Quede claro que quien toca no viaja, no se deja llevar por el sonido, está atento a las bajadas y subidas, los cambios sutiles de volumen, a dejar respirar los armónicos.

El oyente viaja a ser posible tumbado, dejando que el cuerpo pese y el espíritu flote. Por ello tendremos cuidado de no introducir patrones rítmicos o palabras con sentido. Quiero decir que se puede incluir un tambor, pero sólo si somos muy habilidosos; mejor si extraemos de él sonidos, no ritmos. También se puede cantar, pero las palabras se agarran a la mente y es mejor hacerlo usando sólo la voz. El canto armónico es desde luego muy recomendable.

Abrir nuestro corazón… ¿cómo? Bueno, yo usaría una flauta nativa o una kalimba, ambas afinadas en escalas pentatónicas. La dulzura de estos instrumentos nos da esa apertura a compartir, a fluir con otr@s. Te recuerdo que los instrumentos pentatónicos te permiten improvisar con facilidad. El broche final lo pondrá algún sonido que nos devuelva a un despertar tranquilo y amoroso. Los carrillones Shanti Bell (campana de Paz) y Koshys, son unos novedosos instrumentos que poseen un sonido acuático, fino y sutil, que nos devuelve al ser de una forma apacible y sin estridencias. El fin del viaje es volver con otra mirada, con más fluido en el interior y la piel más permeable a la convivencia. En otras palabras: somos corazón. 

Chema Pascual 

COLABORADORES Revista Verdemente