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Yoga y control de los sentidos

El yoga es definido en muchas ocasiones como “unión”, entendiendo que se trata de la unión con la Conciencia Suprema, con la Realidad última, con lo divino. Si bien es cierto que, sobre todo en un contexto tántrico, se tiende a comprender el yoga como esa unión, también es cierto que en otros textos de la tradición, anteriores incluso a Patañjali, el yoga es definido como el control de los sentidos. La capacidad de pararlos para que no hagan saltar nuestra mente de un lado hacia otro como un mono que va de rama en rama.

Los Vedas conforman un cuerpo de enseñanzas trasmitidas de forma oral desde al menos 1500 años antes de nuestra era. Dentro de los Vedas, hay una parte dedicada a enseñanzas filosóficas, a reflexiones introspectivas acerca de nuestra esencia más íntima y de la realidad última del universo.

Estas secciones reciben el nombre de Upanishads, y entre ellas, quería hoy citar la Katha Upanishad. Este es uno de los primeros textos en los que se incluye una definición de “yoga”, y para explicar en qué consiste alude a la hermosa imagen de un carro, tirado por cinco caballos y conducido por un auriga:

Has de saber que la esencia última de la persona (atman) es el pasajero del carro y el cuerpo es, simplemente el carro. El intelecto es el auriga y la mente son las riendas. Los sentidos son los caballos y los objetos son los caminos que hay por todas partes”. (Kha. Up. 3.3-4)

            En nuestra vida, nos encontramos con infinidad de caminos que prometen llevarnos a un estado de felicidad y dicha. Sin embargo, la experiencia nos demuestra, que esa felicidad que en ocasiones logramos es pasajera, y suele ir acompañada del sufrimiento que conlleva querer mantener a toda costa esa situación de felicidad, o del sufrimiento que se produce cuando ese estado de felicidad se desvanece. El yoga busca desde tiempos remotos poner fin a ese sufrimiento constante. Y su propuesta, no pone expectativas en los objetos externos que llaman constantemente nuestra atención hacia todas partes (muy acentuado en las sociedades de sobreconsumo), sino en algo que dependa de nosotros mismos, en algo interno.

 Está bien, los caminos son muchos y los caballos, es decir nuestros cinco sentidos, ya no saben donde posarse ni hacia dónde ir. Pero tenemos la capacidad de ejercer un cierto control sobre los caballos, poder indicarles el camino a seguir y, en última instancia, cuando comprendemos que el único camino que lleva consigo una dicha plena es el que va hacia dentro de uno mismo, frenarlos.

No debemos confundir el poner freno a los sentidos con reprimirlos. Reprimir implicaría crear una falsa imagen de nosotros mismos, con la que pretenderíamos identificarnos y alimentar en nuestro fuero interno, una olla a presión que en cualquier momento ha de estallar. No se trata de reprimir, sino de comprender que nos puede aportar aquello hacia lo que tienden nuestros sentidos, o de que buscan huir y sabiendo que.

Como todos los seres humanos, en última instancia buscamos ser felices, valorar cuando hay que frenar o seguir adelante. En fin, conducir el carro con habilidad. Para eso, es necesario conocerse más y más a uno mismo, conocer nuestras “trampas” para justificar viejos hábitos, conocer nuestras debilidades y nuestras fortalezas, ver lo que sentimos y acompañarlo sin aferrarnos a juicios de valor: “esto es bueno”, “esto es malo”, “esta persona me gusta”, “a esta persona la detesto”... Incluso cuando estos juicios aparecen podemos observarlos, acompañarlos y brindarles un compasivo “te veo! Parece que no te gusta esto”.

En la imagen del carro, el auriga que conduce los caballos representa el intelecto, entendido en este contexto como la parte más sutil y limpia de la mente, desde la cual se toman decisiones con determinación, con seguridad, confianza y sabiduría. El auriga controla los caballos a través de las riendas, del mismo modo que esa parte sutil y pura de la mente controla los sentidos, por el buen manejo que ejerce sobre la parte de la mente más ruda, aquella que recopila la información que le llega a través de los sentidos, aquella que todo lo pondera y lo duda.

Cuando los cinco sentidos se paran, junto con la mente y ni siquiera el intelecto se mueve, lo llaman el estado más elevado. Se dice que cuando los sentidos son fijados por las riendas, esto es yoga. Entonces una persona se libera de las distracciones, ya que el yoga es el principio y el fin.” (Kha. Up. 6. 10-11)

¿Qué es lo que queda cuando los sentidos dejan de saltar de un lado hacia otro y se vuelven hacia el interior de uno mismo? ¿Qué ocurre cuando los sentidos son fijados por las riendas?

Poner en práctica esto nos cuesta, porque parece amenazar nuestra identidad, nuestra forma habitual y conocida de relacionarnos con el entorno, y supone el reto de adentrarse en lo desconocido, y eso nos hace sentir inseguros, y la inseguridad es una sensación que solemos evitar por todos los medios porque hace tambalear toda nuestra “realidad”.

Según la Katha Upanishad, el yoga nos libera de toda distracción porque nos conduce al punto de origen y fin, al silencio entre las palabras, a la retención entre inhalación e inhalación, justo al momento antes de comenzar a existir.

Esa realidad última, esa Conciencia Suprema, aquello que “es” y a partir de lo cual las demás cosas “son” esto y lo otro, no puede ser alcanzada por los sentidos, ni con las palabras, no se puede comprender a través de la mente, sólo puede vivirse como aquello que simplemente “es”, sin florituras, sin distracciones, sin juicios de valor. El yoga nos lleva de viaje hacia dentro, a conocer a fondo al pasajero que viaja en el carro y para el cual el carro se puso en marcha.

Te invito a que comiences llevar a cabo una pequeña práctica que consiste el poner atención sobre cómo actúan tus sentidos, sin valorarlo, simplemente haciéndote consciente de “ahora oigo esto, ahora mi vista se está posando sobre aquello, ahora siento este olor... e incluso, ahora me doy cuenta de que estoy  pensando esto, mi mente está valorando aquello...”. Acompaña amablemente las sensaciones que esto despierta en ti, en tu cuerpo. Puedes hacer este ejercicio en cualquier lugar, en cualquier momento y de este modo sumergirte en el misterio de ti misma/o.

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