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Sociedad, tecnología y modernidad

236 ILUS MONTSE w

En los últimos tiempos se habla mucho, porque los avances tecnológicos así lo requieren, sobre cómo las nuevas tecnologías y la robótica han de implantarse en nuestra sociedad de modo casi irremediable porque –dicen– es el futuro.

Ante este tipo de afirmaciones, no puedo dejar de preguntarme ¿qué es exactamente ese futuro que algunos parecen conocer? Y, me parece sospechoso que precisamente sean las grandes multinacionales las que promuevan este tipo de “profecías”, que con gusto compramos en honor a la satisfacción, la comodidad, la novedad, la inmediatez, la modernidad, etc.  sin hacer, como consumidores, grandes valoraciones a largo plazo. Si es bueno, bonito y barato, nos lo quedamos y si no es barato pero nos permitirá estar “a la última”, también.

Hablamos de que la sociedad y la tecnología avanzan a pasos agigantados, pero ¿qué significa avanzar?, ¿qué entendemos por evolucionar? ¿es la modernidad buena o mala en sí misma? ¿Qué papel activo tenemos como consumidores y como personas que constituimos la sociedad?

A veces tengo la sensación de que hablamos de la sociedad como si fuese un ente ajeno a nosotras, pero las personas somos quienes conformamos las sociedades. Cuando olvidamos esto, pasamos a hablar del futuro como si fuese una profecía inevitable. Y digo yo, que en el futuro trabajarán más máquinas que personas si nosotras aceptamos y actuamos para que esto sea así. Entiendo que podemos decidir tomar otros caminos, que construyan sociedades diferentes. El caso es ¿qué tipo de sociedad queremos construir y cómo contribuimos a ello?

La confusión entre libertad y hedonismo

Son muchas las ideas y creencias que damos por sentadas sin cuestionarlas. Defendemos la idea de libertad como posibilidad de elección y de satisfacción de los deseos del individuo, sin darnos cuenta de que esa libertad se limita sólo a las formas sin apelar a lo más esencial. Aparentemente, en el contexto en el que vivimos nos hace más libres, pero ¿es así internamente? ¿me vivo más libre gracias a las tecnologías?

Las máquinas, los robots, los teléfonos móviles, etc. no son en sí mismos ni buenos ni malos, son herramientas que hemos creado y serán beneficiosas o perjudiciales dependiendo del uso que hagamos de ellas ¿las usamos desde la libertad, o lo hacemos desde la adicción y la esclavitud?

Para saber si usamos las tecnologías libremente o no, y si nos hacen más libres o no, habrá que preguntarse primero en qué consiste la libertad. Si la libertad consiste sólo en la posibilidad de elegir, entonces sólo podemos ser libres en tanto que podemos elegir. ¿Dejamos de ser libres cuando no podemos elegir? Decía Viktor Frankl, que existe una libertad interior que no nos puede ser arrebatada y que tiene que ver con la elección sobre nuestra actitud. Tal vez no podemos elegir externamente, pero internamente mantenemos la libertad del “cómo y desde dónde decido actuar o no actuar”.

Otra reflexión necesaria cuando hablamos de la libertad de elección, consiste en preguntarnos qué nos impele a elegir lo que elegimos y no otra cosa. Si elijo ir a un lugar, ¿qué causa última me ha impelido a ir a ese lugar? ¿En qué sentido lo he elegido yo?

Tendemos a elegir en función de la satisfacción que nos produce algo. En este sentido, nos dejamos llevar por el hedonismo, entendido aquí como la búsqueda de la felicidad a través de la suma de los objetos y momentos placenteros. Como si la suma de placeres finitos pudiese conducirnos a un placer-felicidad infinito. ¿A caso lo satisfactorio nos conduce siempre a la serenidad y la paz profundas? A veces tenemos que elegir opciones que nos son “las que querríamos” pero que sabemos que sirven mejor al bien común, que no es distinto del propio. Tal vez no era lo deseable pero sí que era lo mejor y lo que nos dejaba “en paz”. 

Sin duda, la posibilidad de elección tiene un papel muy importante en cuanto a nuestra libertad social, ahora bien, requiere del conocimiento para que esa elección se convierta en responsabilidad y libertad. Con conocimiento, no me refiero aquí al conocimiento intelectual sino a la escucha profunda de uno mismo y del mundo que conlleva una comprensión sentida. Gracias a la comprensión sentida, al contacto profundo conmigo misma y con el otro, puedo actuar desde la libertad. Puedo darme cuenta de si las tecnologías me atan, de lo que suma al mundo o lo que sólo suma a unos pocos mientras resta a otros muchos y a la Tierra. ¿Para qué tanta tecnología y tanto “avance”?, ¿no deberíamos antes de seguir avanzando parar a mirar dónde estamos, quienes somos y qué es lo que nos acerca a lo más verdadero en nosotros y los demás y lo que os aleja?

Yoga, filosofía y modernidad

Podría parecer que el tema que estamos tratando no tiene nada que ver con el yoga, la filosofía y la espiritualidad. Pero una espiritualidad, una filosofía o un yoga, que no tengan en cuenta el mundo y el sentido de la libertad, no pueden ser considerados verdaderos.

La filosofía de la Antigua Grecia, así como buena parte de las filosofías orientales, entre las cuales el yoga, buscaron a menudo la libertad en la superación del sufrimiento y distintas corrientes filosóficas señalaron que el desconocimiento de uno mismo y el deseo son las causas fundamentales del sufrimiento.

Antes hemos hablado de la confusión de la libertad con el hedonismo. El yoga, igual que ocurriera en el budismo y otras filosofías, apela a  la ecuanimidad como cualidad que conduce a la serenidad y la libertad. Y para ello nos da una herramienta fundamental, la meditación, que podemos traducir como  atención plena, observación de lo que es tal como es, sin dar cancha a los juicios. La observación es una herramienta indispensable, porque abre la puerta  a las profundidades del corazón. Cuanto más dispuestas estamos a ver, más vemos y en ese ver, se da una comprensión que nos hace más libres. En realidad, no es que nos haga más libres, sino que nos permite darnos cuenta de una libertad que nos constituye más allá de la libertad de elección o la posibilidad de satisfacer o no determinados deseos y a la vez.

La libertad que nos constituye esencialmente, es la que hace posible una libertad profunda en nuestro quehacer, en las decisiones que tomamos, en el tipo de consumo que hacemos, en las sociedades que construimos... La elección verdaderamente libre es aquella que nace de lo más auténtico de nosotras, aquello que nos une al mundo,  a la totalidad de los seres y que se transforma en acción de forma espontánea y serena. ¿Qué tipo de sociedad eliges crear?

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