Buscar

Autoconocimiento

246 ILUS MONTSEHay un interés creciente por actividades y terapias que propicien el autodesarrollo y el autoconocimiento. Cada vez es más frecuente escuchar acerca de la importancia de conocerse a uno mismo para vivir la vida con mayor armonía y felicidad. Sin embargo, en muchos casos no nos detenemos a pensar qué significa esto de conocerse a uno mismo y qué implicaciones tiene.

Llegados a este punto, el advaita vedanta tiene una interesante aportación que ofrecernos: el reconocimiento de que lo que somos en verdad, no es lo que creemos ser habitualmente. Pero vayamos por partes.

¿Qué queremos decir con “conocer”?

Se puede conocer de muchas maneras y no conoce igual quien conoce los nombres de distintas especies botánicas, que quien conoce como hacer un buen cocido, o la madre que conoce profundamente a su hijo.
Cuando hablamos de conocer, en este contexto, no hablamos de la adquisición de información o de ciertas habilidades sino que nos referimos a un conocimiento sentido, un conocimiento que no se tiene sino que se es. Este conocimiento se produce en la parte más refinada de la mente, en la mente aquietada y serena, que puede ver sin juzgar, reposando lo que contempla tanto en la acción como en el descanso. El verdadero conocimiento tiene que ver con la sabiduría, que a su vez hace referencia a la capacidad de saborear y por lo tanto de integrar aquello que se conoce, es decir, ser lo que se conoce.

Al hablar del conocimiento de uno mismo, podemos caer en el error de creer que tener mucha información sobre el pasado o los rasgos de la personalidad equivale a conocerse bien.

¿Quién es ese uno mismo al que aplicamos el conocimiento?

La otra parte de la palabra autoconocimiento, es la que hace referencia a uno mismo. Y surge entonces la pregunta de oro: ¿quién soy yo?

Habitualmente identificamos lo que somos con nuestra biografía, las tendencias de nuestra personalidad, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos, lo que sabemos y lo que tenemos. La identificación con estas partes conlleva a menudo la reducción de lo que somos a ellas, olvidando por completo la consciencia que subyace en todas, algo o un vacío fértil que sostiene como un hilo invisible lo cambiante y pasajero en nosotros.

Al preguntarme ¿quién soy yo? Me quedo en silencio, no puedo decir soy esto o aquello sin sentir que estoy falseando la respuesta... Entonces conocerme a mí misma significa penetrar en ese silencio, en ese no-saber qué, capaz de ser consciente de todo lo demás.

Si considerara que soy la suma de las partes cambiantes, sería difícil el autoconocimiento ya que aquello que pretendemos conocer ya ha cambiado en el momento en que lo conocemos. Al reducir el autoconocimiento al conocimiento de la propia biografía, lo estoy basando en algo que ya no está, que ya cambió y lo único que hay ahora es lo que yo pienso acerca de aquello, y eso que yo pienso ¿quién lo piensa? ¿Quién lo ve?
En sánscrito para referirse al sí mismo se utiliza la palabra ātman. Es un pronombre que hace referencia a uno mismo, como el self en inglés. Y el advaita vedanta nos recuerda que eso que somos es la consciencia universal, a la que llaman brahman. Pero esa consciencia no es sólo un nombre, no se trata de un mero concepto abstracto para referirse a lo trascendente, sino aquello gracias a lo cual puedo escribir esto y tú puedes leerlo; aquello gracias a lo cual respiramos y por lo que el universo entero aparece ante nosotros de forma consciente; aquello que hace posible que conozcamos las limitaciones y vivencias de nuestra personalidad:

“Cuando él brilla, el mundo entero refleja su luz. Todo este mundo se ilumina con su resplandor.” Muņdaka Upanişad, 2.2.10

Lo relevante al mirar hacia nuestra biografía, tendencias, limitaciones, etc. es aquello en nosotros capaz de ser consciente de todo lo que va y viene, de las vivencias, de los sentimientos, de las emociones, de los pensamientos, del cuerpo... Porque esa consciencia es lo que constituye nuestro ser más profundo y su expresión, que consiste en el darse cuenta de todo lo demás, es el camino de expresión de lo más genuino de nosotros mismos, libres, sin dejarnos atrapar por las redes hipnóticas del ego, del pasado, de la identificación con lo pasajero.

Con esto no quiero decir que no sea útil mirar los obstáculos, los aspectos limitantes de nuestra personalidad, la herida que da lugar a esos aspectos... Igual que para despertar de un sueño lo importante no son los detalles del sueño sino tomar conciencia de que estoy soñando; del mismo modo lo útil de mirar y ver nuestras limitaciones, no es conocerlas en detalle e identificarnos con ellas, creyendo que somos ese saco de historias acerca de nosotros mismos, sino darnos cuenta de la luz que en nosotros es testigo de todas esas historias, aquello que es mucho más amplio y que nos sostiene. Al reconocer eso, puedo apartar-me para reconocer lo más auténtico en mí y ser sostenida por lo que soy en esencia. Desde ahí surge la dinámica de su (mi) libre expresión, libre de la falsa identificación con lo que no soy, libre de todo engaño.

Tagged under: Montse Simón

COLABORADORES Revista Verdemente