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Metáforas de la prática meditativa

Mindfulness es prestar atención de manera intencional al momento presente, desde una actitud de aceptación, curiosidad y no juicio.Jon Kabat Zinn

Las instrucciones básicas que recibe un principiante para meditar son sencillas: Observa atentamente lo que aparece en tu mente y vuelve al objeto de tu atención una y otra vez. Pero la práctica no es fácil, aparecen obstáculos y actitudes mentales que interfieren en ella.
El quid del asunto es que más que aprender algo nuevo, se trata más bien de desaprender pautas viejas. Pretendemos soltar juicios, resistencias, apegos, metas y expectativas. De modo que necesitamos guías e instrucciones adecuadas para ello. Recogemos aquí una serie de metáforas  que se han creado para facilitarnos la comprensión del camino.

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Educar al cachorro

Como un cachorro juguetón, la mente tiene voluntad propia y necesita desaprender algunos hábitos. El cachorro es inquieto y le enseñas con paciencia a sentarse tranquilo; al principio se distrae y juega sin cesar, pero no le maltratas, sino que le llevas una y otra vez al lugar correcto. Así también reconduces a tu mente errante, una y otra vez al foco de concentración, sin juicios, sin tensión. Según vas redirigiendo a tu mente-cachorro una vez tras otra, también empezarás a darte cuenta de los temas recurrentes que distraen tu atención. Quizá tu mente recuerda las discusiones con un familiar, o tiende a preocuparse por el dinero, o se recrea en fantasías sexuales. Cualesquiera que sean los huesos favoritos que le gusta roer a tu cachorro, te vas familiarizando con ellos poco a poco mientras observas como te distraen. Se va desarrollando una comprensión de las inercias de la mente y cómo nos producen sufrimiento. Con el tiempo, si tu práctica es adecuada, aprendes a observar desde lejos las viejas historias de siempre que antes te arrastraban, ahora empiezan a perder su poder de perturbarte y consigues  de este modo desarrollar mayor paz mental.

Tocar un instrumento musical

Buda comparaba meditar con afinar un laúd. Si aprietas demasiado las cuerdas se rompen; si las dejas demasiado flojas, no se consigue el sonido correcto. De igual modo, necesitas escuchar tu instrumento, tu cuerpo-mente, cuando meditas para ajustarlo. Si estás tenso, quizá puedas empezar con una relajación; si estás adormilado, quizá necesitas prestar atención a la postura, activar la concentración, o descansar antes. A veces con un instrumento muy desajustado, es decir, cuando existe gran desequilibrio y desasosiego, uno necesita empezar a construir la paz, por ejemplo con hatha yoga, pranayama (respiración), tai-chi, etc. En este sentido se refiere D. Chopra al decir que la relajación es la antesala de la meditación.
También podemos recurrir a la metáfora del aprendizaje del piano, que requiere hacer escalas, y repetirlas asiduamente una y otra vez. Hasta el momento de tocar el piano con gozo y fluidez hay un proceso de aprendizaje laborioso. Igual pasa con la meditación, que requiere de tiempo y energía hasta que llega a ser fluida, después de asimilar las pautas adecuadas y de superar los obstáculos y desconciertos habituales en la práctica.

Entrenamiento de la mente

Consideramos que para hacer cualquier deporte necesitamos aprender su mecánica, seguir unas ciertas reglas. Sabemos que necesitamos practicar para mejorar, por lo que nos ayuda la disciplina, el esfuerzo y la motivación para llegar a una ejecución correcta de ese deporte.
Esto sería semejante con la meditación, que se puede entender como un entrenamiento de la mente y la atención. Requiere también energía y compromiso para perseverar, requiere disciplina para que sea parte de nuestra vida. Necesitamos aprender unas reglas diferentes de otro tipo de entrenamientos, como son la aceptación amorosa, la observación sin juicios, el soltar las metas y contenidos psíquicos, etc.

Ordenar una habitación abarrotada

Alguien dijo que ya que tenemos que vivir en la prisión de nuestra mente, al menos amueblémosla bien. Se trataría de crear mayor espacio interno en una mente abarrotada por un exceso de pensamientos o ruido mental.
El psicólogo Jean Klein distingue pensamiento común y pensamiento creativo.Cuando la mente se llena de pensamientos en una serie interminable, unidos unos a otros como los vagones de un tren, sin espacios entre ellos, uno es arrastrado por este proceso claustrofóbico al que también denominamos rumiación mental y no hay espacio para el pensamiento fresco y original.

Cuando la mente está abierta y serena hay mayor espacio interior para que los pensamientos creativos broten de lo profundo. Este es el estado mental que se puede cultivar en la meditación.

La luz de la consciencia

Igual que necesitamos de la luz para realizar la actividad cotidiana, necesitamos la consciencia para realizar incluso las tareas más sencillas, aunque no seamos conscientes de la misma. Utilizamos la luz de maneras distintas: se puede concentrar en el foco de una linterna o incluso en un potente  rayo láser. O se puede producir una luz indirecta, que ilumina una habitación de forma suave y difusa.
Del mismo modo, en la meditación se puede usar la consciencia de distinta forma. Para empezar se puede aumentar su fuerza desarrollando la concentración en un objeto particular (p.e en la respiración); sería como concentrar la luz en un foco. Este es el aspecto más mental de la meditación mindfulness (cultivo de la atención).
También se puede expandir a todo el ámbito de la experiencia (sensaciones, emociones, pensamientos)– lo que denominamos consciencia abierta - que sería como una luz ambiental que ilumina todo alrededor.
La consciencia compasiva (aspecto afectivo de mindfulness) que se recomienda en la práctica, significa mantener una actitud suave, amorosa, comprensiva, aceptando lo que hay sin juicios. Es como una luz cálida, armoniosa, envolvente.
En la práctica vamos desarrollando la denominada consciencia testigo. Se produce una gradual desidentificación de los contenidos mentales, pudiendo llegar a observar directamente la propia luz de la consciencia.

El viaje al fondo del océano.

La práctica de la meditación nos llevaría a viajar a una zona de profundidad, donde todo está en calma. Para llegar ahí desde la superficie tenemos que atravesar diversas capas que son turbulentas y ruidosas. En ese progresivo “darnos cuenta” una de las primeras capas que encontramos es nuestro ruido o parloteo mental, luego observamos las tendencias de la mente a aferrarse a lo agradable (apegos) o resistirse a lo molesto, al cambio, al dolor (aversiones), las emociones recurrentes (a veces arraigadas de muy antiguo), los patrones y creencias (a veces muy rígidas y negativas), etc.
A la luz de la Conciencia podemos transformar los condicionamientos y pautas negativas en actitudes y acciones coherentes y compasivas, es más podemos gradualmente ir vislumbrando el fondo calmado del océano, lugar de paz y plenitud.

Es decir, nuestra verdadera esencia.

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