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Espiritualidad ¿Qué es realmente?

204 DANIEL GABARRO

¿Qué diablos significa espiritualidad?
¿Por qué la religión y la espiritualidad son cosas diferentes?
¿Se puede ser espiritual y ateo/a a la vez?
¿Por qué, muchas veces, ser creyente es el peor obstáculo a la espiritualidad?
Este artículo de septiembre inicia una serie de reflexiones para responder estas y otras preguntas en los próximos meses... ¡ojalá os sean útiles!

Algo que perdimos socialmente
En nuestro país, se ha perdido la espiritualidad como valor colectivo.  
Muchas personas identifican espiritualidad con un catolicismo rancio e infantil, construido durante el franquismo y que sustituyó la esencia de la espiritualidad por un catecismo y una lista de pecados pasados de moda. Se puso el acento en el sexo y se "prohibieron" muchas cosas. No me extraña que muchas personas huyeran en desbandada de esa visión primitiva de la espiritualidad.
La pena es que, ahora, en nuestra sociedad la espiritualidad no es un valor social positivo. ¡Hemos perdido algo muy valioso porque lo hemos identificado con algo burdo e infantil!
Pero, ¿qué es la espiritualidad?
Pero la espiritualidad es profundamente valiosa, porque, en mi opinión, la espiritualidad es el camino que nos lleva a conocer nuestra esencia, que nos lleva a nuestro interior.
La espiritualidad es la actitud, el camino, las prácticas que llevamos a cabo para regresar a una felicidad, una paz y un amor que estén siempre presentes en nuestra vida porque son nuestra esencia.
La espiritualidad, por tanto, es el camino que nos conduce a descubrirnos y expresarnos.
Desde esta perspectiva, la espiritualidad también es fundamental a nivel social, pues solamente una sociedad que esté constituida de personas que se conozcan a sí mismas y sean dueñas de su propia vida y la asuman con sabiduría podrán construir una sociedad colectiva armónica. Lo colectivo es fruto de la unión de individualidades. Si no potenciamos que los individuos se conozcan y alcancen un elevado nivel de sabidurías, ¿cómo pretendemos tener una sociedad sabia? ¡Ninguna suma de ceros ha dado nunca un resultado elevado!
Por este motivo, en los próximos meses y a través de las páginas de esta revista vamos a procurar recuperar reflexiones sobre la espiritualidad que nos permitan recuperar la centralidad que debería tener en nuestras vidas.
Una montaña, muchos caminos
Si la espiritualidad es el camino que nos lleva a conocer nuestra esencia, entonces podemos recorrer ese camino desde el ateísmo, o desde el agnosticismo, desde el judaísmo, desde una actitud que no siga ninguna religión concreta...
La espiritualidad es como una montaña y para subir esa montaña, puede haber muchos caminos. Pretender que el camino es solamente uno, es una forma de traicionar la propia espiritualidad: cada persona debe encontrar y comprometerse con el suyo.
Cada religión puede ser un camino, pero también puede haber caminos al margen de las religiones tradicionales. Lo importante es la autenticidad del compromiso con el propio autoconocimiento.
Desde esta perspectiva, se puede, por tanto, tener una auténtica espiritualidad desde el más profundo ateísmo.

No tener fe, sino dar fe: experimentar
Y aquí entramos en un punto esencial: la espiritualidad debe basarse en la propia experiencia. No se trata de creer, sino de experimentar.
Es más, muchas veces, creer en algo sin vivirlo será nuestro peor obstáculo para descubrirnos. Por lo tanto, a veces, ser creyente puede ser el peor obstáculo para vivir una auténtica espiritualidad. Nada de lo que cuentan las religiones es para ser creído, sino para ser experimentado. No se trata de creer en Cristo o en Buda, sino de encarnar nuestro Cristo o nuestro Buda interior.
Mientras crea algo que no experimento en mi vida, no he avanzado un solo centímetro en mi espiritualidad, en mi autoconocimiento. Pero si baso mi vida en lo que conozco interiormente en primera persona, no importará lo que digan desde fuera: sabré lo que sí es real. En este sentido, no se trata de creer en algo y tener fe en ello, sino en experimentar internamente lo que somos y dar testimonio de ello. Dicho de otro modo, no se trata de tener fe en lo que se cree, sino de dar fe de lo que se vive.
Visto desde este punto de vista, la verdadera espiritualidad solo es auténtica cuando se experimenta. Mientras no se vive en primera persona, no sirve de nada.
Lo importante primero: la espiritualidad
Ya es hora que nos demos cuenta que en nuestra vida personal, pero también en la social, debemos situar lo más importante en primer lugar. ¿Y qué es lo realmente importante? ¡Pues descubrir quién soy más allá de lo que me ocurre! ¡Llegar a ser la persona que estoy destinada a ser! Ser capaz de vivir de forma consciente y feliz, al margen de las circunstancias que me toquen vivir; pues sean cuales sean las circunstancias, yo me expreso a su través y las necesito pero no las soy. Las circunstancias no son importantes, mi autoconocimiento y mi expresión sí lo son.
Por lo tanto, recuperar la espiritualidad como el centro de nuestra vida es el reto que vamos a proponer en estas páginas a través de los próximos meses. No os vamos a proponer que creáis en dogmas, ni en vírgenes o santos, ni en milagros... sino que protagonicéis el principal milagro de vuestra vida: descubrir quienes sois más allá de las formas que cambian, descubrir y expresar vuestra esencia. Habitar vuestro espíritu. Ser.
Afirmo que vivir en plenitud es posible aquí y ahora. Y esto lo afirmo en voz alta, igual como lo hacen todas las corrientes espirituales tradicionales, porque ese es el resultado del trabajo interior, del trabajo espiritual. No importa que el camino pueda ser largo: recorrerlo es un placer, cada paso aporta más libertad y más gozo. Este camino de autoconocimiento es el camino de la espiritualidad: al conocerme más profundamente, más me aproximo a mi verdadera esencia y, por tanto, hago un camino espiritual.
No hay diferencia entre ir hacia adentro e ir hacia arriba. Cuando voy adentro de mí, descubro mi esencia. Al hacerlo, me conecto con lo superior, pues es lo que verdaderamente soy. Ambas cosas, lo Superior y Yo somos, en realidad, la misma esencia. Al descubrir una, se descubre la otra. Están mutuamente implicadas.
Por otro lado, reencontrarme con mi esencia, lo que verdaderamente soy, dejar de vivir confundido/a con lo externo, no puede sino ser el  propósito de mi vida.
¿Te atreves?

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