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¿Cómo alcanzar la Iluminación? Parte I

 

192 PABLO

Mucho se habla acerca de la iluminación, tanto que se convierte en un tema de difícil esclarecimiento. Se nos presenta, en general, como un estado perfecto, en que no hay preocupaciones ni problemas de ningún tipo, un estado completamente deseable desde nuestra actual situación, una que se encuentra sujeta a los vaivenes de la vida, tanto externos como internos.
Una vez que se nos cuenta que existe un estado tal, lo siguiente es preguntar: -pero ¿es verdad?-. A lo que nuestro interlocutor responde: -claro que sí, ahí tienes al maestro x que ha alcanzado ese estado, y, ahora es imperturbable-.
Este discurso lo escuchamos repetidas veces, aludiendo siempre a tal o cual maestro o personaje misterioso, y la sensación que acompaña a este proceso receptivo es la misma que cuando nos informan que tal o cual persona ha ganado la lotería y se encuentra muy feliz, es decir, en todos los casos la sensación de fondo que nos acontece es: -¿y… a mí porque no me pasa?-.
Allí mismo es cuando nuestro interlocutor toma uno de dos caminos, los llamaremos “A” y “B”. Si toma por el “A”, nos asegurará que el iluminado de turno, ha alcanzado semejante status, gracias a años de prácticas incesantes y agotadoras, las cuales, poco a poco le fueron forjando el temple del que ahora disfruta, en otras palabras, que se trata de un largo y tedioso camino de esfuerzos y privaciones, que, a la larga, acabará dando el preciado resultado: la iluminación, un estado de perfecta paz, consciencia, y felicidad.
Ante esa perspectiva, nos preguntamos dos cosas:
¿Cuánto tiempo de esfuerzos hace falta? Ya que yo ya no soy un joven de veinte años, y, podría sucederme que, si me embarco en semejante esfuerzo, me llegue la muerte y no haya alcanzado todavía la dichosa iluminación, o también, que la alcance un año o dos antes de morir, con lo que no tendría casi tiempo de disfrutarla…
Y, cuál es el método adecuado a aplicar, ya que por lo que veo, cada maestro parece favorecer su sistema por sobre el de los demás, y, algunos se contradicen de plano, por lo que si, por desconocimiento e inexperiencia, eligiese yo, el método ineficaz, desperdiciaría mi vida en una tarea inútil, perdiendo así la posibilidad de alcanzar la tan mentada iluminación, y, al mismo tiempo, habiéndome perdido toda clase de placeres cotidianos, por estar abocado a tan titánica y excluyente tarea, con lo cual, me quedaría sin el pan y sin la torta...
Si el practicante llegase a preguntarle al maestro: -maestro, he hecho todo lo que usted me ha prescrito, y con la intensidad a la que me instó, pero aún no siento nada.
El maestro, con una sonrisa socarrona respondería: -es que te falta intensidad hijo, estás casi allí, pero debes esforzarte un poco más todavía-.

Con lo cual, el discípulo, no sólo se esforzará más, sino que, paralelamente, se mantendrá entretenido compitiendo y midiéndose con sus condiscípulos, y, este proceso se potenciaría hasta el paroxismo, si el maestro agregase escalafones, niveles y nombramientos, de forma tal que los discípulos se mantendrían entretenidos midiéndose entre sí, envidiándose en secreto, vanagloriándose de sus logros, etc..
La opción B no es mucho mejor, de hecho nos suena peor, y es la siguiente: “Los iluminados no alcanzan la iluminación por esfuerzo o por técnicas, sino que simplemente les ocurre”
Esta opción es todavía más desesperante, ya que, por lo menos en la A, podíamos hacer o no hacer algo, es decir, teníamos la sensación de tener el control, pero en ésta, parece no haber nada que hacer, tanto como en la ruleta del casino, en la que todo se trata de esperar y rogar por que la bola caiga en el número al que hemos apostado.
Lo que todavía nos exaspera más, es que los maestros de ésta segunda opción, tanto como los de la primera, viajan por el mundo contando lo simple que es iluminarse, lo radicalmente sencillo que es ver la vida como un iluminado, y cómo no hace falta hacer nada para estarlo.
Como el B sería tan exasperante de escuchar, que los maestros serían linchados por presentar una situación que no depende de uno, tanto como si yo hiciese una gira mundial explicando como se me ha ocurrido cierta idea sin esfuerzo, como por arte de magia, y todos se preguntaran: -¿y para qué nos lo cuenta si no podemos hacer nada para que ocurra?-.
Los citados maestros han desarrollado un subterfugio que, sin caer en el método A de plano, el del esfuerzo simple y llano, ofrecen una opción que no parece implicar esfuerzo, pero lo hace, y esta es… platillos y bombos… ¡tttrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrchán!

“YA ESTÁIS ILUMINADOS!”
¿Qué?, ¿qué estoy iluminado ya?, ¿pero cómo no me he dado cuenta?, ¿por qué es que no siento nada especial? Y ahí lo tenéis, el mejor método de venta jamás concebido!
Es como si yo os dijese: -¿queréis un coche?-, y todos respondieseis: -claro que sí-.
Y yo replicase: -pues ¡ya lo tenéis!-, y, vosotros, medio indignados, y medio sorprendidos volvieseis a decir: -pero no lo vemos ni lo sentimos así-, y yo como respuesta magistral os dijese: -pues lo tenéis, es sólo que no lo veis… pero lo tenéis-. Esto ha mantenido a miles de buscadores siguiendo férreamente a un maestro por toda una vida, ha hecho correr ríos de tinta, y ha llenado muchos bolsillos.
Así que, quizá, la pregunta por qué es la iluminación, haya sido todo el tiempo una pregunta errónea, que solo llevaba a perseguir el viento. Mejor quizá, debiéramos preguntarnos: ¿es necesaria tal cosa como la iluminación?, y, si, todavía pensamos que sí, ¿existe realmente tal cosa?
Quién sabe si todo el problema que creíamos tener, consistía en querer huir de lo inevitable, de la cotidianeidad, de las emociones, sentimientos, pensamientos, dudas, curiosidades, anhelos, búsquedas, amores y desamores…
¿Que si se puede alcanzar una suerte de equilibrio que nos permita vivir dicha cotidianeidad sin tantos picos?, pues claro que sí, pero de ahí a buscar un estado ideal de imperturbabilidad, de no humanidad… hay una gran diferencia… ya lo develaremos en el próximo artículo…

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