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El Señor Toth y la Inteligencia

176 SEBASTIAN

Dentro del completo y profundo sistema de conocimiento del antiguo Egipto merece destacar la diferenciación que hacían entre intelecto e inteligencia estando ambos representados por el señor Toth. Antes de continuar es imprescindible aclarar un error lamentablemente muy común: los egipcios no tenían dioses.

Son los griegos cuando conquistan Egipto quienes empiezan a llamarlos dioses al asimilarlos y vincularlos con los suyos. Pero los egipcios los llamaban neter, en singular, o neteru en plural. Su jeroglífico es una banderola, las mismas banderolas que ondeaban frente a los pilonos de los templos. Este concepto de neter ha dado varios quebraderos de cabeza a los egiptólogos y, más o menos, han consensuado una traducción de “principio” o “idea”. En realidad un neter era la expresión de una inteligencia divina, emanada de la inteligencia pura, expresada en una función, o funciones, vivientes. Pero para ser más operativos seguiremos llamándolos dioses.

El señor Toth, ellos lo llamaban Djuti, Thot es un nombre dado nuevamente por los griegos, era representado por dos animales; uno era el ibis, el más común, y el otro el babuino. El ibis representaba la inteligencia y el babuino el intelecto. ¿Por qué?

Hay que resaltar que hoy es muy difícil acceder al conocimiento del antiguo Egipto ya que siendo como somos hijos de nuestra cultura y nuestro tiempo, este condicionante nos influye muchísimo a la hora de acceder a unos patrones culturales y vitales muy particulares y, en ocasiones muy alejados de nuestros conceptos. Por ejemplo, ¿qué tiene que ver la inteligencia con un ibis? En principio el ibis era la expresión viviente de “la percepción correcta” ya que sin ella la expresión de la inteligencia no es posible o, al menos, muy difícil.

Si observamos a esta ave que vive en zonas de marisma, veremos que está constantemente cogiendo con su largo pico insectos y pequeños peces moviéndose de aquí a allá, por aguas muy poco profundas. Sin embargo, si cualquiera de nosotros viera en el agua un pececillo y quisiera cogerlo con la mano, no lo lograría pues la refracción de la luz hace que donde vemos el pececillo realmente no está, “aparentemente está allí” pero en realidad está unos centímetros más lejos, lo suficiente para que no podamos cogerlo. Pero el ibis sí es capaz. Él tiene la percepción correcta.

Esta idea de que el ser humano carece de percepción correcta, tanto para percibirse asimismo como para percibir el mundo, hoy está extendida y compartida. Hoy diríamos que desde el ego, desde el yo, condicionado por lo fenoménico, no es posible percibir la realidad tal es. Como dice el Talmud, “no vemos el mundo tal cual es, si no tal cual somos”. En Egipto, el primer trabajo en la vía del conocimiento era el de acercarse a la percepción correcta. Para entender el concepto egipcio de inteligencia podríamos decir que un manzano sería “alguien” verdaderamente inteligente ya que cumple su función general dentro del reino vegetal y su función individual de producir manzanas vinculándose de modo correcto y eficaz a los elementos naturales imprescindibles en la continuidad de la vida como el aire, luz, tierra, agua, etcétera. Otro aspecto fundamental sería el hecho evidente de que un manzano jamás se empeñaría en dar nueces. Es decir, una secuencia de inteligencia, eficacia y función.

En cuanto al intelecto era representado por un babuino. Este animal es fuerte, muy sexual, violento, territorial y activo. Los egipcios vieron en él una expresión del intelecto. Un intelecto que es activo, le gusta la excitación, territorial (por aquello de la defensa de nuestras creencias y opiniones ) y que puede llegar a ser muy violento. Pero los egipcios amaestraron a estos animales y les eran muy útiles. Desde para coger dátiles, hasta para defensa. Este mono, al igual que el intelecto, puede ser muy eficaz una vez que es amaestrado. En paralelo a la percepción correcta, los egipcios “amaestraban el intelecto”. El intelecto sirve para saber que “dos más dos son cuatro” y para leer y descifrar el mundo. Sin embargo sabemos que el intelecto no trasciende. En los pasadizos subterráneos de Tuna el Gebel, un lugar poco visitado en los circuitos turísticos, se encontraron centenares de momias de ibis y babuinos. Al final de un estrecho túnel, puede verse la imponente imagen del babuino de la foto adjunta, esta vez, coronado con el disco solar, lo que muestra que ya el intelecto ha sido absorbido por la luz de la inteligencia y que ya está a su servicio.
Los antiguos egipcios eran un pueblo enormemente práctico, si hubiesen conocido a Buda, se hubiesen apuntado a la famosa frase que dijo el iluminado: “La verdad es aquello que produce resultados”. Y nuevamente nos encontramos con Toth, uno de cuyos nombres principales era el de “el señor del ángulo recto”. Efectivamente su jeroglífico nos muestra al ibis encima de una escuadra. Esta escuadra o ángulo recto nos habla de la puesta en acción en lo concreto tanto de la inteligencia como del intelecto.
Es decir, inteligencia e intelecto en acción, aunque siempre predominando la inteligencia. Esa escuadra significaba todo lo que es capaz de hacer en el plano de la materia el ser humano. Para los egipcios había dos grandes fuerzas que movían el mundo y estaban presentes en todo lo viviente. Una ascendente, que impelía a lo denso a sutilizarse, y otra descendente que impelía a lo sutil a densificarse. Estas dos fuerzas, en la época del desarrollo de la alquimia en Alejandría y después en la Edad Media, fueron llamadas “solve et coagula”. Toth era la expresión en el ámbito de la creación de esas dos fuerzas. Toda la existencia se comprendía entre la máxima densificación representada por una piedra sagrada, posiblemente un meteorito, llamado ben ben o “piedra de la creación” que se guardaba en el templo solar de Heliópolis y lo más sutil para ellos representado por el aire.
Esta máxima sutileza estaba expresada en las mencionadas banderolas ubicadas ante los pilonos de entrada de los templos. Cuando se movían, indicaba que esa sutileza se hacía presente. Toth es sabido que también era asociado tanto a la voz y la palabra como a la escritura y a menudo se le ve con el cálamo y la tablilla de los escribas, especialmente en la pesada del alma de los difuntos, donde toma nota del resultado.176 SEBASTIAN2

En la imagen del papiro Hunefer que se adjunta puede verse a Toth realizando esta función mientras Anubis verifica que el corazón del difunto pesa menos que la ligera pluma de Maat. Maat es la expresión del equilibrio, el orden, la justicia y la verdad. Podemos observar que el corazón, los egipcios lo llamaban ib y era uno de “los nueve cuerpos de luz” de los que estaba compuesto el ser humano, está representado con una pequeña jarrita con asas. Esa jarrita es el antecesor simbólico del conocido Grial que, como es sabido, los cristianos del medievo toman de los sufies.
Por último, añadir que Toth está indisolublemente asociado a la famosa ogdoada, también llamada “los cuatro padres y las cuatro madres de la luz”. Cuatro con cabezas de ranas, las otras cuatro con cabezas de serpiente. Estos animales eran para los egipcios manifestaciones vivientes de fuerzas primordiales. Antes de que su inteligencia y luego su voz pusiera orden ellas, estas cuatro parejas vivían en el caos primigenio. Después ya ordenadas y activas, representaban las ocho fuerzas primordiales presentes en todo lo creado. De este modo el señor Toth era el conocedor de todos los secretos de lo creado, tanto de lo visible como de lo invisible, de su orden matemático y de sus ciclos de de “solve y coagula” y, como no, poseedor del más grande de los secretos: el secreto del Verbo. La historia nos dice que los griegos lo asimilaron con Hermes y que, siglos después, a un tipo de saberes, se les denominó herméticos. Y ya sabemos lo que decían los clásicos: Toda iniciación, toda luz y todo conocimiento vienen de Egipto.

 

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