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Los Millennials

188 SEBASTIAN

 

Los llaman millennials y son la esperanza del futuro. Este nombre se refiere a las generaciones de los países desarrollados que tienen ahora entre dieciocho y treinta años.
Los millennials han hecho saltar todas las alarmas. Los ojos del “gran hermano” han corroborado las estadísticas sobre los hábitos de consumo de estos jóvenes. Y ya saben la famosa frase de “da igual lo que voten, lo importante es que consuman”. Pues bien, sabemos como está montada la estructura sobre la que se basa este sistema y la piedra angular está en el consumo y en el endeudamiento del ciudadano. Hasta ahora…
Estas generaciones están demostrando que le dan la espalda a una hipoteca de larga duración que les obligará a estar esposados a un banco prácticamente de por vida. Y ya saben muy bien como se las gastan los bancos en los casos de impago. Piedad cero y las llaves son mías. Si alguien creía que por firmar una hipoteca era dueño de un piso ahora bien se sabe que el dichoso piso es del banco hasta abonar el último céntimo con todos sus intereses. Esto lleva a otra situación. Solo unos pocos años antes, la mayoría de la gente creía que un banco era “un amigo”. Los millennials no.

Desconfían de los bancos y, cada vez más solo los utilizan para lo imprescindible. Asimismo cada vez son menos vulnerables ni a la publicidad ni a las marcas. Y por si esto fuera poco, tampoco están dispuestos a pasarse la vida en un puesto de trabajo catorce horas al día solo por pagar las letras de un coche de mayor gama. Y otra cosa, no son melenudos fumados ni antisistema que se escondan detrás de pasamontañas para hacer barbaridades. Están formados, son inteligentes y tienen ojos, corazón y cerebro para saber que tipo de vida no les gusta. Pero hay algo más: no consumen medios de comunicación al uso. Esos medios de comunicación cuya libertad de información depende de los ingresos en publicidad que pagan las grandes compañías o bancos y que costean los sueldos de sus periodistas. Como sabemos, los grandes grupos de comunicación tienen la llave de algo de máxima importancia: deciden lo que es noticia y lo que no lo es. Luego es indiferente si un medio está a favor o está en contra ya que de este modo los medios pueden abarcar y vender sus opiniones a todos. Sin embargo no consumen medios por una razón sencilla. Creen que es el ciudadano, o sea ellos, los que deciden que es lo que debe ser noticia, lo que les interesa, y no que sean los medios los que decidan lo que lo es y lo que no es noticia. Y aquí arranca la parte más importante del problema. No consumen ni la información “cocinada” ni tampoco la publicidad que la sustenta. Ya, respecto a la política ni hablar. Sencillamente no les interesa. A algunos ya ni les indigna. Si les preguntas, simplemente dirán que antes o después, este sistema hipócrita e injusto acabará. Obviamente ni saben cómo ni cuanto tardará, pero piensan que esta sociedad está enferma y de la enfermedad pasará al colapso. ¿Las causas de la enfermedad? Pues un cóctel formado por la infección de la injusticia, el virus de la codicia sin límite y la gangrena de la hipocresía. Le podemos añadir la falta de grandeza de los que mandan: personas mediocres de mente y espíritu.
Dicen que las grandes mentes de las grandes empresas que gastan millones en publicidad están tratando de desentrañar sus gustos. Creen que en realidad pueden ser solo unos caprichosos a los que simplemente hay que cambiarles el menú. Que están cansados del consumo habitual y que solo se trata de encontrar otras vías de acceso que despierten su necesidad, su deseo o su codicia. Que se trata de cambiar los mensajes, la presentación del producto o los servicios, pero que volverán al redil. Y además siempre quedará el último recurso otras veces tan bien y eficazmente utilizado: el miedo.
¿De qué vais a vivir?, ¿cómo vais a conformaros con tan poco?, ¿no te das cuenta de que si te sales del carril vas derecho a la pobreza?
No sabemos qué pasará, pero ya los millennians a lo mejor han mostrado, queriéndolo o no, un camino capaz de poner nervioso al “gran hermano”, ¿y si al final no tuvieran miedo? Recuerdo cuando se publicó La conspiración de Acuario de Marilyn Ferguson en los años ochenta (en español lo editó Kairós en 1985 ) Esta obra, de la que se vendieron más de un millón de copias en todo el mundo y se tradujo a varios idiomas, fue el libro que explicaba las claves de aquel movimiento socio-espiritual llamado new age antes de que fuera triturado y manipulado por el poder del “gran hermano” hasta convertirlo en lo que es hoy: una casposa e insustancial mezcla de tonterías. Hoy se sabe que La conspiración de Acuario tuvo como base un informe secreto encargado por el gobierno de EEUU a la Universidad californiana de Stanford. Hay que recordar que en esta Universidad está el origen de empresas como Google, Yahoo o Hewlett-Packard y forma parte fundamental del nacimiento de Silicon Valley. Pero esta Universidad también fue en los años setenta, en esta ocasión lamentablemente famosa, por uno de los más crueles experimentos psicológicos que se llevaron a cabo y que se conoce bajo el nombre de “La cárcel de Stanford” en el que se comprobó la eficacia de la manipulación de las personas bajo ciertas premisas simples.
Los “conspiradores de Acuario” fueron vencidos- al menos aparentemente- ¿Podrá el “gran hermano” con los millennials ? Dicen que la gran batalla para manipularlos está desarrollándose en internet. Ojalá que esta vez, su conspiración silenciosa triunfe.

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