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Tibet y la Ciudad prohibida de Lasha

182 RAFAEL

 

Recuerdo el viaje a Tíbet con profunda alegría. Repasando las fotos, viendo las caras sonrientes de los amigos y de los lugares sagrados visitados, siento añoranza de ese periplo por los Himalayas que realizamos con buena disposición y completa ignorancia, hace años.
Volamos a Tíbet desde Nepal, rehaciendo, en un recorrido casi mítico el camino que muchos siglos atrás habían realizado maestros indios que llevaron el Budismo al Tíbet; el maestro por excelencia es Padmasambava o Gurú Rimpoché, pues difundió el Budismo tántrico en Tíbet en el siglo VIII.
Padmasambhava es una figura mítica, con un rango espiritual similar al Buda Sakyamuni, el iniciador del budismo quinientos años antes de nuestra era. Padmasambhava es un Buda, arquetipo vivo, que en vida recorrió toda la zona del Himalaya, dejando su huella espiritual en el alma del pueblo tibetano, así como en múltiples cuevas de meditación y monasterios en Ladakh, Tíbet, Nepal, Buthan, Sikkim y Twang. Tras su paso, Tíbet pasó a ser un paraíso en la tierra, aislado durante milenios, en el que los tibetanos crearon una sociedad centrada en la búsqueda de la iluminación.
LHASA, CIUDAD SAGRADA
Si Tíbet es mítico, Lhasa, su capital es sagrada. A 3.600 metros de altitud, casi deja sin aliento, literalmente al viajero. Impresiona ver y sentir la profunda espiritualidad del pueblo tibetano, cuando aún hoy realizan las postraciones de purificación en la Plaza de Jokhang, bajo la gélida mirada de los guardias chinos. Las prácticas preliminares de purificación indican realizar cien mil postraciones ante los budas.
Lhasa fue la sede del gobierno tibetano presidido por el Dalai Lama en el Palacio Monasterio del Potala. La historia de los Dalai Lamas es más que curiosa, pues además de ser los jefes de gobierno, eran los lideres espirituales, lo que ha hecho del Tíbet una de las teocracias recientes más duraderas, comparable casi a la cultura Egipcia, en la que el Faraón era el Dios viviente.
Vivimos momentos inolvidables en Lhasa, con los amigos, compartiendo un té y viendo el Potala desde las azoteas de los edificios; también realizamos meditaciones y sesiones de respiración pneuma, con experiencias internas que nos dejaron marcados para la eternidad.

EL PALACIO DEL POTALA
El Potala es una maravillosa edificación en las afueras de Lhasa, que fue la residencia y el palacio de gobierno del Dalai Lama, junto a cientos de lamas seleccionados entre los mejores del Tíbet. Es emocionante subir a pie el camino que conduce a la entrada, casi sintiendo la historia de ese lugar sagrado en cada paso.
Este palacio es uno de los monasterios contados, que se salvaron de la destrucción masiva realizada durante la Revolución Cultural China de los años sesenta. Causa estupor recordar los más de seis mil monasterios destruidos, millones de Tibetanos muertos y cientos de miles exiliados, en otra tragedia más, especialmente dolorosa, de nuestra loca humanidad.
Las autoridades chinas, han prohibido a los tibetanos usar imágenes del Dalai Lama, cosa que éstos se saltan a la torera, con riesgo real de cárcel o algo peor. Es curioso cuanto menos, que aunque el gobierno chino, comunista, no cree en la reencarnación, en su día, prohibió al Dalai Lama volver a hacerlo. La respuesta del Dalai Lama fue algo así como: “ustedes no tienen potestad en estos temas, me reencarnaré cómo y cuándo quiera”.
Hay que visitar también el mítico Palacio de Verano, el Norbulingka, dónde transcurre parte de la película Veinte años en el Tíbet, lugar de las masacres del 59, y también de la huída del Dalai Lama al exilio en India.
JOKHANG Y TARA
La vida de la ciudad gira alrededor del templo de Jokhang y su plaza, tan importante o más que el Potala. Oscuro, con olor a lámparas de aceite de yak, te encuentras como un extraño en un espacio tan particular, acompañado por los brillantes ojos de los tibetanos, realizando sus oraciones y ofrendas con total devoción a las antiguas y sagradas estatuas de Budas y protectores.
Es muy interesante estudiar y meditar en las imágenes, estatuas y thangkas, pues están animadas, es decir, bendecidas y preparadas para expresar los arquetipos espirituales que representan. Al igual que un geshe o maestro tibetano cuando hace un ritual, en el que encarna al buda correspondiente.
Tara, la madre de todos los Budas tiene una especial conexión con el Templo de Jhokang, Tara Verde, la gran protectora y dadora de abundancia, y Tara Blanca, el Buda de la vida longeva; así hasta las veintiuna emanaciones de Tara.182 RAFAEL2
MONASTERIOS
Los monasterios cercanos a Lhasa son Drepung y Sera, bellas construcciones blancas y rojas, con las paredes inclinadas típicas de las construcciones tibetanas. En su época de esplendor vivían en ellos decenas de miles de monjes, ahora quedan unos pocos. Son universidades monásticas, que preparan a los Geshes o Maestros Espirituales Budistas. Es muy interesante recorrer sus calles, visitar sus templos y escuchar a los monjes en los animados debates del atardecer.
Siempre impresiona entrar en los templos tibetanos, abigarrados de colores y budas, de pinturas y estatuas doradas, lámparas de mantequilla de yak y fuerte olor a incienso tibetano. Presenciar sus ceremonias es una de las experiencias más impactantes que se puedan vivir, con los monjes realizando mudras o movimientos de manos muy particulares, tocando las campanillas y trompetas de oración, leyendo y cantando los textos sagrados con su voz gutural tan particular. Curiosamente, todo ello facilita el acceso a profundos estados meditativos y a la creación de un ambiente mágico, realmente cargado de espiritualidad.
Algo que aún me sigue sorprendiendo es ver las sonrisas permanentes en las caras de los tibetanos, laicos o monjes, tibetanos o exiliados, jóvenes o mayores, hombres o mujeres. No llego a entender cómo pueden haber hecho para mantener esa alegría búdica y no dejarse llevar por la ira, la rabia o la desesperación.
En nuestro viaje visitamos también un pequeño monasterio en las afueras de Lhasa, el Monasterio de Keutsang Rimpoché, colgado de la cornisa de las montañas que rodean Lhasa. Fuimos recibidos con alegría y humildad por su abad y nos mostró con detalle este refugio de águilas en los Himalayas. Nos invitó a un fuerte té tibetano, mostró una bella estatua del Buda Maitreya, y finalmente los monjes realizaron una inolvidable puja. Fue el mismo Keutsang Rimpoché, exiliado en India, el que nos bendijo al inicio del viaje semanas atrás en Khajrurajo, en una iniciación al buda Maitreya. Esta iniciación fue una de las experiencias espirituales más profundas que he vivido, pues más de la mitad del grupo estuvo llorando a lágrima viva y sin razón aparente durante la misma.
Curiosamente el día que visitamos el monasterio había nevado en Lhasa, lo que no es habitual, y a la vuelta, bajando el inclinado camino de montaña que lleva al monasterio, nuestro vehículo volcó, y milagrosamente se quedó en medio del camino, a medio metro de la muerte segura en una ladera de cientos de metros de caída.
Posteriormente traduje al castellano y edité con ediciones Dharma la autobiografía de Rimpoché, que pasó 20 años en cárceles chinas, su libro, recomendado, describe las atrocidades sufridas por el pueblo tibetano.
TÍBET MÍTICO
Los lagos sagrados forman parte del misterio cultural tibetano; es especialmente famoso el lago: Lhamo Latso, dónde Reting Rimpoché tuvo la visión que condujo al encuentro de la reencarnación del actual Dalai Lama.
Otro aspecto particularmente interesante del Tíbet y del Budismo Tibetano, son los protectores o Dharmapalas, figuras iracundas que protegen los espacios y las personas. El más conocido es Palden Lhamo, protector del Tíbet; Seytrap, una de sus emanaciones, es protector de Gaden Shartse, el monasterio al que ayudamos desde hace más de veinte años.
Un viaje completo a Tíbet puede incluir la vuelta en cuatro por cuatro desde Lhasa a Katmandú, visitando la mítica Shigatsé, y cruzando los Himalayas por pasos de 5.000 metros y carreteras sin asfaltar. Se pasa frío y hay un cierto riesgo, pero la experiencia lo merece. Parte de nuestro grupo lo realizó y después de varias peripecias y de salvar literalmente la vida a una mujer tibetana en medio de la nada, en su escape del Tíbet, llegaron sanos y salvos a Nepal.
Ya de vuelta en Delhi, esperando la salida del vuelo a Madrid, repasaba mentalmente el viaje, y aunque habíamos pasado por odiseas múltiples, y rozado la muerte en Lhasa, me sorprendía mi tranquilidad de ánimo. Estaba hojeando un libro comprado hace unos días, cuando de pronto y a raudales, lágrimas brotaron de mis ojos, sin parar, de una fuente infinita, profunda, desconocida, que manaba con fuerza y rodaban por mis mejillas sorprendidas… así estuve bastante tiempo… hasta que la salida del vuelo obligó al proceso con voluntad propia, a cerrar el surtidor de emoción que me embargaba y no sabía ni podía controlar.

MÁS
Dalai Lama. Cualquiera de las decenas de libros editados.
Sogyal Rimpoché: El libro tibetano de la vida y la muerte.
Keutsang Rimpoché. Memorias del Lama Keutsang.
Alexandra David-Néel. Maravillosos libros de una mujer única.
Música: Lama Gyumed.
Películas: Veinte años en el Tíbet. Himalaya. El pequeño Buda.

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