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Deshacer el pasado y vivir el presente

179 GRACIELA

 

- ¿Podemos dejar de fingir? ¿Volver a empezar?... No tengo encanto, no soy bueno conversando y...  Me llamo Norman y me siento solo.
- Me llamo Carol. Y yo también....

Llega un momento en la vida que es necesario confesar que nos sentimos solos. Puede ocurrir porque no nos hemos arriesgado lo suficiente, o por todo lo contrario. Hemos agotado todas las posibilidades con una misma manera de vivir.

Sin siquiera haber cumplido los 65 o los 75 años muchas veces nos sentimos demasiado viejos para cambiar, o como dice la protagonista de la película de El exótico Hotel Marigold, la actriz Judi Dench, ¿acaso nos asusta tanto la decepción como para empezar todo de nuevo?

En España la población envejece y la soledad pareciera ir hacia un final predestinado. Y me refiero a esa soledad que experimenta el alma cuando aparecen agotadas las posibilidades de ser feliz, simplemente porque te has vuelto escéptico.
Ya nada te conmueve y te enredas con vergüenzas, cárceles o culpas que proyectas sin apenas darte cuenta.
Entonces la vejez se convierte en una muerte más que anunciada, y sin notarlo, se persigue desde muy jóvenes, aunque vivamos una especie de euforia que nos convence de evitarla.

Y lo que termina por pasar es que lentamente vamos dejando de ver la vida como un privilegio, y la convertimos en un derecho a que nos mantenga en lo que nos resulta familiar.
Esta es una frase literal de la película. Una llamada de atención sobre los obstáculos que impiden vivir el presente. Elegimos criterios de vida que terminan por excluirnos a nosotros de la ecuación, y a larga, también resta a las personas que elegimos como compañeros de vida.

Esto puede significar, como ocurre con la protagonista de la película, que te pasas toda tu vida confiando en alguien que resuelve por ti, y al morir, descubres que además de dejarte económicamente desamparada, no sabes hacer nada por ti misma.
Al igual que sus seis compañeros de viaje, que llegan a la India luego de invertir todos sus ahorros en un complejo residencial para jubilados, cada uno a su manera entierran su propia historia. Son afortunados. Descubren que no hay ningún pasado que podamos recobrar.

Y no sólo eso. Por más que queramos mantenerle vigente, cuando las situaciones nos llevan al límite y nos sacan a la fuerza de nuestra zona de confort, descubrimos que ese pasado caducó hace mucho tiempo. Muy a nuestro pesar, en más de una ocasión, sin darle el justo valor que ha tenido en nuestra vida. Sin apreciar que nos ha traído hasta este momento.

Por el contrario, nuestra versión del recuerdo nos mantiene encadenados a comportamientos suicidas, creyendo que somos leales a una idea; a una manera de ser que nos aleja del amor a uno mismo.
Lograr ese bienestar de amarse, descubriendo quién eres en realidad, es una condición singular y muy personal, que configura el presente.

La india en sí misma, es en la película, una metáfora de lo que puede experimentar un occidental. Y quizás lo sea cualquier país donde la filosofía de lo incierto es signo de esperanza. Donde los imprevistos, la necesidad de adaptación, y de cambio de perspectiva, nos despiertan a confiar de nuevo en nosotros.

La confianza se mide en nuestra capacidad de adaptarnos. Por ello, es tan necesario el riesgo, por pequeño que sea, dado que convierte en una posibilidad de éxito y de felicidad personal el presente.
Sin duda una manera de entender la confianza como un elemento que siempre te sorprende y que hace de la vida un estado de gracia: donde cualquier cosa es posible.

 

- No hay ningún pasado que podamos recobrar simplemente anhelándolo. Sólo un presente que se va formando, y avanza a medida que el pasado retrocede.

Una especie de fe en la vida que nos empuja continuamente a cambiar de perspectiva sobre aquello que pasa, y como nos recuerda la película, cuando pareciera que está todo fuera de nuestro control, simplemente, si algo no sale bien hoy, es porque aún no es el final.

 

- ¿Cómo le ha ido?
- He visto la cima de la montaña y me ha gustado.
- Ayer vi a una persona; un hombre al que llevaba años sin ver. Un hombre al que había amado toda mi vida.
- ¿Un hombre?
- Si
- Prosiga.
- No sabía cómo le había ido todo este tiempo. En realidad yo no quería saberlo porque yo había sido el causante de su deshonra y la de su familia, e imaginaba que me odiaría. Estuvimos hablando toda la noche. Él ha sido feliz. Ha vivido su vida en paz, y jamás me ha olvidado. Eso dijo. Durante mucho tiempo pensé que le había condenado a vivir con vergüenza. Aunque era yo el que estaba encarcelado. Pero eso se acabó.
- La cima de la montaña

 

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