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Sabidurías

209 ManzaneraComo todos los conceptos, la palabra sabiduría puede entenderse de muchas maneras distintas. En una de sus acepciones relacionamos sabiduría y felicidad. De modo que mientras más sabios somos, más capaces somos de vivir con plenitud y satisfacción. En este sentido hablamos de tres tipos de sabiduría, cada una de las cuales representa un camino hacia una felicidad más genuina. Así, hablamos de la sabiduría convencional mundana, la sabiduría de relacionarse con los demás y la sabiduría última definitiva.

SABIDURÍA CONVENCIONAL

Para funcionar en la vida obtener lo que necesitamos saber un mínimo de cosas. Aprendemos a hablar, escribir, usar objetos, cocinar, etc.; aprendemos un oficio que nos sirva para vivir. Aprendemos diversos conocimientos que nos hacen la vida más fácil. Este es el grado de sabiduría más elemental y sirve para relacionarnos con el mundo de lo convencional. Es la sabiduría asequible a la mayor parte de la humanidad y señala la calidad con que se desempeña un oficio, la habilidad para realizar una actividad o la eficacia para responder a una situación. Sin ella permanecemos indefensos y limitados, y dependemos de los demás para sobrevivir.

Todos los que están comprometidos con la educación dirigen sus esfuerzos a que se obtenga este tipo de sabiduría. Los sistemas educativos están enfocados en ella y la sociedad en general valora que aportemos nuestras capacidades a la colectividad. 

LA SABIDURÍA DE LAS RELACIONES

Los sufrimientos más intensos de nuestras vidas se generan en las relaciones interpersonales. Por consiguiente, si sabemos tratarnos con los demás, seremos más felices y estaremos más satisfechos. Este tipo de sabiduría implica la adquisición de una sensibilidad al comportamiento, las actitudes y las maneras de pensar de otras personas, e incluye conocer cómo funciona la mente. En esta sabiduría el objetivo no es el éxito en el quehacer personal sino llegar a una relación sana con los demás.

Conforme vamos desarrollando esta capacidad descubrimos que las relaciones más favorables y enriquecedoras son las que se apoyan en actitudes como el respeto, la igualdad, la gratitud, la bondad y el amor. Las biografías de muchos grandes maestros nos muestran que cuando una persona va ganando en sabiduría se va tornando más amoroso y compasivo,  y dedica cada vez más tiempo a servir a su comunidad.

Es decir, aunque aparentemente ser egoísta es  más beneficioso, al examinarlo con detenimiento descubrimos que hay más satisfacción y bienestar cuando nos relacionamos con generosidad y consideración. Los beneficios de las actitudes egoístas son muy limitados, sólo tienen validez a corto plazo y acaban volviéndose en contra de uno mismo. Percibir esto con claridad es haber alcanzado este tipo de sabiduría.

La culminación de esta forma relación es el deseo de beneficiar lo más posible a otras personas. Así, aprendemos a ser generosos, a ser tolerantes, a tener paciencia y a evitar hacer daño. Si esta sabiduría sigue creciendo empezamos a tener una conciencia de comunidad  y sentimos los intereses sociales como algo más importante que los propios. Surge una clara comprensión de que la transformación personal no puede existir sin el cambio colectivo y que la práctica personal implica necesariamente una actuación a escala global. Los individuos que han llegado a este nivel tienen una visión más amplia y detallada de la realidad de los demás, y por consiguiente adquieren grados mayores de satisfacción interpersonal.

LA SABIDURÍA DEFINITIVA

 El tercer tipo de sabiduría está relacionado con el conocimiento último de la realidad. Es la más importante pues su desarrollo nos lleva a trascender el sufrimiento y a aportar una verdadera transformación al mundo. Se requiere tiempo, experiencia y habilidad, pues es una forma de conocimiento muy sutil que se escapa de la comprensión racional habitual.

Aquí se habla de la capacidad de percibir claramente la verdad de todos los fenómenos y lo que verdaderamente somos. Esto es, nos percatamos de la naturaleza esencial de todo lo que existe. Para alcanzarla necesitamos entender claramente en qué consiste la falsedad y qué es lo que nos impide reconocer la verdad.

Cuando estudiamos por qué sufrimos las personas, encontramos que siempre se debe a una distorsión en nuestra percepción. Esto es, un estado mental se vuelve dañino porque distorsiona alguna característica de lo que se observa. De modo que cometer la equivocación de ignorar la verdad y relacionarnos con algo inexistente acaba siendo sufrimiento.

Por consiguiente, decimos que los estados mentales negativos son producto de una falta de sabiduría y el sufrimiento, de un estado de ignorancia. Cuando atribuimos características inexistentes, sean negativas o positivas, a los fenómenos y personas con los que nos relacionamos, estamos creando sufrimiento y lejos de la sabiduría.  

En el estado de ignorancia creemos que las cosas existen por sí mismas e independientes. Mientras que con sabiduría nos hacemos conscientes de que todo está interrelacionado y no existe nada con un valor intrínseco. Se trata de descubrir la diferencia entre el modo en que parece que existen las cosas y el modo en que existen en realidad.

Cuando usamos cualquier objeto o nos relacionamos con una persona, lo hacemos como si existiera por sí mismo, independiente y autónomo. Sentimos que constituye una entidad separada que parece existir antes de encontrarnos con él. Sin embargo, esto es falso. Ningún objeto existe por sí mismo e independiente de nuestra mente.

Por ejemplo, leyendo una revista. Sentimos que está ahí, estuvo antes y seguirá estando después. No vemos un conjunto de hojas impresas y encuadernadas, antes que nada vemos una revista. Cuando, en realidad estamos usando una pila de papeles creemos tener una revista. Los diferentes elementos que percibimos, el papel, las tapas, la tinta formando letras, etc., se configuran en un todo global que supera la realidad tangible. Nunca tocamos la revista, sólo tocamos papel; no leemos ninguna revista, desciframos letras estampadas en un papel. Sin embargo, nuestra disposición habitual y acostumbrada es sentir que tenemos una revista y la estamos leyendo. Aprendimos la idea de revista y el concepto se convierte en fenómeno. Lo que es sólo una idea, al encontrar un conjunto de elementos con los que concuerda, se materializa en la realidad. Aquí está la distorsión, la idea se añade a lo real.

Buda explicaba que el modo de llegar al fin del sufrimiento era ver única y exclusiva-mente lo que se ve, oír sólo lo que se oye y conocer meramente lo que se conoce. Es decir, saber que existe solamente eso y nada más. No hay ninguna característica intrínseca que pueda verse, oírse o conocerse. 

Nos relacionamos con objetos, fenómenos y personas creyendo que tienen características propias, independientes, cuando eso no es cierto. Esto que percibimos no se encuentra en la realidad, y en consecuencia respondemos con apego, aversión, envidia y el resto de mentes negativas.

Llamamos sabiduría a este modo de percibir los fenómenos del mundo que capta su vacío de existencia inherente. Su opuesto es la mente que afirma que todo es real en sí mismo. Como acabamos de ver, esta ficción que atribuimos a las cosas es la base en que se apoyan todos esos estados negativos.

Un aspecto muy importante de esta sabiduría es su aplicación a nosotros mismos. Parece que existimos como personas separadas e independientes, pero si aplicamos la sabiduría y nos fijamos, no encontramos nada. Es decir, aunque sentimos de un modo muy patente “yo soy alguien, estoy leyendo, necesito beber algo, etc.” la realidad es que no hay nadie aquí. Existimos como un conjunto de procesos interdependientes pero no como seres individuales.

El verdadero progreso espiritual va encaminado a soltar todo, a desprenderse.  La con-ciencia de la ausencia de un yo verdaderamente existente nos confronta con que no hay nada a lo que poder aferrarse, ni siquiera un ser espiritual. No es fácil asumir el ensueño en que vivimos.

Por esta razón conviene tener muy presente que el objetivo es dejar de sufrir. Debemos recordar que la única opción para vivir en paz es desarrollar esta sabiduría. Si entendemos esto, haremos el esfuerzo de atravesar todas las dificultades y podremos llegar a la meta.

 

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