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La vuelta al mercado

Descalzo y con el pecho desnudo, me confundo entre la gente.
Mis ropas están gastadas y polvorientas, y soy eternamente feliz.
No uso magia para extender mi vida;
Ahora, ante mí, los árboles muertos vuelven a la vida

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura…

Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio

181 PEDROHe practicado intensamente. Me he he quedado a solas y ya desnudo he perdido las señas de identidad. Por fin, dejo de preguntar sobre quién soy o qué es esto, pues me he convencido por un instante que todo esto son ansias de separación, de sentirme diferente. He vislumbrado la luz oscura en medio de la Nube, luz taborica, luz que grita simplemente “SOY” y por un instante me he sentido parte y todo con todos los seres.
Esta sensación de no ser separado quiero retenerla pero no puedo, y rapidamente vuelvo a mi persona, a la identidad separada a la que estoy acostumbrado, y me vuelven las ansias y las preocupaciones, los miedos  y las expectativas, los buenos y hermosos planes, las metas y los objetivos, y me vuelvo a perder en ese ser alguien, haciendo que la luz desaparezca en el tunel. La voz me grita: “no es sensato que te disuelvas, que pierdas tus deseos e intereses. Estas llamado a una tarea, a hacer grandes cosas. No olvides tu deber...
Por otra parte, oigo la voz del sabio (Nagarjuna) que me grita: “apegarse es insistir en ser alguien, no apegarse es ser libre para ser nadie”. Toda mi luz interior, mi ansia encendida en estos años de silencio me lleva al ardor de disolverme, y dejar preocupaciones y planes para desde la espontaneidad sabia de este momento mostrar la realidad de “Soy El Que Soy. Soy la esencia y el accidente, el vacío y la forma que ahora aparece y ahora se transforma. Ese ansia, esa voz susurrante que crece como un incendio me dice: “Soy el padre y la madre, el origen sin forma, la causa de mi mismo, el centro y el final, y soy el hijo y la hija, el hermano y la hermana, la forma sin fin siempre cambiante siempre transformándose, y soy el espíritu que anima, el cambio permanente, el flujo de la vida que sin fin se mueve y cambia”. Soy el Dios transformándose y la criatura eterna, soy la evolución y el designio que presiona para la manifestación y la comunión.
Soy pues la nube sin forma, que se mueve de horizonte a horizonte, que no tiene forma propia, ni entidad propia, que se sitúa entre el cielo y la tierra, y sin embargo se derrama disolviéndose para regar los campos y dar vida. Y soy el agua, que fluye continuamente, y se adapta a cualquier continente, que se mezcla con todos los seres, y que se disuelve y disuelve transformándose en el flujo de la vida. Soy el todo y soy nada, soy el amado eterno que me inunda y me embarga y se expresa sin limites y fronteras.
Por ello “me confundo entre la gente”, me mezclo sin aparentar, sin intentar enseñar siendo tan solo un monje anónimo, un ser normal que solo busca la comunión con las cosas y los seres. Lo que he aprendido es que lo único necesario es ser auténticamente, sin pretender “ser para” ni “ser porque”, simplemente ser sin necesidad de caracterizaciones, sin interpretar, sin necesidad ni pulsión, sin intentar salvar el mundo, simplemente ser. Cuando surgen todos esos deseos, ese ansia confundida por permanecer, por que me recuerden, por significar y dejar impronta, recuerdo de nuevo “…apegarse es insistir en ser alguien…” Por eso, me mezclo entre la gente, y vivo el silencio de mi corazón en cada accidente, en cada instante, y miro, y callo, y escucho. El espíritu contemplativo no es mas que un espíritu libre que se expresa tan solo un momento y luego desaparece, para aparecer en el pájaro, en la flor o en el ruido del metro en la ciudad.

Soy ave de paso. “…mis ropas están gastadas y polvorientas…” ya que soy un nómada que viene y va, que transcurre, y esta listo para dejarlo todo y desaparecer. Por fin no ansío poseer ni mantener, no busco saber y controlar, no ando deseando ser y que me conozcan. Solo intento mezclarme con el mundo y las cosas y que mis huellas desaparezcan.
Sin embargo me duelen mis hermanos, siento en mi cuerpo la tortura de la mujer continuamente violada, el cansancio desesperado del niño explotado, la mirada cínica y cruel del explotador, y la miseria de la choza donde no hay comida al mediodía. Ya no puedo decir que todo eso no soy yo, y moverme de la caridad mal entendida, ya que al bajar los limites y las fronteras de mi existencia, al no saber mas cual es mi individualidad, esta realidad es mi realidad. El dolor es intenso, y la necesidad de actuar surge incesante, pero ya es la acción permanente en cada momento fruto de la comunión, el entramado completo de lo que existe. Esto significa “…los arboles muertos vuelven a la vida…” No es el fruto de ninguna magia, no es el resultado de una acción sobrehumana. Son los hechos sencillos y pequeños, los continuos sucesos de cada instante producen un acto creativo que rescata al sufriente, que salva el mundo sin que alguien especial lo haga. No soy gurú ni profeta, no predico nada ni realizo milagros, no soy maestro ni mesías de nadie. No permanezco, pero amo profundamente, hasta el punto que todo y todos son mi familia, soy el abuelo, el padre y el hijo, la madre y el caldero, la comida y el descanso, y “…me siento al pie de mi cabaña y me siento bien… y mi vestido es el rocío y la rana y la nube y la niebla…
Por ello “…no guardo ganado, ni tengo otro oficio, pues solo el amar es mi ejercicio…”  No me refugio en seguridades, no mantengo mi casa, ni hay nada que pueda llamar mío, no guardo nada para el futuro, no me pertenezco ni tengo quien me pertenezca. Todo lo he dejado y he perdido lo que me hacia ser la persona reconocida y recordada. Me olvide y me perdí, me ignoré y por fin ya nada controlo ni pretendo. Solo me muevo en el amor, en el amor de cada instante, en el ansia de ser solo ese fuego que en mi habita, y que lo es todo en mi.
Porque solo soy presente soy práctico, pragmático y profundamente real. No cierro los ojos para abrirlos solo en un cierto cielo interior. Soy las cosas de cada momento, soy el trabajo, y la alegría, la pena y el dolor, el disfruto de este respirar, la libertad de la nube y el agua. Por ello este amor es una acción incesante que siempre me encuentra dispuesto, pues dejo aparecer en mi a aquel padre bueno que sin descanso salía a otear el horizonte, o la mirada de la madre sobre el niño durmiendo, o la sabia mirada del abuelo al contemplar los campos, soy todo eso, ¿deseo ser algo mas?

 

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