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El ángulo de quietud en la mente humana

 A menudo, nuestra mente está tan agitada que nos cuesta creer que pueda haber en la misma un espacio de calma profunda, un ángulo de quietud. Sin embargo, todos hemos tenido alguna vez un atisbo de calma profunda y bienaventurada, un destello de sosiego y 176 RAMIROplenitud. Unas veces ha sido en el contacto con la naturaleza, o escuchando una melodía o abrazando a ser querido que no veíamos hace tiempo; otras, quedándonos ensimismados ante un fuego o contemplando las límpidas aguas de un lago. Además, todas las noches cuando entramos en el sueño profundo sin ensueños, conectamos con ese espacio de renovadora quietud. Sabemos, pues, que la paz interior existe porque la hemos experimentado por nosotros mismos y es como si una nube de deleitosa quietud nos envolviese en esos momentos, que a veces que convierten en vívidos e inolvidables estados de plenitud. 

 

Desde hace muchos años, y a modo de conveniencia, he denominado "punto de quietud" a un espacio o lugar en la mente del ser humano que se caracteriza por su silencio perfecto y su calma profunda e inspiradora. Como dice la antigua instrucción mística, "cuando el pensamiento cesa, se revela la luz del Ser".

Ese punto de quietud, aunque es experimentable personalmente, es transpersonal por su propia naturaleza; es como un ángulo en el que se matrimonian la persona y lo que está más allá de la persona o de su pequeño ego. Esa experiencia de perfecta quietud y silencio interior, y aunque la experimenta uno, es más que egocéntrica o personal. En ese punto de quietud no hay noción del yo, ni de esto o aquello, ni de adentro o afuera. Todo lo que se diga a propósito de ese ángulo de quietud y la experiencia que reporta, es aproximativo, porque solo es conocible y comprensible mediante la propia experimentación. Es una energía de completud, claridad, bienestar y silencio revelador, con la que es posible conectar cunado uno va más allá del discurso mental, de los automatismos y modificaciones de la mente, pudiendo así establecerse en la raíz del pensamiento, la antesala del ego, la fuente de la mente.

Antes de que brote el ego y los pensamientos que del mismo devienen, se halla ese "lugar" de inmaculada quietud. Muchas técnicas del yoga y la meditación tratan de desplazarnos de la mente egocéntrica a la fuente interior. Ramana Maharshi declaraba que la meditación consiste en detener el flujo de los pensamientos y aseveraba que hay un gran poder en el silencio interior. Hemos tenido experiencias fugitivas de la energía de inmensurable calma que nace de ese punto de quietud, que nos colma, aunque sea por un brevísimo instante, de un sentimiento de bienestar y plenitud. En ese ángulo de la mente se conecta con la inteligencia básica y con lo que he venido en denominar en mi novela iniciática "El Faquir" el Vacío Primordial. En los Salmos también podemos leer "permanece quieto y sabe que yo soy Dios" y todos los místicos han conocido de primera mano esas experiencias de vaciamiento interior que les ha reportado una vivencia altamente rica y transformativa. No pasemos por alto que la primera definición de yoga por escrito fue: "Es la supresión de las ideas en la mente", explicando que de esa manera la persona se establece en su naturaleza real.

En ese ángulo de quietud la inteligencia se clarifica, la psique se renueva, la percepción se hace más aguda y la cognición más fiable Todo eso colabora en el progreso interior, nos armoniza y purifica. Vamos superando las viejas estructuras psíquicas y los patrones y pautas para poder se más nosotros mismos. Muchas tendencias nocivas del subconsciente se "queman" y brota otro modo de der más equilibrado. En la medida en que uno va pudiendo instalarse en ese punto de quietud, es incluso en la vida cotidiana mantenerse más ecuánime y desapegado, establecido en la energía del observador que no se deja tanto afectar por lo observado. Se gana en fuerza interior y entendimiento correcto. En ese ángulo de la mente, en la fuente del pensamiento, es como si uno se diera un baño de su propio ser o en un espacio sin límites y que conecta con la energía que todo lo anima dentro y fuera de nosotros. Se trasciende el núcleo de caos y confusión que suele haber en la mente egocéntrica, para alcanzar la propia y real identidad, que está más allá del ego y la burda máscara de la personalidad.

De ahí nace esa "bendita indiferencia" a la que se refieren los místicos, que es un actitud de equilibrio más allá del gusto o del disgusto, o sea que es una actitud de no hacer tanta diferencia entre lo grato y lo ingrato, y poder así gravitar mejor en uno mismo sin dejarse tanto desestabilizar por factores externos. Mediante las técnicas de recogimiento e interiorización, uno va accediendo a ese ángulo de quietud, donde el discurso mental cesa y nos vemos arrobados por el silencio interno. El silencio interior se traduce en sabiduría y compasión. Sírvanos de estímulo e inspiración la recomendación de ese precioso texto que es el Yoga Vasishtha: "Ve y zambúllete en el sereno mar de la soledad espiritual y lava tu alma en el néctar de la meditación ambrosiaca. Sumérgete en la profundidad de la Unidad y aléjate de las olas saladas de la dualidad y de las aguas salobres de la diversidad".".

 

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