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Yoga: Vitalidad y Plenitud

229 RAMIRO

 El yoga es la reunificación de las energías dispersas. En esta milenaria disciplina se valora muchísimo la fuerza vital o prana. Ni un dedo en el aire podemos elevar sin la energía. El yoga, con sus numerosas técnicas psicosomáticas, trata de encauzar fluidamente la energía y que podamos disponer de más vitalidad en todos los sentidos. Nada es tan  esencial como esa vitalidad que también se traduce en fuerza interior o fortaleza anímica. Por tanto hay que saber cuidar e incrementar la vitalidad y evitar desperdiciarla o que se vaya innecesariamente. Aunque una persona sana tiene mucha vitalidad, ésta energía o prana no es inagotable y es necesario velar por ella. 

Las cinco fuentes básicas de prana o vitalidad son: alimentación, respiración, descanso, sueño e impresiones mentales. Cuanto más más sana sea la alimentación, mejor respiremos y descansemos, más profundamente durmamos y más impresiones positivas le procuremos a la mente, más vitales nos encontraremos. Las impresiones mentales sanas y no tóxicas, son muy esenciales; son las vitaminas del alma; las impresiones tóxicas son muy dañinas y arruinan la vitalidad. A las cinco fuentes de energía mencionadas hay que añadir el ejercicio inteligente, el contacto con la naturaleza y las motivaciones o intereses vitales de carácter constructivo. Hay que evitar los disgustos  y preocupaciones inútiles, las obsesiones e innecesarias fricciones, el desasosiego y la melancolía, la agitación mental y las emociones insanas como celos, envidia, odio y otras. 
Nos ayudan enormemente a incrementar la vitalidad: la práctica de las posturas de yoga, el adiestramiento en el pranayama, la relajación consciente y profunda, la meditación  y las actitudes adecuadas en la vida diaria.
Tenemos que poner los medios y condiciones para alentarnos y no “des-alentarnos”; animarnos y no “des-animarnos”. El aliento y el ánimo son vitalidad, fuerza. También colaboran el pensamiento constructivo, el ánimo estable, la actitud de ecuanimidad y saber relativizar y dramatizar menos. Debemos observarnos para conocernos y superar así autoengaños y saber qué tenemos que transformar, con la lúcida consciencia de que si hoy no cambiamos algo en nosotros mañana nada será diferente. 
El esfuerzo también es energía, de la misma manera que la pereza, la apatía y la indolencia la roban o debilitan. La voluntad pone la energía en marcha y nos ayuda a mejorar. La voluntad no puede desarrollarse involuntariamente, sino mediante el esfuerzo bien dirigido. 
La consciencia es pura energía, al contrario que la mecanicidad o el automatismo, Estar consciente requiere esfuerzo, pero después procura mucha energía y una mente clara, lúcida y vigorosa. 
Ningún esfuerzo se pierde: es una ley eterna. Energía llama a energía: es otra ley. Como declaraba Buda: "No conozco nada tan poderoso como el esfuerzo para superar la desidia". 
En el yoga uno se convierte en su propio laboratorio viviente en el que experimentar y trabajar. El ser humano es también un mapa energético y hay que aprender de él mediante la propia experimentación. Y dependiendo de la actitud, no lo pasemos por alto: Lo que a unos debilita a otros fortalece. Según tomamos los acontecimientos, éstos nos sustraen preciosa energía o nos la insuflan. 
La consciencia clara y lúcida es una continuada fuente de energía. El hecho de estar atento exige energía, pero a la vez restituye mucha más energía en la persona. Estando alerta, estamos vivos, perceptivos, conectando con lo que es en cada momento.  Entonces el instante adquiere también su propio brillo, frescura, gloria, peso específico. Como un pez está rodeado por el agua y en el agua nace, vive, se reproduce, se alimenta y muere, así la energía es nuestra fuente de vida y cuando sabemos reorientarla es plenitud.   

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