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Un verano al rojo vivo

182 MARTA

Efectos psicológicos del verano
Los fenómenos climatológicos guardan una estrecha relación con los procesos internos personales. Existe un vínculo directo entre la Naturaleza y el comportamiento humano. En verano necesitamos salir de las sofocantes ciudades para conectar y vitalizarnos.
Los estudios del psicoanalista Wilhem Reich argumentan la existencia del Orgón, una energía vital universal. Se trata de una sustancia similar al éter que está presente en toda forma de vida. Conceptualmente es similar al Prana, Chi o Kundalini. No sólo estamos influidos por el inconsciente sino también por todas estas energías.
Así como la Naturaleza crea corazas en las plantas para resistir la falta de agua en el desierto, los seres humanos se vuelven irritables y acorazados en su desierto emocional. Al igual que los cactus, las personas pinchan para protegerse.

El verano, un hervidero emocional
En la fase temprana del verano, la energía orgónica o pránica estalla hacia fuera. Es época de frutos rojos exuberantes que expresan la exaltación de los sentidos. Con el fulgor y esplendor veraniegos estamos más receptivos y abiertos emocionalmente. Nos sentimos más alegres, joviales y la convivencia se hace más vívida.
Gestionar tal hervidero con una nueva inteligencia emocional garantiza que la siguiente fase, 5ª estación o verano tardío, transcurra con serenidad y madurez para orientarnos a la recogida de frutos. Desde la última semana de Agosto hasta mediados de Octubre, si no lo hemos hecho antes, conviene conectar con nuestro propósito de vida y marcar un plan para su desarrollo en los siguientes meses más fríos.

Al rojo vivo
El anhelado verano llega con muchos impulsos, la mayoría reprimidos durante las otras estaciones del año. La crispación de la temperatura hace estallar las relaciones acabando con la paz y con los recursos propios naturales. La llama salta y salpica nuestro entorno relacional con consecuencias imprevisibles y difíciles de manejar. El desbordamiento emocional es causa de las tan conocidas separaciones post-veraniegas.
La radiación veraniega puede templar o quemar en función de la conciencia que pongamos en el autoconocimiento y las relaciones. Podemos curarnos o destruirnos dependiendo de lo que estemos dispuestos a transformar. Es una decisión de cada cual.

Esclavos del sistema
Unas partes de la población están más afectadas que otras por este hervidero. Muchas personas viven durante todo el año emocionalmente desorientadas y extenuadas por su frenético ritmo de vida: levantarse, trabajar o buscar un trabajo, acostarse, en una rutina sin fin.
Queremos salir del laberinto deseando desconectar. Sin embargo, es la conexión la medicina que cura este mal. Parar a conectar y darnos cuenta. Hacer de esta estación un camino de renovación orientado a la observación y comprensión para el resto del año. Este es el fin de la esclavitud.

Padres e hijos
Son los adolescentes quienes más padecen el síndrome de cigarra a la bartola sin rumbo ni perspectiva. El verano les sume en la tontuna de no hacer nada que tanto exaspera a los padres. Mientras, los padres que quieren estar más despejados en esta época, se encuentran con que les toca ejercer una autoridad que hasta el momento compartían con los profesores.

Parejas
En la fase de enamoramiento las parejas suelen vivir un verano de película romántica. Sobre todo si expectativas y deseos se van cubriendo y cumpliendo. Las parejas consolidadas, libres de la enajenación del enamoramiento, puede que hayan reprimido durante el año esos temas candentes que el verano va a manifestar para su resolución sin excusas por el mero hecho de compartir de las horas sin los quehaceres habituales.

Librar la batalla
La estación del relax y del placer puede causar estragos levantando patrones enquistados en la memoria psicofísica. Con su estallido lanza la oportunidad de sanar las heridas del niño o adolescente que llevamos en nuestro interior anclado entre el inconsciente y la sutileza de estas energías orgónicas. No llegará un verano tardío fértil, ni un adulto fortalecido sino hemos realizado este proceso transformador.
La gran batalla es la de comprender qué somos, de qué energía estamos hechos y cómo afecta a nuestra vida. Es un impulso al propósito que nos trae aquí, a crear y concretar la vida que queremos vivir.

Un nuevo lenguaje
En los mecanismos y raíces que se llevan repitiendo a lo largo del tiempo, del espacio y de las estaciones sin cesar hay bucles de patrones enquistados y arraigados. No sirve hablar de lo que nos pasa, de lo ya sabemos, repitiéndonos una y otra vez las mismas cosas.
Es hora de comunicarnos con nosotros mismos con un nuevo lenguaje. El lenguaje de las sensaciones físicas sentidas como hilo conductor que conecta inconsciente y energía orgónica. Los sentimientos y cogniciones vienen después, abiertos a lo inesperado, a lo que aparece sin buscar ni descartar nada. Este nuevo lenguaje abre paso y revela una comprensión que integra y despierta conciencia.

Explora con todos tus yoes juntos (físico, emocional, mental y espiritual).
Ante un suceso, sensación o sentimiento repetido:
¿Qué sensación física, sentimiento o idea te quita energía vital?
¿Qué es lo que necesitas? ¿Qué es eso que deseas tanto?
¿Cuál es esa verdad que está tan oculta?
Sé muy sincero contigo.
¿Qué cualidad aparece ahora dándote vida?
¿Qué oportunidad se abre ante ti?

Cuando se reconoce esta verdad oculta brota la vida. El inconsciente se torna consciente y la energía orgónica se equilibra dentro y fuera. Podemos romper la inercia del desierto o secuestro emocional escuchando y comprendiendo con este nuevo lenguaje.
Con la llegada del verano tardío la exaltación se sosiega y los frutos maduros se recogen para hacer las conservas que perduran el resto del año. Comprender que las dificultades son pruebas para atravesar y alcanzar la paz. Ampliar nuestra mirada y ver más allá de la pequeña realidad en la que estamos sumergidos para vivir libres y asumir la responsabilidad de nuestra propia vida.
Esta es la clave para una buena vida.

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