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METTA, camino de nuestra humanidad

Metta es el ejercicio del amor incondicional. Constituye una de la paramitas (vehículo para el avance espiritual) indicadas por el Budismo original. Su contenido se desarrolla en el Mettasutta. El ejercicio del amor incondicional es el resultado de comprender que el entramado básico del universo es no separación, es comunión, es amor, como citaría Willigis Jäger. Sin embargo, nuestro actual estado de conciencia y nuestro comportamiento personal y social se aleja profundamente de esta realidad. 176 PEDRO

Como indica Marià Corbí -“Hacia una espiritualidad laica”-, el actual estado de conciencia de la humanidad, de egocentración racional, es un estado de depredación; somos depredadores en nuestra estructura mental, en nuestro comportamiento emocional, en nuestra forma de conducir la vida. Vivimos en compulsión movidos por nuestros deseos y por la búsqueda de solución a nuestras necesidades. Vivimos encerrados en nuestras celdas individuales, movidos por el miedo a perder lo “nuestro”, por la envidia y los celos, la ansiedad ante el futuro, el rechazo de lo diferente y el encerramiento en nuestros dogmas particulares, ya sean ideologías caseras o religiones estructuradas, que no dudamos en aceptarlas como verdades eternas que nos dan seguridad y legitiman nuestros actos.


Nuestro individualismo egoico nos lleva al sufrimiento y nos convierte en causa de sufrimiento para otros. Organizamos la sociedad en función de nuestros intereses particulares, nuestros deseos y necesidades, creando una sociedad injusta e inestable, y nos identificamos como dioses menores a los que llamamos “yo”, “nuestro” y “mío”, y desde cuyo pedestal juzgamos y condenamos lo existente. Nos basta dar un repaso a las noticias de cualquier día para ver lo que creamos:

“Rusia eleva la alerta antiterrorista ante los atentados.”

“32.000 inmigrantes subsaharianos intentaron en 2013 alcanzar el paraíso europeo. Una mayoría no lo consiguieron.”

“El PP sigue su política de socavar los derechos básicos de los ciudadanos.”

“El aumento de la fuerza militar china agrava la situación en Asia.”

“Siria lleva ya 200.000 muertos en la guerra civil.”

“Europa cierra 2013 con 22 millones de parados.”

“Grecia ha multiplicado el numero de pobres por 10 gracias al rescate de la troika.”

“Rajoy no quiere hablar del aborto.”

“Un hombre acuchilla a un viandante y mata a otro en el barrio de Born – Barcelona.”

¿No es posible otra alternativa que vivir en depredación hasta que nos destruyamos unos a otros? ¿cómo es posible que nuestro estado de conciencia no nos conduzca a la armonía y la paz, a la búsqueda espontanea de la comunión? En el corto espacio de este artículo solo puedo contestar a estas preguntas indicando que sí, que otro camino es posible, y que este camino es habitar en la Gran Compasión, ejercer y ser Metta es el destino futuro de la humanidad, por lo que toca a nuestra generación abrir el camino desde la sabiduría y comprensión esencial. Somos seres interconectados, no existen barreras en la existencia, y el propio fundamento del “yo” como estructura individual de identificación es una falacia. No hay un yo ni un tu, un sujeto que observa los objetos, como nuestra conciencia nos grita continuamente. Esto es un montaje de supervivencia que hemos adquirido en una fase de nuestra evolución y que ahora debemos abandonar.

Este abandono es la gran tarea de la humanidad. Lo que quedará son y siempre han sido realidades manifestadas que aparecen y desaparecen, desde una conciencia sabia incardinada en el presente. ¿Cómo podemos llegar a ello? ¿Cómo trabajar para avanzar en el camino y poner en práctica y fundamento Metta, el amor incondicional? El primer paso, según nos indican los maestros, supone una transformación interior de nuestra conciencia, que en el caso de Jesús de Nazaret viene a ser llamada metanoia, en virtud de la cual experimentamos el ser sin fronteras, la caída de las barreras del yo, y por tanto la desdentificación con algo seguro, estanco y definitivo. Esta epifanía es lo que en el zen se llama iluminación.

La preparación para esto es el ejercicio del Silenciamiento interior (ver Charla en “Espíritu y Zen”). Es el ejercicio de acallar los ruidos en nuestra experiencia vital que nos llevan a calificar, prejuiciar, separar o discriminar en la acción, de forma que hagamos silencio también en nuestros deseos y necesidades. Esta práctica es el centro de la práctica del zen, y también el centro de la práctica de las diferentes tradiciones de crecimiento espiritual Otro paso, que no es complementario ni alternativo, ya que está imbricado dialécticamente con el anterior, es el ejercicio continuo de Metta, de amor no condicionado. En el fondo de nosotros existe ya el potencial para este ejercicio, ya que nosotros somos Metta. Nuestro conciencia dormida nos impide verlo pero aun así podemos ejercer esta paramita desde nuestra actual situación, enfrentándola paradójicamente a nuestras tendencias depredadoras.

Ejercer el amor, sin condiciones de forma concreta, en situaciones concretas, cada vez que alguien se acerque, cada vez que miremos, escuchemos o toquemos, sin que medie búsqueda de satisfacción o reconocimiento, o consecución de deseos o quereres, está al alcance de nuestra capacidad. La gran ventaja es que al practicarlo, primero con nuestros seres próximos y luego incluyendo a mas y mas seres de forma que no sea un ejercicio de egocentración sino de transmisión del ser y de donación propia, supone desarrollar nuestra forma natural de ser.

Joseph Goldstein nos recuerda la frase del Buda: “los objetos de nuestra conciencia, cuando son ejercidos vienen a constituir nuestra conciencia, vienen a ser nuestra conciencia”, que es lo mismo que decir que somos lo que ejercemos. El amor no condicionado, al estar libre de dependencias y de atadoras, se vuelve consistente y nos transforma profundamente por dentro, convirtiéndose en un arma poderosa de ruptura de nuestra egocentración, de forma que poco a poco también se caigan las barreras, y los distanciamientos entre los seres, y se rompe nuestra estructura del yo. Esto es tanto mas posible cuanto el Silenciamiento interior avanza. Así llegaremos a entender plenamente el dicho del Mettasutta: “¡Que todos los seres sean felices!” y veremos con claridad el camino de esperanza de nuestra humanidad

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