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En la Búsqueda

180 RAMIRO

Todas las personas, salvo rarísimas excepciones, tenemos carencias emocionales, agujeros psíquicos, discapacidades afectivas, torturadores internos e inestabilidad mental. Pero con respecto a todo ello hay tres categorías de personas: las que nunca reparan en ello, aunque lo sufran, por supuesto; las que se percatan de ello pero se resignan fatalmente, por aquello, tan evasivo de "uno es como es"; y la de las que nos damos plenamente cuenta de todo ello y de cómo nos encontramos en un estado de consciencia semidesarrollada o crepuscular, pero que no nos resignamos al mismo y queremos, a toda costa, poner las condiciones para acelerar la evolución consciente, y obtener un tipo especial de conocimiento y de percepción más allá del pensamiento ordinario y todas sus limitaciones.
Cuando en una persona se manifiesta en todo su vigor el sentimiento de su propia mecanicidad, quedando espantada por su grado de robotismo y ceguera espiritual, o lo asume, sintiéndose derrotada de antemano, o empieza a poner todos los medios para encontrar respuestas existenciales más allá del intelecto común y emprender un riguroso trabajo interior para poder actualizar potenciales y energías internas hasta entonces insospechadas y por supuesto aletargadas; energías mucho más inteligentes y finas con las que podemos conectar y que nos ayudarán en nuestra larga marcha de la autorrealización. Todos buscamos sentirnos mejor, ser un poco más dichosos y no experimentar tanta insatisfacción, darle algún sentido a la vida y encontrar ciertas respuestas que se nos escapan; pero podemos decir que es un buscador espiritual o un artífice de la propia evolución de su consciencia, aquel que, desde su descontento interior y su cruda consciencia de mediocridad espiritual, se pone en marcha para poder conocerse, hallar sosiego , afinar el discernimiento y poder ver más allá de las apariencias. Es la búsqueda del Ser o del No-ser, como queramos llamarla, pero es la búsqueda, sin duda, de un espacio más elevado de consciencia que intuimos que existe pero que se nos escabulle una y otra vez, aunque en alguna ocasión, por confortadora fortuna, uno tiene un atisbo o vislumbre del mismo y se da cuenta de que ese estado reporta una dicha superior a cualquier estímulo puramente sensorial.

Si un día al despertar, de súbito, uno se encontrase en un campo de concentración, toda su motivación y esfuerzo estarían encaminados a poder fugarse. Cuando uno se da cuenta desde lo más profundo y no solo intelectualmente, de cómo es prisionero de su propio campo de concentración, trata de salir del mismo y poder empezar a deleitarse con el sabor de la libertad. La Búsqueda nunca es fácil, y a muchos aterra, porque a veces es un camino de "sangre psicológica", donde se producen toda clase de autoencuentros y autodesencuentros, momentos de exaltación pero no pocas noches oscuras del alma, momentos de prometedora certidumbre, pero también de desolación y escepticismo. Peor cuando uno está "tocado" por la Búsqueda, ésta no cesa, y uno se convierte en una especie de insaciable sabueso rastreando realidades suprasensibles, tratando de hallar respuestas a los grandes interrogantes de la vida y en el anhelo porque la existencia no se convierta tan solo en "dos o tres momentos de confusión y se acabó".
En su afán por encontrar un modo más elevado de comprensión y una manera más apropiada de ser y serse, el buscador tantea por uno y otro lado, prueba enseñanzas y métodos, vive momentos de gran soledad y realiza esfuerzos que muchas veces no están bien dirigidos y resultan estériles. Todo ello forma también parte de la Búsqueda. Hay que servirse, como mapas espirituales, de las enseñanzas de las mentes más realizadas a lo largo de la historia de la humanidad, aunque luego cada uno deba seguir su propia senda, porque es la senda sin senda la verdadera Senda. No se trata de convertirse en un imitador, o en un lacayo de un líder espiritual, o en hacer uso de la obediencia ciega y abyecta, sino todo lo contrario, en convertirse en uno mismo, sin modelos fijos y petrificados, sin dogmas secos y que embotan más la consciencia, sin los adoctrinamientos de otros, que nos los imponen debido al papel que desempeñan de oprimentes y egocéntricos "salvadores del almas", revistiéndose de una fea y mezquina solemnidad. Cada buscador es como una orquídea única. Al final seguirá su propia ley. Puede o no puede observar una religión o un culto, pero entiende que la verdadera espiritualidad está más allá de las "jaulas" de las religiones, de las creencias preestablecidas y de los líderes espirituales; que la mística solo tiene un color: el de la unidad. La Búsqueda misma le confiere un gran sentido a la vida, un propósito y un significado. Y la Búsqueda misma ya es logro y meta.

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