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En el viaje de la vida

234 ILUS RAMIROw

 

“Este mundo no es nuestra morada; es solamente uno de los escenarios por los cuales vamos pasando”, aseveraba Vivekananda.
No está en los textos clásicos, pero podemos incluirlo: el yoga del viajero; el yoga, pues, que es semejante a la actitud de un viajero cuando viaja: está muy atento, vivo, perceptivo, entusiasmado, observante, renovado a cada instante, naciendo y muriendo a cada momento. Libre de recuerdos, sin apegarse, sin pretender llevarse al salón de casa la Pirámides o el Taj Mahal, abierto a cada circunstancia, ocupado en lugar de preocupado, resolviendo cada situación en lugar de obsesionarse con lo que pueda pasar o ya ha pasado. Haciendo lo mejor posible en cada instante, poniendo las condiciones óptimas para que el viaje funcione, de momento en momento, encajado con la realidad inmediata.
La vida es un viaje y deberíamos cubrirlo con ánimo ecuánime, mente atenta, actitud de desasimiento y renovándonos a cada momento, sin rencores, sin falsas expectativas, con sosiego entusiástico y serenidad. En este viaje nos podemos apoyar en todas aquellas enseñanzas y métodos que nos sirvan de guía y nos ayuden a calmar la mente y esclarecerla. Así como de una mente agitada y condicionada solo surge desconcierto y desorden, de una mente aquietada y esclarecida brotan la sabiduría y la acción correcta. Y de ese modo la vida misma se convierte en una gran maestra y un escenario de meditación.
La meditación en la acción nos ayuda a transformarnos, pues nos podemos ver cómo somos sin autoengaños y desde ahí empezar a proceder en consecuencia. Al final la vida misma es la meditación a cada momento, con sus vicisitudes y retos, que hay que tratar de vivir desde la consciencia clara, la ecuanimidad, el sosiego y la compasión. Todos nos podemos servir asimismo de la que denomino “la meditación universal”, que es así porque está libe de dogmas, creencias o tendencias religiosas de una u otra índole, y porque es para toda clase de personas. La meditación universal es la que se sirve de la atención con la respiración. La persona, adoptada la posición meditativa, sigue el curso de la respiración. No piensa, no analiza, no reflexiona; solo observa la respiración a cada momento. Se ejerce por un lado la respiración sentado y se lleva a la vida los frutos que se logran con el entrenamiento metódico de la respiración: esfuerzo consciente y bien aplicado, atención vigilante, sosiego, ecuanimidad, contento interior y visión cabal.
Muy pocas personas trabajan desde el ser y sí desde el ego; muy pocas hacen lo mejor que pueden, por amor a la obra, y no se envanecen ni alardean. No solo son la sal de la tierra, porque su corazón amoroso y desprendido impregna este mundo que a menudo convertimos en un erial.
La acción no es necesariamente agitación. Se puede ser muy activo y a la vez desapegado, calmo y libre del influjo alienante de la acción. Se hace sin hacer, se actúa dejando a buen recaudo la propia identidad y evitando la ciega identificación y la alienación. La vida es muy absorbente y hay que tener cuidado, porque nos enreda y nos vincula de tal modo que perdemos el propio ser. ¿Y qué perdida mayor puede haber, qué mayor tragedia?
La vida para la persona y no la persona para la vida. El viaje empieza en un punto que llamamos nacimiento para concluir en el denominado muerte. También cuando nacimos, morimos en otro plano. La función comienza con el nacimiento, a veces se convierte en un carnaval y no hay que dejar que nos turbe ni nos ofusque. El teatro de sortilegios no debe enceguecernos ni encadenarnos. Cada momento del viaje cuenta y cada momento ya es la meta. Como dicen los antiguos sabios, puedes hacer de tu vida un río de aguas frescas para que las otras criaturas beban de las mismas y, más aún, si superas el ego, ¿quién hay para morir? Serás quien nunca has dejado de ser y recuperarás tu propia identidad. Viaja con atención y ecuanimidad, con lucidez y compasión. Viajeros así se necesitan, con pasaportes hacia la libertad interior.
En todo viaje y mucho más en el viaje de la vida, debemos basar nuestra actitud en los principios básicos del karma-yoga, que me gusta resumir de la siguiente manera:
• Haz lo mejor que puedas en todo momento y circunstancia.
• No te encadenes a los resultados, que si tienen que venir lo harán por añadidura.
• Valora la acción consciente, pero no te identifiques tanto con ella que te alienes y dejes de ser tú mismo.
• Obra por amor a la obra y no solo de sus frutos.
• Sé tú mismo tanto en la acción como en la inacción.
• Cuando la acción te descentre, siéntate a meditar y regresa a ti, sin olvidar que tú eres tu propio refugio.
• Cada momento cuenta; el camino ya es meta.
• Como decía Buda: “Sosegado entre los desasosegados; sin ansiedad entre los que ansían”.

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