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La Naturaleza del Sufrimiento

246 RAMIRODesde niño comencé a admirar profundamente a Buda y a encontrar en sus enseñanzas una fuente de indiscutible inspiración, admirado por su precisión, su capacidad de discernimiento, su poder interior y su firme determinación para poder eliminar la ignorancia básica de la mente, que genera tanta ofuscación y potencia y abona cualidades tan insanas como el odio y la avidez. Me identifico con el que fue uno de mis preceptores budistas, Piyadassi Thera, que declaraba a propósito de Buda, "cuanto más le conozco, más le amo; cuanto más le amo, más le conozco".

Buda indagó como nadie en el sufrimiento, dukkha, que lo entendía como malestar y desdicha en todas sus formas, si bien el sufrimiento universal lo centró en los siguientes factores: la vejez, la enfermedad, la muerte, el tener que separarse de seres queridos, el tener que soportar personas malévolas y el no conseguir lo anhelado. Pero hay otras muchas fuentes de sufrimiento, como todos los lacerantes enemigos que nacen de un ego exacerbado y que da por resultado el apego y el aborrecimiento, generando más y más ofuscación. Buda, el Despierto, nunca dijo que no haya placer o deleite, pero por eso hay sufrimiento y que el hecho mismo de no conseguir o perder lo que se quiere ya provoca dolor, además de las sensaciones ingratas que causa el cuerpo y la mente.

No se anduvo con verdades a medias, ni placebos, ni oscurantismos ni falsas promesas. No levantó ilusorias expectativas ni recurrió a engaños pseudointelectuales, ni a un amasijo de opiniones que más alienan que esclarecen. No invitó a seguir el sendero de la evasión o el escapismo, ni alentó la falsa justificación. Vio la Realidad tal cual era y así la expuso, pero lo hizo tan sin ambages ni paños calientes, que muchas personas, incluso entre las que se dicen budistas o se tienen como tal , no pueden soportan sus verdades desnudas, pero inmensamente transformativas. No hace concesiones, no se pierde en conjeturas metafísicas, no oculta lo que es, porque el hecho de que la realidad no se quiera ver, no quiere decir que no exista y, dependiendo del enfoque mental, esa realidad nos ayudará a evolucionar, madurar y generar lucidez o compasión o no sabremos sacarle ninguna enseñanza y añadiremos sufrimiento al sufrimiento.

Buda distinguió entre el sufrimiento inevitable, inherente a la vida, y el sufrimiento que por ofuscación (y así avaricia y odio) se provoca la persona a sí misma y lo causa a otras criaturas. Debido a esa ofuscación, el ser humano engendra una colosal e innecesaria masa de sufrimiento. Si la mente ofuscada, tendente al odio y la codicia, se transforma y se convierte en mente lúcida, generosa y compasiva, en lugar de desencadenar sufrimiento, procurará dicha y bienestar, será cooperante y se hará el bien a sí misma y el bien a los otros seres sintientes.

Para transformar la mente hay un gran número de milenarias y valiosas enseñanzas y métodos eficientes y fiables. Pero la transformación de la mente requiere un riguroso trabajo sobre uno mismo, una alquimia que transmute la psique de la persona y la libere de sus tendencias destructivas que tanto daño y tan brutal han hecho a los otros seres humanos, a los animales y al planeta. Si la mente no cambia, nada cambiará. ¿No lo hemos comprobado a lo largo de miles y miles de años? La sociedad es el resultado de la mente y si en ella anidan la ofuscación, la avidez y el odio, esas tendencias la envenenarán.

Para cambiar su mente, Buda hizo un esfuerzo tal de privaciones que su cuerpo se resintió en grado sumo. Pero luego comprendió que el esfuerzo que hay que llevar a cabo es mental y se desplegará mejor si la corporeidad está sana y equilibrada. El esfuerzo hay que aplicarlo a las tres disciplinas o triple entrenamiento: el ético o virtud, el mental o de meditación y el de desarrollo de la sabiduría o entendimiento correcto.

Buda siempre insistió en que uno debe convertirse en su propio refugio y encender su propia lámpara interior. Confió en la capacidad del ser humano para poder liberar la mente de corrupciones y de ahí que en este sentido les insistiera a sus discípulos: "Esperadlo todo de vosotros mismos".

NOTA
La profesora de yoga y gran estudiosa del budismo, Almudena Hauríe Mena, tiene magistralmente traducidas importantes obras de la más genuina enseñanza budista, entre otras El Noble Octuple Sendero, de Bhikku Bodhi; El Camino del Nirvana; Anguttara Nikaya; La Meditación, de Piyadassi Thera; Buda, de André Bareau. De Nyanaponika Thera distintas obras: La Ciudad de la Mente, El Corazón de la Meditación Budista, Las Raíces del Bien y del Mal y El Poder de la Atención. Almudena ha traducido también otras obras de gran interés y su labor en el campo de la traducción -como por supuesto en la docencia del yoga- es impagable y de un enorme valor. Es una de las pioneras en nuestro país en el ámbito del yoga y cofundadora del centro de yoga Shadak, habiendo impartido clases a decenas de miles de personas.

 

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