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Pintar Círculos (Enso): El gesto es lo que cuenta

Un círculo como un vasto
espacio al que no le falta nada,
y no le sobra nada
Shin Jin Mei

En la edición anterior me referí a la figura de ShihT’ao, uno de los pintores y teóricos chinos más relevantes por sus ineludibles aportes al campo del arte oriental. La apacible contemplación de sus obras no es tan sólo generadora de sentimiento de belleza sino, tal y como afirma Bruno Taut es “…una de las condiciones previas para crear algo bueno” (TAUT; 2007 p.169). En esta ocasión abordaré el estudio de algunas de las premisas más importantes en relación a la pintura de círculos ya que tanto se aprende en su práctica, como de la observación silenciosa de las obras maestras.

175 LUCIANA1El círculo es, dentro del campo del arte oriental, un motivo estrechamente vinculado al Budismo Zen. Es un símbolo muy antiguo de la iconografía asiática, una de las formas características de lo absoluto y al mismo tiempo simboliza el vacío.El vacío que no es, como podría suponerse, algo vago e inexistente, sino un elemento eminentemente dinámico y activo” (CHENG, F. 2010 p.68). Este dinamismo le viene dado de su único e irrepetible trazo que surge de los diferentes movimientos específicos del pincel, de ese aliento vital como origen prístino de la pintura oriental. La energía KI se hace presente tanto en el recorrido del trazo como en la obtención de ese círculo final que deja delimitada una zona de vacío, lugar donde verdaderamente se devela la importancia de esta forma simple y universal. Durante su ejecución, el trazo puede ser enérgico y rápido, o por el contrario puede sucederse de manera serena y suave, pero en ambos casos será una pincelada nada dubitativa, un vehículo de acción de una vivencia interiorizada durante la meditación y de la que cual surgirá una forma plena de energía vital.

El círculo puede ser trazado dejando una abertura o bien, sellando la totalidad de su forma. Un ejemplo de este último caso es la obra de Torei Enji (s. XVIII), donde se observa un enso irregular producto de la expansión desigual de tinta durante su recorrido. Como resultado se observa una zona más ancha y pictórica y otra (la zona inferior) más lineal y gráfica, esto último como resultante del agotamiento de la tinta… El símbolo, en este caso, va acompañado de una caligrafía en estilo sosho 草書 (escritura cursiva o “escritura de hierba”), frase budista popularmente difundida en Japón. Es muy común en estas creaciones que el círculo dialogue con poemas, frases o preguntas en torno a la práctica de la meditación o cuestiones inherentes a la naturaleza y al universo.

Por el contrario, en el caso del círculo realizado por el maestro Zen Yamada Mumon (s.XX), la pincelada no llega a unir el inicio y el final del trazo, sino que deja una 175 LUCIANA2pequeña apertura que indica que no es algo contenido en sí mismo, sino que se abre al espacio, al infinito, incorporando la armonía completa. La abertura puede significar que es parte de algo más grande, o que la imperfección es un aspecto esencial de la existencia. En este caso, va seguido de un koan 公案, un tipo de pregunta muy propia de la tradición Zen, que suele realizar el maestro a sus discípulos y que está orientada a desligarse del pensamiento racional y aumentar su nivel de conciencia para progresar en sus aprendizajes. La traducción de esta frase también escrita en estilo sosho: “¿Qué cosa es?”, conecta directamente con la reflexión acerca de la forma circular. Desde una lectura propiamente budista el círculo simboliza una superación de la dualidad: la unidad de los fenómenos expresada a través de un único y rápido gesto espontáneo que caracteriza la pintura oriental.

Independientemente de su condición de círculo abierto o cerrado, también estas formas varían su morfología: desde los círculos perfectamente simétricos hasta los sutilmente asimétricos; y también en el recorrido de sus trazos, que van desde los delgados y delicados hasta los gruesos y excesivos. La pintura de círculos es en teoría (y en apariencia) simple: primero se humedecen con agua los pelos del pincel, luego se los empapa de tinta negra para posteriormente -y sin vacilación- trazar una irrepetible pincelada sobre un trozo de papel de fibras vegetales. La relación entre la carga del pincel, la velocidad del accionar, la presión ejercida sobre el papel, la resistencia de la trama, la suavidad de las cerdas del pincel y sobre todo el “estado” de quien pinta un círculo, son las variables, puesta en práctica en el ejercicio de la pintura… Así podemos comenzar a ver la variedad de posibilidades expresivas que ofrece un accionar tan simple como un largo y único trazo del pincel.

En esta instancia caber mencionar que el gesto es lo que cuenta, el acto, el “hacer círculo”: un rápido trazo; sin cortes, seguro pero humilde. Esta es una de las razones por las cuales en Oriente se valora no tan sólo la pintura como imagen final y acabada, sino el ejercicio de la pintura como acción para ser contemplada. Lo principal del círculo es el impulso inicial, el ataque incisivo del pincel, el gesto del brazo que gira, el recorrido que se transita, el descubrimiento en ese momento preciso, la reproducción exaltante del acontecimiento circular… y sin corrección alguna, todas nociones que caracterizan este tipo de arte pictórico.

De este modo se pone en valor la belleza que reside en lo intrascendente, lo provisional y lo efímero: gestos tan sutiles y evanescentes que resultan invisibles para la mirada ordinaria. La pintura de círculos fue (y quizás es) uno de los temas preferidos de los pintores japoneses (y también de muchos de nuestros alumnos), quienes no dudan en repetir una y mil veces una pincelada pautada para aprenderla y aprehenderla, repetir una y mil veces una idea ya inventada por otros, pero en cada repetición volverla a fundar, como se recrea cualquier rito sagrado en un nuevo ciclo. Un trazo único que constituye un núcleo para el pensamiento concentrado: genera profundidad, belleza y resonancia.

CHENG Francois, 2010. Vacío y plenitud. Siruela, Madrid.
TAUT Bruno, 2007. La casa y la vida japonesas. Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona.

COLABORADORES Revista Verdemente