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LUCIANA RAGO

LUCIANA RAGO

PINTURA JAPONESA
Licenciada en Artes Visuales con un Master en Investigación de Artes y Creación. Sus investigaciones se han centrado en la Pintura Japonesa. Ha obtenido desde 2006 becas de la mano de entidades como la Universidad de San Juan o el Museo Reina Sofía. Desde el 2008 expone de forma individual. Aliento es su última exposición que se mostró en Centro Cultural Joan Miró de Madrid.

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La caligrafía japonesa (Shodo書道): un eterno camino de práctica

"Todas las cosas están respaldadas por la sombra
(yin), enfrentadas por la luz (yang) y armonizadas por
el aliento vital (ch'i)"
J. C. Cooper

 

179 LUCIANAEn la escritura china -y posteriormente en la japonesa- encontramos un importante kanji que reúne los movimientos básicos para iniciarse en el arte de la escritura: Ei 永, que significa "Eternidad" o "Eterno". Según el diccionario enciclopédico, en su etimología, podemos reconocer un largo río en el que convergen diferentes afluentes, representando así también el significado de extenso. Este kanji, está compuesto por cinco trazos, los que contienen a su vez ocho movimientos básicos del pincel. Las múltiples combinaciones posibles de estos movimientos constituyen los treinta y siete tipos de trazos del estilo Kaisho (楷書), que se requieren dominar para avanzar en el aprendizaje del Shodo.

Según algunos historiadores, esta sistematización fue realizada por el calígrafo y monje budista ZhiYong (Dinastía Sui 581 – 618), quien luego de experimentar durante varios años, elaboró el estudio conocido como “Los ocho principios de Yong” (Yong significa eternidad en chino) o “Las ocho leyes del carácter 永”. El estilo kaisho es el estilo estándar de escritura, en el que los diferentes kanji se presentan estructurados sobre la base de una retícula ortogonal de seis o nueve partes iguales, y se rige por reglas muy estrictas de escritura. Al respecto cabe recordar que en el estudio de la caligrafía japonesa pueden reconocerse, además del kaisho, otros cuatro estilos que son tensho 篆書, reisho隷書, sosho草書y gyosho行書, en los que, a su vez, hallamos innumerables variantes estilísticas, de hecho encontraremos tantas posibilidades de escritura como personas lo ejerciten. Estos estilos, han sido nombrados según el orden cronológico de aparición en Japón y son merecedores de artículos posteriores por sus curiosos orígenes, sus especificidades técnicas y sus relaciones formales.

En el estilo estándar (Kaisho), el orden preciso y pautado de los trazos son el resultado de una convención históricamente determinada que ha regulado la escritura oriental de una manera conveniente: de arriba a abajo, de izquierda a derecha, trazando las líneas horizontales desde las más cercana al cielo hasta la más próxima a la tierra, con zonas vacías de singular importancia y procurando armonía y equilibrio entre las partes. Durante la ejercitación, cada kanji debe repetirse numerosas veces, siguiendo las reglas establecidas, sin corrección alguna y procurando aprender su significado. Una vez interiorizados estos trazos, y memorizada su forma, el Shodo se convierte en una escritura de ritmo fluido, con diversas velocidades y peculiar cadencia del pincel: una auténtica danza en movimiento.

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Los Cuatro Honorables Caballeros

Un solo deseo:
dormir una noche
bajo los ciruelos en flor
Ryōkan Taigu, 1758–1831

 

Desde tiempos remotos las temáticas protagonistas en las obras de los pintores tradicionales de Oriente fueron fundamentalmente pinos, bambúes y ciruelos. Este conjunto era denominado como el “triunvirato del invierno” y representaban los temas más valorados en el marco de su cultura visual. Como toda disciplina artística, este arte ha tenido sus revisiones en el tiempo y esta selección se fue ampliando. Durante la dinastía Ming (1368-1644), Chen Ji Ru organizó de otro modo los temas de la pintura, consideró fundamental también el estudio del bambú 竹 (take) y el ciruelo florido梅 (ume), y añadió la orquídea silvestre蘭 (ran) y el crisantemo 菊 (kiku), estableciendo así “Los cuatros honorables caballeros”. El estudio en profundidad de este conjunto implica interiorizar cada gesto, haciendo propio sus trazos específicos y así adquirir las destrezas suficientes para pintar el gran tema de la tradición taoísta: el paisaje.

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La pintura oriental, que centra su interés no tan sólo en la obtención de una imagen final, sino también en tanto práctica vital, consiste en repetir una y otra vez las pinceladas pautadas y específicas que los caracterizan. Además es importante destacar que para aquella civilización, los temas pictóricos van mucho más allá de su mera representación visual, donde se cultivan valores muy preciados como la austeridad, la perseverancia, el desapego y la serenidad.

La flor de la orquídea, por ejemplo, anuncia la llegada de la primavera, los pétalos de su flor se trazan desde afuera hacia un centro vacío sobre el cual se asienta su belleza que se asocia a lo femenino, lo efímero y lo evanescente. Tanto cuando se pinta la flor en la soledad como cuando se compone una varilla de orquídeas, la virtud del artista reside en variar la presión del trazo en un trayecto muy corto del pincel y una vez que la forma comienza a surgir, el desafío radicará en visualizar los certeros espacios vacíos. De cualquier modo “Pintar la orquídea silvestre nos permite descubrir con delicadeza la verdadera grandeza de las cosas más pequeñas” (MANRIQUEZ; 2010 p.101). Sus hojas lanceoladas -que varían su tamaño sutilmente a lo largo de su trayecto- acompañan la belleza de la flor en primavera y nacen de una zona muy próxima a las rocas de las altas montañas. Estas hojas se distribuyen dejando un espacio disponible entre ellas que es llamado el “ojo del faisán” o el “ojo del elefante”, donde radica gran parte de su esencia.

Por otro lado, el bambú simboliza el verano, lo expansivo y sugiere una fortaleza adquirida gracias a su flexibilidad y adaptabilidad. Para conocer en profundidad las cualidades de este honorable caballero, se deben estudiar los cuatro elementos que lo componen: el tallo, sus nudos, las ramas y el nacimiento de sus hojas verdes. Existen al menos dos técnicas diferentes para pintar el tallo del bambú, dependiendo de la ubicación de las cerdas del pincel y de la carga de las mismas; una requerirá mayor dominio técnico que la otra y podremos obtener así gran variedad de texturas. Igualmente los nudos del bambú tienen múltiples formas de realización, variando su forma en función de la tradición china o japonesa de la cual provengan. Finalmente las bellas hojas de bambú, requieren gratuidad en el movimiento que las antecede y las sucede en el trazo, y sobre todo implican paciencia sucesiva.

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Pintar Círculos (Enso): El gesto es lo que cuenta

Un círculo como un vasto
espacio al que no le falta nada,
y no le sobra nada
Shin Jin Mei

En la edición anterior me referí a la figura de ShihT’ao, uno de los pintores y teóricos chinos más relevantes por sus ineludibles aportes al campo del arte oriental. La apacible contemplación de sus obras no es tan sólo generadora de sentimiento de belleza sino, tal y como afirma Bruno Taut es “…una de las condiciones previas para crear algo bueno” (TAUT; 2007 p.169). En esta ocasión abordaré el estudio de algunas de las premisas más importantes en relación a la pintura de círculos ya que tanto se aprende en su práctica, como de la observación silenciosa de las obras maestras.

175 LUCIANA1El círculo es, dentro del campo del arte oriental, un motivo estrechamente vinculado al Budismo Zen. Es un símbolo muy antiguo de la iconografía asiática, una de las formas características de lo absoluto y al mismo tiempo simboliza el vacío.El vacío que no es, como podría suponerse, algo vago e inexistente, sino un elemento eminentemente dinámico y activo” (CHENG, F. 2010 p.68). Este dinamismo le viene dado de su único e irrepetible trazo que surge de los diferentes movimientos específicos del pincel, de ese aliento vital como origen prístino de la pintura oriental. La energía KI se hace presente tanto en el recorrido del trazo como en la obtención de ese círculo final que deja delimitada una zona de vacío, lugar donde verdaderamente se devela la importancia de esta forma simple y universal. Durante su ejecución, el trazo puede ser enérgico y rápido, o por el contrario puede sucederse de manera serena y suave, pero en ambos casos será una pincelada nada dubitativa, un vehículo de acción de una vivencia interiorizada durante la meditación y de la que cual surgirá una forma plena de energía vital.

El círculo puede ser trazado dejando una abertura o bien, sellando la totalidad de su forma. Un ejemplo de este último caso es la obra de Torei Enji (s. XVIII), donde se observa un enso irregular producto de la expansión desigual de tinta durante su recorrido. Como resultado se observa una zona más ancha y pictórica y otra (la zona inferior) más lineal y gráfica, esto último como resultante del agotamiento de la tinta… El símbolo, en este caso, va acompañado de una caligrafía en estilo sosho 草書 (escritura cursiva o “escritura de hierba”), frase budista popularmente difundida en Japón. Es muy común en estas creaciones que el círculo dialogue con poemas, frases o preguntas en torno a la práctica de la meditación o cuestiones inherentes a la naturaleza y al universo.

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