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Es un retiro, no un confinamiento

245 ILUS DANIELNadie puede pensar por mí. Nadie puede sentir por mí. Nadie puede actuar por mí. Asumir eso es hacerse cargo de uno mismo y ser adulto. Entender que la verdadera libertad está en mi interior marca una gran diferencia: el exterior me gustará más o me gustará menos. Pero, en mi interior, seré libre.

Y, llegados hasta aquí, sugiero: esto es un retiro, no un confinamiento.

¿Dónde estamos?

En esta crisis del coronavirus, por primera vez en decenios hemos puesto a las personas por encima del dinero.

Se ha optado por no poner en peligro a las personas jubiladas (quienes tienen más riesgo) parando las fábricas y la economía: hemos situado la vida de las personas por encima del dinero.

Eso no había pasado nunca hasta ahora. Nunca.

No se optó por seguir trabajando con normalidad sabiendo y sacrificar cientos de miles de personas jubiladas. No se pensó que, al hacerlo, se salvaba el tejido productivo y el estado se ahorraba pensiones. No.

Se apostó por las personas. Por primera vez en decenios, las personas fueron más importantes que el dinero.

Ya ves. Acaba de abrirse una grieta en la visión monetarista del mundo.

Y, claro, esto nos plantea un reto: ¿hacia dónde queremos ir ahora? ¿hacia la misma dirección que antes? ¿hacia un nuevo futuro?

¿Hacia dónde podemos ir?

En numerosos medios de comunicación intentan predecir hacia dónde iremos.

Pero eso no puede afirmarse. Nadie conoce el futuro.

En todo caso, sí sabemos que ahora se abren dos opciones: regresar a un mundo donde lo importante sea el tener o hacia un mundo donde lo fundamental sean las personas por encima del dinero.

No es una disyuntiva menor.

Pero sí tengo clara mi posición: me decanto por construir una sociedad donde la dignidad de la vida esté en el centro, me decanto por destronar al dinero de tu trono actual.

En este punto tenemos dos opciones a nivel personal, a nivel empresarial y a nivel social o político.

Como personas podremos volver a creer que el tener nos da identidad y regresar a la carrera por el acumular. Pero también podremos optar por situar en el centro los afectos, los cuidados y el amor. Llamadme cursi, pero esta es, sin duda alguna, mi opción.

Como empresas también tendremos dos opciones: seguir con compañías que se miden solamente por la cantidad de dinero que generan o potenciar empresas que estén centradas en beneficiar a la comunidad, en aportar servicios y productos realmente útiles. En este segundo caso, el dinero no es el objetivo sino el resultado de servir a la comunidad. Como intuiréis estoy a favor de este segundo enfoque pues el primero me parece tan absurdo (usando un ejemplo del economista austríaco Cristian Felber) como valorar los resultados de una granja por el número de tractores en lugar de por las toneladas de fruta y verdura producida. Naturalmente, apuesto por las empresas conscientes y sé que es posible. Y esto lo afirmo con conocimiento de causa, pues soy empresario y sé de lo que hablo.

También a nivel político vamos a tener varias opciones para poner en el centro del tablero o una sociedad basada en competir y en desechar a quienes no den la talla, eliminar a los menos capaces, generar desigualdad y pobreza en nombre de la “sana competencia” u optar por una sociedad que busque el bienestar de su población.

Y aquí, quiero soltar una bomba atómica: aunque este sea nuestro propósito tenemos que partir del hecho comprobable que no todas las personas con cuerpo adulto tienen una psique adulta. Sí, no todas las personas con cuerpo adulto son personas sensibles, amorosas, empáticas, dialogantes, respetuosas…

Y si admitimos ese punto (irrefutable, por otra parte) de partida, me atrevo a lanzar mi segunda bomba atómica: la evolución moral de la ciudadanía, su nivel de conciencia cívica debe dejar de ser un tema privado y entrar en la agenda política. El despertar interior, el crecimiento personal debe entrar en la agenda política del mismo modo como el género y la igualdad entró a mediados del siglo pasado. Ese es el reto que ahora tenemos en el ámbito político.

Ya veis, hemos estado en un confinamiento, pero he preferido convertirlo en un retiro para ir hacia adentro y decidir hacia dónde iremos.

No sé cómo será el futuro.

No sé qué opciones tomarán los demás, ni que opciones tomaremos, colectivamente, en el ámbito social y económico.

Pero yo sí sé qué opciones voy a tomar en mi vida y en la empresa que dirijo.

Lo que hemos hecho habrá sido inútil si no aprendemos.

No puedo aprender por otros. No puedo pensar por otros, ni decidir por ellos.

Pero sí puedo pensar y decidir por mí.

Y espero haber dejado bien claro que apuesto por un cambio y por llevarlo a cabo sin lucha, desde el amor.

Ya ves, espero haber aprovechado el retiro para ir hacia el amor. No ha sido un confinamiento, ha sido un retiro.

Y a ti, ¿te ha sido útil lo vivido? ¿Cuál será tu opción?

COLABORADORES Revista Verdemente